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jueves, 22 de julio de 2010

YAVI Y MI ENCUENTRO CON LOS FAN TASMAS

Desde la zona del mercado de la Quiaca con su profusión de mujeres cargando bolsas y guagas, vendedores, especias, olores intensos y algunas palabras en quechua, voy a llegar al pequeño pueblo de Yavi distante unos pocos kilómetros, en un coche último modelo de color azul, conducido por un muchacho cobrizo, cabello largo y grasoso sostenido por una vincha.
El hecho de que la única forma de llegar sea en remisses particulares, apretándome con gente del pueblo, que viaja cargada de comestibles, es pintoresca desde ya.

La idea de arribar por fín a este sitio, me resulta emocionante, (en el tiempo en que he esperado conocerlo) lo he ido construyendo en base a relatos y emociones ajenas, retazos de fotografías, intuiciones musicales, rechazos indiscutibles, pedacitos de mapas, etc. Cuando nos formamos una idea de los lugares, que resulta siempre mítica y lejana, la confrontación luego es fundamental y sorpresiva.

En Humahuaca, María Elena me había dicho conversando de Yavi y las percepciones tan divergentes que provoca: Yavi te acepta o te rechaza… y yo me había quedado mirándola con los ojos bien abiertos, con una mezcla de descreimiento y fascinación, porque esas cuestiones de energía me pueden. Y ella me observaba sin bajar la mirada, sin disminuir su intensidad, como diciéndome: no lo dudes, es así como yo lo digo…

Aterrizaje en la luna
 
Todas las llegadas a sitios desconocidos son como “alunizajes”. Descender de la nave, observar el territorio inexplorado con lentos movimientos de cabeza, adaptarse al cambio gravitacional y comenzar con las caminatas de reconocimiento.

A primera vista Yavi parece un lugar abandonado del mundo, abandonado por sus pobladores, abandonado por el progreso… pero es un pueblito abandonado realmente?
Ya he leído sobre “un pueblo fantasma”, “un sitio prácticamente desierto”, etc. Podría decir, mejor me vuelvo para la Quiaca, me voy a comprar a Villazón, pero sé que Yavi tiene en sus capas profundas mucho más para darme de lo que mis ojos pueden ver.

En el Museo del Marqués de Tojo pude pasearme por las amplias estancias entre objetos de lujo, ostentosos muebles, cuadros de la Escuela Cusqueña, el carruaje que el noble utilizaba para pasear por el pueblo, los primeros implementos de la minería local, relatos con las historias de poderosos y sometidos, sublevaciones de la tierra, lirismos a Yavi de escritores conocidos y tiempos de sangre y flores.
La empleada del Museo nos dijo sólo se permiten 10 fotos por persona, pero nunca nos controló la cámara al salir.
La Casa Hacienda perteneció a Pablo Fernández de Obando y tras el casamiento de su hija Juana Clemencia, pasó a ser propietario su yerno, el primer Marqués del Valle de Tojo. No me digan que no es bizarro que en un pueblito como Yavi hubiera habido un Marquesado? De no estar ahí hubiera sido difícil creerlo.
Parece que Yavi fue cabeza de departamento, un lugar próspero y bastante habitado, hasta que el ferrocarril llegó a la Quiaca y Yavi pasó de ser centro, a casi olvidado del mundo.

En el patio del Museo nos encontramos con Constantina. Esta mujer madura nos sonrió con la dentadura a pleno, sin guardar nada para sí. Nos sonrió con los ojos, con las manos. Fue esa, una gran sonrisa solar. Por ella nos enteramos que alli funciona la biblioteca del pueblo que ella se encarga de atender. Y también nos enteramos de que hay alguien que puede ayudarnos a encontrar las pinturas rupestres que solos no pudimos localizar. Marisol Flores, es la encargada. Pero no doy importancia a esto último y me voy pensando si todas las personas serán tan simpáticas por aquí.

Caminamos las solitarias calles del pueblo, de piedras silenciosas y memoriosas, inspirando subidas y respirando bajadas. Observando las parvas de paja que recubriran los desmejorados techos, de casas calientes de adobe. Viendo como las vacas pastan en medio del pueblo, muy cerca de una puerta o una ventana abierta.
Acercándonos al río que corre torrentoso y turbio en esta época del año y se recorta contra el azul plomizo del cielo tan cargado. Enfrente crecen las flores silvestres que suman sus azules, violetas y amarillos a los colores de la tierra.
Admirando de lejos el viejo molino inglés y esas dos mujeres que lavan ropa, aprovechando el surgente de agua que por suerte no falta en el pueblo. Fuimos caminando acompañados de los fantasmas, de ayer y de hoy, de la gente de Yavi y de nosotros mismos. El silencio era tan inmóvil como ensordecedor. Porque en él habitaban las voces de todas esas presencias en un tiempo único.

En una casa, un cartel y el nombre de Marisol Flores. Constantina y su sonrisa solar. Ya estamos dentro conversando con la guía, viendo fotos y descripciones de pinturas en la roca y haciendo una cita para mañana a las 10 de la mañana. Empiezo a creer en la energía de Yavi y en esos acontecimientos lindos y causales.

Hora de almorzar en el comedor Tatiana, cuya propietaria Antonia, cocina junto al recinto de piso de tierra, humildes tablones de madera, hule florido y bancos toscos, que nos servirá de restaurant nuestros días en Yavi.
Probamos sus ricas pizzas, algún guiso de quinua y algo más que no recuerdo. Nos encariñamos con esa mujer dulce y pequeña.
Notamos que Antonia, hace las cuentas con la ayuda de los comensales, enumera las comidas con sus precios y espera que nosotros digamos el total a pagar. Nos entristeció darnos cuenta que Antonia (luego lo confirmamos) no sabe leer. Y nos apenó la probabilidad de que alguien intente engañarla si lo descubre.

Las noches son lluviosas en Yavi, protegidos por el adobe de la Casona, escuchamos el sonido con placer y tomamos coraje para salir por la cena. Al otro día iremos caminando hasta Yavi Chico, hermano menor de Yavi.
Pero nos olvidamos que teníamos cita hecha con Marisol y pensamos ir a avisarle antes de partir. No nos da tiempo porque aparece temprano y sonriente en nuestro hostel, dice que los perros han ladrado y ha pensado que éramos nosotros, pero al no ver a nadie, se decidió a venir a buscarnos. Creo que nuestros fantasmas fueron a avisarle de los nuevos planes. Maravilloso.

Mariano, apodado "tu primo" por Patricio, iba a acompañarnos en la caminata, pero parece que se quedó dormido y sin saber cual era su habitación nada pudimos hacer por él, jaja.
La ida a Yavi Chico fue fantástica, toda una aventura al entrar por la parte trasera del pueblo, sorteando múltiples obstáculos. Visitamos la pequeña iglesia y el Museo Mamá Antonia y Tata Portal, intentamos cruzar el río para visitar el yacimiento arqueológico sin éxito y comimos en la despensa de Marta Luna.
Sólo puedo decir que el cielo esa mañana estaba mágico, las nubes y los reflejos en el agua eran de no creer.
En nuestra visita tuvimos un guía canino que nos acompañó por todo el pueblo y además caminó delante nuestro (cada tanto se paraba, se daba vuelta, nos miraba ansioso y su mirada decía: apuren che !!! ) hasta llegar a Yavi, donde lo perdimos por otros compañeros de correrías, pero perrunas.
Ahhh olvidé decirles que casi llegando nos cruzamos a Mariano, quien venía caminando tranquilamente con un paso que decía: que lindo día el de hoy, es tarde pero no importa, ya voy a llegar, que lindas son estas caminatas... (cuántas cosas se pueden deducir de un modo de caminar no?)

Estamos sentados en la roca de la montaña con Marisol, si lo pienso mucho me da vértigo, entonces me dedico a escuchar los relatos de esa joven mujer que hablan de las creencias que tan excéntricas me parecen. Desde ahí arriba podemos ver la tumba al lado del río. Según ellos el hombre fue engañado por el diablo que se transfiguró en su novia, arrastrado hasta que cayó al abismo. Hacía tiempo que Marisol no se animaba a venir por aquí. Ellos son muy creyentes y no osan mencionarlo, por eso lo llaman El Tío, como el  hermano de Dios. Siguen los relatos de posesiones, curanderos y las ofrendas a la Pachachama como protectora. Y Virginia se pone pálida y ríe nerviosa, Patricio se muestra más excitado que nunca, Marisol habla como si le hubieran dado cuerda y yo no sé si quiero irme o quedarme.

Con Patricio buscamos una calculadora por todo Yavi para regalarle a Antonia, que aprenda a hacer sus cuentas y no dependa más de la ayuda ajena. Para eso buscamos a Marisol, le contamos nuestra idea y le pedimos que enseñe a utilizarla a Antonia. No encontramos calculadora, quedamos en comprarla en Villazón y mandarla con el remissero que nos trajo. Mientras urdimos nuestro estratagema me doy cuenta que una increíble luna llena se ha posado sobre Yavi. Enseguida saco la cámara y me dispongo a captar esa belleza. Es como la mejor despedida que el cielo nos ofrece, en nuestra última noche ahí. Al fondo de la calle pasa caminando Mariano, "mi primo" con su andar característico, Patricio me lo comenta y no sé... pero siento como si fuéramos todos parte de una trama secreta, jaja.

A la mañana temprano desayuné con mates y las dos medialunas del día anterior, Patricio y Virginia siguen durmiendo, entonces con Mariano nos encaminamos hasta la Iglesia que todavía no hemos podido ver por dentro. Alucinando con tantos retablos de oro y figuras humanizadas y tanto clima ahí adentro. Bueno después de todo era la Iglesia de un Marquesado no?
Dentro del remisse que nos lleva a La Quiaca tengo la sensación de estar abandonando a un ser querido, me duele dejarte Yavi pienso (y además me doy cuenta que no me había pasado antes) Dejamos atrás a los 7 Hermanos, mientras hablamos de cualquier cosa.
Bajando en la Quiaca fui víctima de un soroche espantoso, perdí a los chicos y me preocupé en sobrevivir al mal momento.
Poco tiempo después me enteré que Patricio había comprado la calculadora y la había mandado a Antonia. Respiré con alivio.

Muchos dicen que es un pueblo fantasma, yo sólo puedo decir que mi encuentro con los fantasmas fue memorable.

Por Tandilia

Primeramente voy a recomendarles que antes de ir a un lugar reserven hostel, hotel, hostal, residencial, alojamiento, etc.
Parece que este año estoy más terca que nunca y se me ha ocurrido llegar a los lugares sin reservación. Gran error. Es temporada baja, no es fin de semana largo, cual es el problema, para que voy a hacer reservación, mi razonamiento.
Cuestión es que al llegar a Tandil con dirección y teléfono de dos hostels, no encontré a nadie en ninguno de los dos y nadie tampoco respondía a mis llamadas, así que caminé y caminé, subí a taxis, bajé de taxis, con el pesado mochilón y ya decidida a volverme porque no disponía del dinero que cuesta cualquier hotel.

Se ve luz en Casa Chango


Después de esperar a que Antonino Bar abriera sus puertas para tomarme un café calentito (no era sólo el café, sino que tenía que ser ahí) parada en la vereda de enfrente y charlando con el párroco Raúl, quien me ofrecía guardar la mochila para andar más liviana y me contaba del peligro que cayera parte del techo de la iglesia en algún bautismo o comunión; me decidí a ir por última vez a probar suerte a mi hostel. (la otra opción era uno que se encontraba muy alejado del centro y eso no me hacía nada de gracia... así que ahí estaba dejando el tiempo pasar)
Casa Chango iluminada me dice que no todo es tan terrible todo el tiempo y podía tomar el cafecito en el centro más tarde. Estaba de parabienes. El recuerdo de una tarde tortuosa se borró como por arte de magia.
Liberé a mi mochila como si fuera un rehén y tras una breve charla con Chango, tomé unos mates, y a recorrer el centro de noche.

Palacio Municipal

Dudo de si tomar el cafecito en el deseado Antonino o en el Bar Tito, también pintoresco y célebre, del año 1934 (los dos se encuentran frente a la Plaza Independencia), también dudo de, si a esa hora corresponde merienda o cena y como de nuevo veo luz en el Palacio Municipal me mando ya sin dudarlo.
Entré muy decidida vislumbrando el esplendor de tal sitio. Pregunté al guardia de la entrada si estaba a tiempo y no sólo dijo que si, me paseó por todo el edificio como un guía de primera línea hablando de la escultura de Boero que milagrosamente encontraron en un remate, el falso estuco de las columnas que parece mármol, el hermoso Salón Blanco copia del Palacio Chantilly, los retratos de los intendentes, la fuente de agua del patio, el paseo de la Cultura.
Me sorprendió la cultura y el interés del guardia-guía, no me lo esperaba. Al final nos desencontramos en el paseo y no puede agradecerle ni despedirme. La atención al turista es deluxe, se los puedo asegurar.

Bar Tito

Luego de una interesante charla con la encargada de la Oficina de Turismo y de salir repleta de planos, recorridos, folletos e indicaciones, me meto en el Bar Tito.
Por suerte en todas las ciudades existen esos bares donde por un momento entramos en otro tiempo. Con el espejo antiguo que duplica la noche de sábado ahí dentro. Con los mozos jóvenes y eficientes que portan cartas y bandejas. Con los afiches de Casablanca y Pancho Villa y Ginebra Bols. Con las mesas llenas de caras relajadas, gentes de historias tan comunes como excepcionales. Como el murmullo de grillos, copas, tenedores, rechinar de sillas y una risa (aislada y desvergonzada) de repente.

Parque Independencia

Mañana fría. Bufanda. Planos. Agua. Desayuno sola en el hostel. Rumbo al Parque Independencia. Me asombra lo limpio y prolijo que es Tandil. En cada plaza, en cada esquina un monumento, un mural, un detalle de arte.
Trepo escalones irregulares mientras empiezo a sacarme la ropa que ya empieza a incomodarme. Fotografío desde abajo, el que empieza a ser y será el Castillo Morisco.
Observo Tandil desde las alturas. Que lindo se ve. Observo a la gente que como yo observa belleza y se siente observada. Algunos están instalados tomando mate como habitués y cerca del Monumento a Martín Rodríguez fundador de la ciudad (a quien confundí con San Martín) pido a una pareja la única foto posando (la prueba de mi paso por ahí, ja).
Busco las escaleras que me permiten ir directo hasta el lago y no tener que dar un rodeo.

Llegando al lago compruebo que es un día azul
Entre el color del agua y el del cielo, hacen una atmósfera azul que nos va impreganando a  los que andamos por ahí.
La zona del lago con su dique es hermosa, me llena de tranquilidad, de aire fresco y ya lo dije antes, de azul.
Los pescadores en el puente, los deportistas, los tomadores de mate domingueros, los locales y los visitantes, la estatua de Don Fugl, el mirador del lago... todos convivimos en armonía natural, jaj.

Contra los molinos de viento
Sigo por la senda peatonal, me paro un rato al lado del Fundidor y luego de unos minutos llego a la base del cerro, donde luego, después de trepar duro y parejo, sufrir frío y calor alternadamente y jadear maldiciendo montañas, me encontraré a solas y en exclusiva con la pareja de andantes manchegos, Don Quijote y Sancho Panza. (No les contaré de nuestra conversación; es absolutamente secreta)
Junto a ellos, una pequeña capilla de madera con forma de montaña, resguarda de los altos vientos a la Madre de los Cerros.

Feria artesanal y vuelta

Me pierdo un rato en la feria artesanal, después de mirar el empequeñecido Manantial Gardey y empiezo a volver al centro por la pintoresca Avenida Alvear, que muestra en la rambla que la divide carteles con las bellezas de Tandil.
Pasé por Almacén de Quesos, sólo por conocer la única casa de la ciudad que se mantiene colonial y con una esquina sin ochava. El lugar presenta como una vieja pulpería con todo tipo de fiambres, quesos y un patio muy familiar de comidas.

Cerro Calvario

Camino despacio por Avenida España, rumbo al Calvario (que hice de chica y del cual solo recuerdo los escalones). Atardece y pienso que es un horario ideal para hacer esta visita. Busco la Capilla de Santa Gemma y empiezo a subir junto a las distintas estaciones de lo que fue el Gólgota. La luz del sol se cuela por los árboles y las esculturas trágicas aparecen casi siniestras en algunos momentos. El Cristo se alza en la enorme cruz y sólo puedo mirar los miles de pañuelos atados en los barandales de su base como expresión de fé: la esperanza se hace nudos, seca lágrimas y se aferra a los días.

Finalizando

Me quedaron por ver la Piedra Movediza, a la que se puede llegar en colectivo desde el centro y el Cerro el Centinela, donde se pueden usar las aerosillas, pero el único acceso es por medio de taxi o coche particular. También dejo para la próxima el Cerrito de San Martín, el Museo Tradicionalista y otras tantas cosas más.
Recomiendo el Museo de Arte Contemporáneo donde había muestras de Gaby Herbstein y Luis Benedit.
La Iglesia del Santísimo Sacramento y el Museo de Arte Sacro, la feria de artesanías de la Plaza y todo el centro.
Es una ciudad muy linda para caminarla, pero las distancias son grandes entre una y otra atracción, no hagan como yo, y toménse algún taxi, jaja.
Yo por mi parte volveré, espero que este diario les sea de alguna ayuda o inspiración.