Desde la zona del mercado de la Quiaca con su profusión de mujeres cargando bolsas y guagas, vendedores, especias, olores intensos y algunas palabras en quechua, voy a llegar al pequeño pueblo de Yavi distante unos pocos kilómetros, en un coche último modelo de color azul, conducido por un muchacho cobrizo, cabello largo y grasoso sostenido por una vincha.
El hecho de que la única forma de llegar sea en remisses particulares, apretándome con gente del pueblo, que viaja cargada de comestibles, es pintoresca desde ya.
La idea de arribar por fín a este sitio, me resulta emocionante, (en el tiempo en que he esperado conocerlo) lo he ido construyendo en base a relatos y emociones ajenas, retazos de fotografías, intuiciones musicales, rechazos indiscutibles, pedacitos de mapas, etc. Cuando nos formamos una idea de los lugares, que resulta siempre mítica y lejana, la confrontación luego es fundamental y sorpresiva.
En Humahuaca, María Elena me había dicho conversando de Yavi y las percepciones tan divergentes que provoca: Yavi te acepta o te rechaza… y yo me había quedado mirándola con los ojos bien abiertos, con una mezcla de descreimiento y fascinación, porque esas cuestiones de energía me pueden. Y ella me observaba sin bajar la mirada, sin disminuir su intensidad, como diciéndome: no lo dudes, es así como yo lo digo…
Aterrizaje en la luna
Todas las llegadas a sitios desconocidos son como “alunizajes”. Descender de la nave, observar el territorio inexplorado con lentos movimientos de cabeza, adaptarse al cambio gravitacional y comenzar con las caminatas de reconocimiento.
A primera vista Yavi parece un lugar abandonado del mundo, abandonado por sus pobladores, abandonado por el progreso… pero es un pueblito abandonado realmente?
Ya he leído sobre “un pueblo fantasma”, “un sitio prácticamente desierto”, etc. Podría decir, mejor me vuelvo para la Quiaca, me voy a comprar a Villazón, pero sé que Yavi tiene en sus capas profundas mucho más para darme de lo que mis ojos pueden ver.
En el Museo del Marqués de Tojo pude pasearme por las amplias estancias entre objetos de lujo, ostentosos muebles, cuadros de la Escuela Cusqueña, el carruaje que el noble utilizaba para pasear por el pueblo, los primeros implementos de la minería local, relatos con las historias de poderosos y sometidos, sublevaciones de la tierra, lirismos a Yavi de escritores conocidos y tiempos de sangre y flores.
La empleada del Museo nos dijo sólo se permiten 10 fotos por persona, pero nunca nos controló la cámara al salir.
La Casa Hacienda perteneció a Pablo Fernández de Obando y tras el casamiento de su hija Juana Clemencia, pasó a ser propietario su yerno, el primer Marqués del Valle de Tojo. No me digan que no es bizarro que en un pueblito como Yavi hubiera habido un Marquesado? De no estar ahí hubiera sido difícil creerlo.
Parece que Yavi fue cabeza de departamento, un lugar próspero y bastante habitado, hasta que el ferrocarril llegó a la Quiaca y Yavi pasó de ser centro, a casi olvidado del mundo.
En el patio del Museo nos encontramos con Constantina. Esta mujer madura nos sonrió con la dentadura a pleno, sin guardar nada para sí. Nos sonrió con los ojos, con las manos. Fue esa, una gran sonrisa solar. Por ella nos enteramos que alli funciona la biblioteca del pueblo que ella se encarga de atender. Y también nos enteramos de que hay alguien que puede ayudarnos a encontrar las pinturas rupestres que solos no pudimos localizar. Marisol Flores, es la encargada. Pero no doy importancia a esto último y me voy pensando si todas las personas serán tan simpáticas por aquí.
Caminamos las solitarias calles del pueblo, de piedras silenciosas y memoriosas, inspirando subidas y respirando bajadas. Observando las parvas de paja que recubriran los desmejorados techos, de casas calientes de adobe. Viendo como las vacas pastan en medio del pueblo, muy cerca de una puerta o una ventana abierta.
Acercándonos al río que corre torrentoso y turbio en esta época del año y se recorta contra el azul plomizo del cielo tan cargado. Enfrente crecen las flores silvestres que suman sus azules, violetas y amarillos a los colores de la tierra.
Admirando de lejos el viejo molino inglés y esas dos mujeres que lavan ropa, aprovechando el surgente de agua que por suerte no falta en el pueblo. Fuimos caminando acompañados de los fantasmas, de ayer y de hoy, de la gente de Yavi y de nosotros mismos. El silencio era tan inmóvil como ensordecedor. Porque en él habitaban las voces de todas esas presencias en un tiempo único.
En una casa, un cartel y el nombre de Marisol Flores. Constantina y su sonrisa solar. Ya estamos dentro conversando con la guía, viendo fotos y descripciones de pinturas en la roca y haciendo una cita para mañana a las 10 de la mañana. Empiezo a creer en la energía de Yavi y en esos acontecimientos lindos y causales.
Hora de almorzar en el comedor Tatiana, cuya propietaria Antonia, cocina junto al recinto de piso de tierra, humildes tablones de madera, hule florido y bancos toscos, que nos servirá de restaurant nuestros días en Yavi.
Probamos sus ricas pizzas, algún guiso de quinua y algo más que no recuerdo. Nos encariñamos con esa mujer dulce y pequeña.
Notamos que Antonia, hace las cuentas con la ayuda de los comensales, enumera las comidas con sus precios y espera que nosotros digamos el total a pagar. Nos entristeció darnos cuenta que Antonia (luego lo confirmamos) no sabe leer. Y nos apenó la probabilidad de que alguien intente engañarla si lo descubre.
Las noches son lluviosas en Yavi, protegidos por el adobe de la Casona, escuchamos el sonido con placer y tomamos coraje para salir por la cena. Al otro día iremos caminando hasta Yavi Chico, hermano menor de Yavi.
Pero nos olvidamos que teníamos cita hecha con Marisol y pensamos ir a avisarle antes de partir. No nos da tiempo porque aparece temprano y sonriente en nuestro hostel, dice que los perros han ladrado y ha pensado que éramos nosotros, pero al no ver a nadie, se decidió a venir a buscarnos. Creo que nuestros fantasmas fueron a avisarle de los nuevos planes. Maravilloso.
Mariano, apodado "tu primo" por Patricio, iba a acompañarnos en la caminata, pero parece que se quedó dormido y sin saber cual era su habitación nada pudimos hacer por él, jaja.
La ida a Yavi Chico fue fantástica, toda una aventura al entrar por la parte trasera del pueblo, sorteando múltiples obstáculos. Visitamos la pequeña iglesia y el Museo Mamá Antonia y Tata Portal, intentamos cruzar el río para visitar el yacimiento arqueológico sin éxito y comimos en la despensa de Marta Luna.
Sólo puedo decir que el cielo esa mañana estaba mágico, las nubes y los reflejos en el agua eran de no creer.
En nuestra visita tuvimos un guía canino que nos acompañó por todo el pueblo y además caminó delante nuestro (cada tanto se paraba, se daba vuelta, nos miraba ansioso y su mirada decía: apuren che !!! ) hasta llegar a Yavi, donde lo perdimos por otros compañeros de correrías, pero perrunas.
Ahhh olvidé decirles que casi llegando nos cruzamos a Mariano, quien venía caminando tranquilamente con un paso que decía: que lindo día el de hoy, es tarde pero no importa, ya voy a llegar, que lindas son estas caminatas... (cuántas cosas se pueden deducir de un modo de caminar no?)
Estamos sentados en la roca de la montaña con Marisol, si lo pienso mucho me da vértigo, entonces me dedico a escuchar los relatos de esa joven mujer que hablan de las creencias que tan excéntricas me parecen. Desde ahí arriba podemos ver la tumba al lado del río. Según ellos el hombre fue engañado por el diablo que se transfiguró en su novia, arrastrado hasta que cayó al abismo. Hacía tiempo que Marisol no se animaba a venir por aquí. Ellos son muy creyentes y no osan mencionarlo, por eso lo llaman El Tío, como el hermano de Dios. Siguen los relatos de posesiones, curanderos y las ofrendas a la Pachachama como protectora. Y Virginia se pone pálida y ríe nerviosa, Patricio se muestra más excitado que nunca, Marisol habla como si le hubieran dado cuerda y yo no sé si quiero irme o quedarme.
Con Patricio buscamos una calculadora por todo Yavi para regalarle a Antonia, que aprenda a hacer sus cuentas y no dependa más de la ayuda ajena. Para eso buscamos a Marisol, le contamos nuestra idea y le pedimos que enseñe a utilizarla a Antonia. No encontramos calculadora, quedamos en comprarla en Villazón y mandarla con el remissero que nos trajo. Mientras urdimos nuestro estratagema me doy cuenta que una increíble luna llena se ha posado sobre Yavi. Enseguida saco la cámara y me dispongo a captar esa belleza. Es como la mejor despedida que el cielo nos ofrece, en nuestra última noche ahí. Al fondo de la calle pasa caminando Mariano, "mi primo" con su andar característico, Patricio me lo comenta y no sé... pero siento como si fuéramos todos parte de una trama secreta, jaja.
A la mañana temprano desayuné con mates y las dos medialunas del día anterior, Patricio y Virginia siguen durmiendo, entonces con Mariano nos encaminamos hasta la Iglesia que todavía no hemos podido ver por dentro. Alucinando con tantos retablos de oro y figuras humanizadas y tanto clima ahí adentro. Bueno después de todo era la Iglesia de un Marquesado no?
Dentro del remisse que nos lleva a La Quiaca tengo la sensación de estar abandonando a un ser querido, me duele dejarte Yavi pienso (y además me doy cuenta que no me había pasado antes) Dejamos atrás a los 7 Hermanos, mientras hablamos de cualquier cosa.
Bajando en la Quiaca fui víctima de un soroche espantoso, perdí a los chicos y me preocupé en sobrevivir al mal momento.
Poco tiempo después me enteré que Patricio había comprado la calculadora y la había mandado a Antonia. Respiré con alivio.
Muchos dicen que es un pueblo fantasma, yo sólo puedo decir que mi encuentro con los fantasmas fue memorable.
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