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martes, 15 de junio de 2010

LOS ÁNGELES DE BUENOS AIRES TOMAN CAFÉ. 2

Café de los Angelitos

Dorys no es un ángel. Pero como si lo fuera. Ella nos habla de Los Angelitos. Ni lerda ni perezosa le pregunto la dirección exacta y mirando el mapa de subtes, me sitúo. Me imagino, ansiosa, en ese lugar mítico y porteño, del barrio de Once.

Y de nuevo nos dejamos perder con Gigi. Esta vez en el subterráneo. Hablando de viajes, de sueños, deseamos extraviarnos. Varias veces nos pasamos de estación y debemos volver hacia atrás. Siempre alguien que nos pide el plano, nos auxilia, nos aconseja, nos dice que ya debemos bajar. Se nos ha hecho costumbre eso de ser tan distraídas. Algo primordial, casi necesario.

Pensamos si algún día llegaremos al café. Caminamos por Rivadavia y en la esquina de Rincón lo divisamos. Una emoción oculta nos embarga. Muy distinto al Tortoni, una esquina con enormes vidrieras y un vitreaux muy llamativo en la puerta de entrada. Aquí no hay que hacer cola.

Enseguida percibo el aura de los viejos cafés. Las pequeñas mesas y sillas de madera, sencillas pero lustrosas, sobre esos pisos que parecen unos tapices de marrones, beiges y chocolates. Es un día feriado y la gente se ve tranquila ocupando las mesas de a dos. Algunos con cafés, otros con almuerzos. Pensar que los que venían a este café en las viejas épocas no eran para nada unos angelitos. De ahí su irónico nombre.

Nos sentamos en las mesas de almorzar, las que tienen el cubierto puesto. Ñoquis y tostados pedimos. No puedo dejar de observar el hermoso techo con molduras y dorados. Una gran araña y en la enorme pared fotos en blanco y negro de nuestras celebridades: Jorge Luis, el chueco Fangio, Hugo del Carril, Pichuco Troilo y su bandoneón bajo una lluvia de estrellas, Santos Discépolo y en el centro, el lugar de honor, un pastel de Carlos Gardel.

Me dejo llevar por el telón colorado de las orquestas típicas, la pila de pan dulces bajo la pareja tanguera al estilo Tiffany, la escalera que baja al baño con alfombra rojo Oscars, el tipo en musculosa de la mesa del fondo, el ir y venir de los mozos y bandejas, la gente que pasa frente a las enormes vidrieras.

Aspiré profundo y mirando hacia arriba pude ver los ángeles volar.

LOS ÁNGELES DE BUENOS AIRES TOMAN CAFÉ. 1

Café Tortoni

Caminamos por calle Florida dejándonos llevar por la marea de andantes presurosos y aludiendo a las fotografías de la Dama Parisina. Que agradable es abandonarse a las horas, al devenir de un día cualquiera de diciembre. Donde podríamos comer si ya es mediodía, nos preguntamos en voz alta. En una esquina, no sé cual, no importa su nombre; uno de esos hombres que aparecen como por arte de magia pone en nuestros oídos el nombre del Café Tortoni.

-Ese hombre nos habló y luego desapareció- dice Gigi.
-Ese hombre era…-digo.
-Un ángel! – dice Gigi.
-Eso es! Gracias por decirlo!- (digo aliviada)

Nos miramos como desde otro lugar, viendo nuestros ojos brillar.

Ahí estamos en Avenida de Mayo al 800, haciendo la fila de rigor en café tan célebre y concurrido. Cuando vemos salir a la Dama Parisina y sus compañeras del lugar, confirmamos nuestra fantástica sospecha. Este no es un día cualquiera de diciembre y las señoras nos han dejado su mesa.

La dimensión del Tortoni me dejó boquiabierta. Si las palabras tuvieran algún valor en ese momento les diría que se siente. Se siente el ambiente tanguero y malevo del 900, en medio de ese boulevard a la parisina. Se sienten las acaloradas charlas literarias en torno a las pequeñas mesas. Se escucha la voz cansada de Borges; se presiente la mirada melancólica de Alfonsina; mientras una luz destella en la sonrisa del Zorzal. La puerta se abre violentamente y un par de turistas rubios accionan su cámara y la puerta se vuelve a cerrar. Retorno a la realidad.

Llega el mozo con los sándwiches y el café. Un diario se despliega en la mesa de al lado. Cada una de ellas es un planeta en movimiento en esta gran galaxia. Ante la mirada cómplice de uno de los mozos me levanto cámara en mano con intención de desafiar el laberinto y como Alicia traspasar el gran espejo que magnifica la dimensión del café. Y me pierdo.

Una mujer a lo Modigliani llora lágrimas negras, desde sus ojos vacíos. El payaso le sonríe con sarcasmo.
La rubia y la morocha comparten fantásticamente el espacio de un tango.¿Tita habrá cantado a la Mireya?
El salón oscuro con telón rojo espera a que el público llegue y empiece la función. En la antigua peluquería un hombre solitario almuerza en penumbras. Un grupo de alemanes abandona una de las salas del Tortoni. Quisiera nunca escapar de ese laberinto.

lunes, 7 de junio de 2010

Cuando el camino es el único destino

Rodando entre Purmamarca y Susques, ascendiendo y descendiendo por la Cuesta de Lipán, cortando la blancura de Salinas Grandes con mirada no tan pura, sorbiendo los colores de las montañas a más no poder... me dí cuenta que el destino es una excusa para andar. Que sabio es el camino, sin decirnos nada cuanto no da.

El colectivo de los miércoles

Ni bien llegada a Purmamarca me entero que el colectivo que va a Susques pasa justo ese día. Sin pensarlo demasiado (lo hace solo dos veces por semana) vuelvo rápidamente al hostal y levanto campamento. No acabo de pisar tierra y a embarcarme de nuevo.
No sé bien por que, pero quería ir a Susques. Una amiga me habló de este sitio marrón, la iglesia que ví en el diario de un viajero y el hecho de encontrarse tan apartado de la ruta más turística fueron los detonantes. Suficiente.

La Cuesta de Lipán

Cuando nos alejamos de los colores, los marrones empiezan a copar el paisaje, las montañas son imponentes, algunas formas surreales, piedras castillos, cactus colosales, precipicios agudos.
Empezamos a ascender en una ruta vertiginosa. Trepamos la montaña, poco a poco se van viendo los vehículos que vienen atrás, allá abajo. Las curvas son cerradísimas y al observarlas muy concentrada desde la ventanilla, me quedo sin respiración. Pero las vistas me dejan sin palabras (si tuviera con quien hablar) y junto con la adrenalina del camino, estoy casi en estado de trance. Me gustaría tener dos cabezas para mirar a ambos lados de la ruta.
Y al fín llegamos a la cima de la cuesta, como un gran mirador se ve el camino que dejamos allá, un gran dibujo con muchas curvas, un zig zag impreso en los marrones de las montañas.

La Tortuga


Otra amiga me mencionó a La Tortuga, mejor dicho a la piedra con forma de tortuga (la misma que me contó del Ombligo de la Quebrada que nunca pude ver).
Sabía que se encontraba al final de la Cuesta de Lipán y antes de Salinas Grandes, así que me esforcé por divisar toda piedra grande en la lejanía y otorgarle formas de lo que sea.
Cuando me doy cuenta que pasamos la Tan Famosa Tortuga, ya es tarde para sacarle la foto !!!!! (en que me habré distraído???) ella muestra la particular forma sólo por unos instantes, así que cuando quise tomarla sólo era una piedra (con forma de piedra).
A la vuelta estaré más atenta y lo lograré !!!

Salinas Grandes

No puedo negar que los salares y desiertos me fascinan. Entrar en esa condición de sueño del paisaje es demasiado tentador. Esta vez voy a mirarlas desde la ruta, ya que si quiero ir a Susques, debo volver en excursión a las Salinas desde Purmamarca, y no tengo ganas de repetir el camino durante dos días.
La blanca extensión se me presenta como un fulgor inevitable y sospecho que estamos hiriendo su pureza con nuestras miradas.
Presiento que es el silencio perfecto. No se necesitan palabras y si las hubiera, no se atreverían.

Susques

Este pueblito recio y tierno, marrón de siglos de tierra, era mi destino y sin duda lo fue.
Me encontré con su Iglesia, infantil, hermosa, llena de amor y fé. De flores, de santos, frescos y penumbras. Hablé con su gente sencilla y parca, curtidos por la dureza de la puna, pero gente de su tierra al fín.
Al final el camino también fue destino (hagánlo !!!) y el destino fue camino.. en fín, a veces las cosas no son como decimos o nos dicen o creemos (y a veces sí).

Iglesias 2. Los ángeles arcabuceros de la Quebrada. (Uquía)

Uquía es un pequeño pueblo de la Quebrada, a unos minutos de Humahuaca, que ostenta el orgullo de enmarcar la bonita Iglesia de la Santa Cruz y de San Francisco de Paula.
Es de una arquitectura muy sencilla, con la particularidad de una torre campanario independiente del cuerpo principal.
Ya en el interior también simple y muy cálido observamos boquiabiertos (al menos los fanáticos del arte como yo) un increíble retablo de oro y una colección de 10 cuadros de los famosos Angeles Arcabuceros.

Llegué allí desde la Terminal de Humahuaca, en un micro de esos tipo de línea, que levantan y bajan gente en todos lados (después de esperar casi dos horas una combi que hace ese trayecto, justo y sin saberlo en su tiempo de receso, ya que fuera de eso su frecuencia es de uno cada hora)

Divisé la Iglesia a lo lejos, me bajé en la garita y crucé la ruta hacia el pueblo. Pasando la plaza, miré de reojo la colorida feria de artesanías y me dirigí directo a mi objetivo.

Entro con un grupo de turistas en tour (valga la redundancia) liderados por su guía. El guardián firme junto al portal manifiesta con voz segura que aquí no se admiten fotos. Le pregunto insistente: Y sin flash??... Ni con flash ni sin flash, argumenta más serio que nunca. Bueno, bueno, me olvidaré a la fuerza de las fotos, señor guardián.

Uquía. Un nombre de pueblo. Uhhhhh-quía, uhhh-quía, uhhhhhhhh-quía. Un grito de guerra. Hombres bravos defendiendo sus tierras. Gritos guturales de indios de la Quebrada. Uhhhhh-quía. Los hombres blancos lo escucharon atentamente. Uquía. Los hombres blancos luego poblaron ahí. Levantaron una iglesia. Uquía significa el grito de los hombres oscuros cuidando sus tierras altas.

Y los hombres blancos llegaron acompañados de ángeles o de dioses, ricamente vestidos, empuñando sus armas. Portaban sus rifles para proteger y hacer valer a su Dios Blanco. Y la gente de acá vio esos ejércitos de hermosos hombres alados con arcabuces.

Mientras escucho al guía relatar (yo ahí polizonte sin querer) vienen a mí las clases de historia del arte, y la fascinación por nuestra América híbrida, consecuencia del encuentro/choque de dos culturas tan disímiles (dejando de lado juicios históricos) tan maravillosamente plasmado en un arte generoso que representa todo lo que es posible creer, la niñez de un comienzo y el virtuosismo maduro, el Dios y los Mil Dioses.
Recordé a la Virgen María y San José mascando coca en el Museo del Qorikancha, un cuadro del Cerro Sumaj Orcko con la cabeza de la Virgen en la cima, en tierras de Potosí y al Cristo moreno de los Temblores de Cuzco.

Vuelvo a mí en el momento en que una mujer intenta pasar al guardián sacando una foto prohibida. Luz de flash. El grito seco del señor que hace valer la ley de su sitio. De repente no vuela ni una mosca. Todos nos sentimos apenados.

Los cuadros de los Angeles Arcabuceros eran 12, dice el guía, pero volvieron 10 una vez que fueron mandados a restaurar. Estas son invaluables obras de la Escuela Cuzqueña.
Existen otros ángeles en Bolivia y Perú. En Argentina, Uquía es el único sitio que ostenta ese privilegio.

El altar refulge en oros y los santos guardan orden en los nichos.
Al pasar junto a la entrada veo la llave de plata. Enorme llave de casi medio kilo. La miro incrédula. El hombre me permite sopesarla con una mirada de orgullo. Semejante llave necesita un guardián con todas las letras. Y esa Iglesia merece semejante llave. El guardián lo sabe bien, su ojos y el tono de su voz lo demuestran.

En la garita espero la combi (que esta vez pude tomar). En la parte de atrás del boleto que el chofer me entrega leo “Transportes Armagedón” (esa parte de la Biblia, libro del Apocalipsis, donde dice en el año mil vendrá la bestia para luchar contra Dios, pero será vencida por Jesucristo y sus ángeles) Serán esos los arcabuceros??
Sigue subiendo gente en la combi. Suena inequívoca la música de cumbia típica en estos viajes. Los paisajes pasan veloces, cada vez más cerca de Humahuaca.

Iglesias 1. Perdida del mundo. (Susques)

Perder, encontrar

Para perderse del mundo hay que transitar caminos desconocidos, poco accesibles, con promesa de imposibles. Y ahí plantarse, echar cimientos. Ahí donde las rutas más transitadas se fueron lejos.
Para encontrar hay que ensayar nuevas miradas, emprender rumbos inciertos, entregarse a la incertidumbre, al azar del camino, recorrer calles trilladas con nuevos pies.

Primer encuentro

Ahí la veo a eso de las 7 de la tarde. Solitaria como los últimos rayos de sol que caen ya oblícuos.
Generosa y primitiva. Con su gran atrio y ella en el centro. Amarilla de siglos solares, con las manchas de barro tan típicas de esta zona. Es el barro que cae de los techos de paja en la época de lluvias. Es como un llanto de la tierra si nos dejamos llevar por la imaginación.
Yo también estoy sola y por eso la comprendo en su soledad más que nunca.
Franqueo el portal y deambulo por el atrio, mirando las capillas posas en sus esquinas e imaginando. Imaginando las procesiones ahí dentro, vírgenes en andas, devotos solemnes y pulcros. Las vueltas y vueltas como un afirmarse de la fé.
Me voy porque no puedo verla por dentro. No puedo más que imaginar. Me voy dejando que la noche caiga y esperando que el día naciente decida.

Iglesias

Me atraen demasiado, aun sin ser creyente. Puedo ir a un pueblo ínfimo, sólo si tiene una que valga la pena ver.
Lo que me emociona de ellas (o no) es sentir la fé materializada en sus estructuras, hechas amorosamente (o no).

Segundo encuentro acompañado del tibio sol mañanero


Nuestra Señora de Belén resplandece con los primeros rayos curvos y amables de las nueve de la mañana.
Elba barre diligentemente la vereda, junto al portal, levantando pequeñas tormentas de arena.
Yo camino hacia ella, observándola hacer y pensando en que suerte tuve, me sonrío hacia adentro.

Esta joya levantada en la puna jujeña es la iglesia más antigua de la provincia. Fue construída en 1598. Apenas unos cien años después de la llegada de Cristóbal a estas tierras.
Es Patrimonio Histórico Nacional desde 1943 y al verla puedo dar cuenta de ese gran acierto.

Fotos sin flash por favor

Sin duda estoy recorriendo una Iglesia hecha con amor. Este suple todas las falencias estructurales que ella pueda tener.
Columnas asimétricas, arqueadas, de distinto grosor. Paredes bolseadas de superficies irregulares.
Las puertas no respetan ningún eje, ningún equilibrio. Las maderas de cardón del techo se estructuran libremente, con la única función de sostener.
Las paredes están pintadas al fresco, al estilo de la escuela cuzqueña. Los santos miran a los ojos ofreciendo panes, las vírgenes parecen flotar en las paredes blancas.
El altar es un sueño infantil en colores, imágenes en cajitas de cristal, mantos de telar. Muchas flores, pintadas y de tela. Guardas contrastantes en los nichos, en los márgenes. Una sillita de madera de niño, espera tal vez al Jesús pequeño, al hijo del carpintero.
La niñez ingenua de la religión primera se me presenta como nunca.

Observo el púlpito blanco, elegante en su simpleza. Me meto en una sala lateral donde se guardan los elementos procesionales. Respiro por última vez ese aire fresco y denso. Salgo.

Elba habla

Agradecí a Elba por abrirme y dejarme ver su Iglesia. La felicité por la maravilla que conservan.
Ella me dijo que gracias al clima de la zona y a mantenerla mucho tiempo cerrada. El evitar el flash también ayuda a la conservación de los frescos.
No dejó de mencionar que la iglesia es Patrimonio Histórico Nacional. Aquí vino un arquitecto, midió, recorrió, sacó fotos. Pero nunca nos mandaron dinero. La Iglesia hay que
cuidarla, limpiarla. Mantener y renovar la paja de los techos. Los vecinos nos encargamos de eso. Dinero nunca hemos recibido.

Me despido prometiendo a Elba escribir este diario. Me marcho reflexionando de cómo se cuida, se conserva y se revaloriza el legado de los pueblos, las culturas originarias:
¿Con leyes que no son más que papel?

Con el amor del pueblo susqueño y nada más.