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martes, 15 de junio de 2010

LOS ÁNGELES DE BUENOS AIRES TOMAN CAFÉ. 1

Café Tortoni

Caminamos por calle Florida dejándonos llevar por la marea de andantes presurosos y aludiendo a las fotografías de la Dama Parisina. Que agradable es abandonarse a las horas, al devenir de un día cualquiera de diciembre. Donde podríamos comer si ya es mediodía, nos preguntamos en voz alta. En una esquina, no sé cual, no importa su nombre; uno de esos hombres que aparecen como por arte de magia pone en nuestros oídos el nombre del Café Tortoni.

-Ese hombre nos habló y luego desapareció- dice Gigi.
-Ese hombre era…-digo.
-Un ángel! – dice Gigi.
-Eso es! Gracias por decirlo!- (digo aliviada)

Nos miramos como desde otro lugar, viendo nuestros ojos brillar.

Ahí estamos en Avenida de Mayo al 800, haciendo la fila de rigor en café tan célebre y concurrido. Cuando vemos salir a la Dama Parisina y sus compañeras del lugar, confirmamos nuestra fantástica sospecha. Este no es un día cualquiera de diciembre y las señoras nos han dejado su mesa.

La dimensión del Tortoni me dejó boquiabierta. Si las palabras tuvieran algún valor en ese momento les diría que se siente. Se siente el ambiente tanguero y malevo del 900, en medio de ese boulevard a la parisina. Se sienten las acaloradas charlas literarias en torno a las pequeñas mesas. Se escucha la voz cansada de Borges; se presiente la mirada melancólica de Alfonsina; mientras una luz destella en la sonrisa del Zorzal. La puerta se abre violentamente y un par de turistas rubios accionan su cámara y la puerta se vuelve a cerrar. Retorno a la realidad.

Llega el mozo con los sándwiches y el café. Un diario se despliega en la mesa de al lado. Cada una de ellas es un planeta en movimiento en esta gran galaxia. Ante la mirada cómplice de uno de los mozos me levanto cámara en mano con intención de desafiar el laberinto y como Alicia traspasar el gran espejo que magnifica la dimensión del café. Y me pierdo.

Una mujer a lo Modigliani llora lágrimas negras, desde sus ojos vacíos. El payaso le sonríe con sarcasmo.
La rubia y la morocha comparten fantásticamente el espacio de un tango.¿Tita habrá cantado a la Mireya?
El salón oscuro con telón rojo espera a que el público llegue y empiece la función. En la antigua peluquería un hombre solitario almuerza en penumbras. Un grupo de alemanes abandona una de las salas del Tortoni. Quisiera nunca escapar de ese laberinto.

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