Perder, encontrar
Para perderse del mundo hay que transitar caminos desconocidos, poco accesibles, con promesa de imposibles. Y ahí plantarse, echar cimientos. Ahí donde las rutas más transitadas se fueron lejos.
Para encontrar hay que ensayar nuevas miradas, emprender rumbos inciertos, entregarse a la incertidumbre, al azar del camino, recorrer calles trilladas con nuevos pies.
Primer encuentro
Ahí la veo a eso de las 7 de la tarde. Solitaria como los últimos rayos de sol que caen ya oblícuos.
Generosa y primitiva. Con su gran atrio y ella en el centro. Amarilla de siglos solares, con las manchas de barro tan típicas de esta zona. Es el barro que cae de los techos de paja en la época de lluvias. Es como un llanto de la tierra si nos dejamos llevar por la imaginación.
Yo también estoy sola y por eso la comprendo en su soledad más que nunca.
Franqueo el portal y deambulo por el atrio, mirando las capillas posas en sus esquinas e imaginando. Imaginando las procesiones ahí dentro, vírgenes en andas, devotos solemnes y pulcros. Las vueltas y vueltas como un afirmarse de la fé.
Me voy porque no puedo verla por dentro. No puedo más que imaginar. Me voy dejando que la noche caiga y esperando que el día naciente decida.
Iglesias
Me atraen demasiado, aun sin ser creyente. Puedo ir a un pueblo ínfimo, sólo si tiene una que valga la pena ver.
Lo que me emociona de ellas (o no) es sentir la fé materializada en sus estructuras, hechas amorosamente (o no).
Segundo encuentro acompañado del tibio sol mañanero
Nuestra Señora de Belén resplandece con los primeros rayos curvos y amables de las nueve de la mañana.
Elba barre diligentemente la vereda, junto al portal, levantando pequeñas tormentas de arena.
Yo camino hacia ella, observándola hacer y pensando en que suerte tuve, me sonrío hacia adentro.
Esta joya levantada en la puna jujeña es la iglesia más antigua de la provincia. Fue construída en 1598. Apenas unos cien años después de la llegada de Cristóbal a estas tierras.
Es Patrimonio Histórico Nacional desde 1943 y al verla puedo dar cuenta de ese gran acierto.
Fotos sin flash por favor
Sin duda estoy recorriendo una Iglesia hecha con amor. Este suple todas las falencias estructurales que ella pueda tener.
Columnas asimétricas, arqueadas, de distinto grosor. Paredes bolseadas de superficies irregulares.
Las puertas no respetan ningún eje, ningún equilibrio. Las maderas de cardón del techo se estructuran libremente, con la única función de sostener.
Las paredes están pintadas al fresco, al estilo de la escuela cuzqueña. Los santos miran a los ojos ofreciendo panes, las vírgenes parecen flotar en las paredes blancas.
El altar es un sueño infantil en colores, imágenes en cajitas de cristal, mantos de telar. Muchas flores, pintadas y de tela. Guardas contrastantes en los nichos, en los márgenes. Una sillita de madera de niño, espera tal vez al Jesús pequeño, al hijo del carpintero.
La niñez ingenua de la religión primera se me presenta como nunca.
Observo el púlpito blanco, elegante en su simpleza. Me meto en una sala lateral donde se guardan los elementos procesionales. Respiro por última vez ese aire fresco y denso. Salgo.
Elba habla
Agradecí a Elba por abrirme y dejarme ver su Iglesia. La felicité por la maravilla que conservan.
Ella me dijo que gracias al clima de la zona y a mantenerla mucho tiempo cerrada. El evitar el flash también ayuda a la conservación de los frescos.
No dejó de mencionar que la iglesia es Patrimonio Histórico Nacional. Aquí vino un arquitecto, midió, recorrió, sacó fotos. Pero nunca nos mandaron dinero. La Iglesia hay que
cuidarla, limpiarla. Mantener y renovar la paja de los techos. Los vecinos nos encargamos de eso. Dinero nunca hemos recibido.
Me despido prometiendo a Elba escribir este diario. Me marcho reflexionando de cómo se cuida, se conserva y se revaloriza el legado de los pueblos, las culturas originarias:
¿Con leyes que no son más que papel?
Con el amor del pueblo susqueño y nada más.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario