Uquía es un pequeño pueblo de la Quebrada, a unos minutos de Humahuaca, que ostenta el orgullo de enmarcar la bonita Iglesia de la Santa Cruz y de San Francisco de Paula.
Es de una arquitectura muy sencilla, con la particularidad de una torre campanario independiente del cuerpo principal.
Ya en el interior también simple y muy cálido observamos boquiabiertos (al menos los fanáticos del arte como yo) un increíble retablo de oro y una colección de 10 cuadros de los famosos Angeles Arcabuceros.
Llegué allí desde la Terminal de Humahuaca, en un micro de esos tipo de línea, que levantan y bajan gente en todos lados (después de esperar casi dos horas una combi que hace ese trayecto, justo y sin saberlo en su tiempo de receso, ya que fuera de eso su frecuencia es de uno cada hora)
Divisé la Iglesia a lo lejos, me bajé en la garita y crucé la ruta hacia el pueblo. Pasando la plaza, miré de reojo la colorida feria de artesanías y me dirigí directo a mi objetivo.
Entro con un grupo de turistas en tour (valga la redundancia) liderados por su guía. El guardián firme junto al portal manifiesta con voz segura que aquí no se admiten fotos. Le pregunto insistente: Y sin flash??... Ni con flash ni sin flash, argumenta más serio que nunca. Bueno, bueno, me olvidaré a la fuerza de las fotos, señor guardián.
Uquía. Un nombre de pueblo. Uhhhhh-quía, uhhh-quía, uhhhhhhhh-quía. Un grito de guerra. Hombres bravos defendiendo sus tierras. Gritos guturales de indios de la Quebrada. Uhhhhh-quía. Los hombres blancos lo escucharon atentamente. Uquía. Los hombres blancos luego poblaron ahí. Levantaron una iglesia. Uquía significa el grito de los hombres oscuros cuidando sus tierras altas.
Y los hombres blancos llegaron acompañados de ángeles o de dioses, ricamente vestidos, empuñando sus armas. Portaban sus rifles para proteger y hacer valer a su Dios Blanco. Y la gente de acá vio esos ejércitos de hermosos hombres alados con arcabuces.
Mientras escucho al guía relatar (yo ahí polizonte sin querer) vienen a mí las clases de historia del arte, y la fascinación por nuestra América híbrida, consecuencia del encuentro/choque de dos culturas tan disímiles (dejando de lado juicios históricos) tan maravillosamente plasmado en un arte generoso que representa todo lo que es posible creer, la niñez de un comienzo y el virtuosismo maduro, el Dios y los Mil Dioses.
Recordé a la Virgen María y San José mascando coca en el Museo del Qorikancha, un cuadro del Cerro Sumaj Orcko con la cabeza de la Virgen en la cima, en tierras de Potosí y al Cristo moreno de los Temblores de Cuzco.
Vuelvo a mí en el momento en que una mujer intenta pasar al guardián sacando una foto prohibida. Luz de flash. El grito seco del señor que hace valer la ley de su sitio. De repente no vuela ni una mosca. Todos nos sentimos apenados.
Los cuadros de los Angeles Arcabuceros eran 12, dice el guía, pero volvieron 10 una vez que fueron mandados a restaurar. Estas son invaluables obras de la Escuela Cuzqueña.
Existen otros ángeles en Bolivia y Perú. En Argentina, Uquía es el único sitio que ostenta ese privilegio.
El altar refulge en oros y los santos guardan orden en los nichos.
Al pasar junto a la entrada veo la llave de plata. Enorme llave de casi medio kilo. La miro incrédula. El hombre me permite sopesarla con una mirada de orgullo. Semejante llave necesita un guardián con todas las letras. Y esa Iglesia merece semejante llave. El guardián lo sabe bien, su ojos y el tono de su voz lo demuestran.
En la garita espero la combi (que esta vez pude tomar). En la parte de atrás del boleto que el chofer me entrega leo “Transportes Armagedón” (esa parte de la Biblia, libro del Apocalipsis, donde dice en el año mil vendrá la bestia para luchar contra Dios, pero será vencida por Jesucristo y sus ángeles) Serán esos los arcabuceros??
Sigue subiendo gente en la combi. Suena inequívoca la música de cumbia típica en estos viajes. Los paisajes pasan veloces, cada vez más cerca de Humahuaca.
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