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jueves, 22 de julio de 2010

Por Tandilia

Primeramente voy a recomendarles que antes de ir a un lugar reserven hostel, hotel, hostal, residencial, alojamiento, etc.
Parece que este año estoy más terca que nunca y se me ha ocurrido llegar a los lugares sin reservación. Gran error. Es temporada baja, no es fin de semana largo, cual es el problema, para que voy a hacer reservación, mi razonamiento.
Cuestión es que al llegar a Tandil con dirección y teléfono de dos hostels, no encontré a nadie en ninguno de los dos y nadie tampoco respondía a mis llamadas, así que caminé y caminé, subí a taxis, bajé de taxis, con el pesado mochilón y ya decidida a volverme porque no disponía del dinero que cuesta cualquier hotel.

Se ve luz en Casa Chango


Después de esperar a que Antonino Bar abriera sus puertas para tomarme un café calentito (no era sólo el café, sino que tenía que ser ahí) parada en la vereda de enfrente y charlando con el párroco Raúl, quien me ofrecía guardar la mochila para andar más liviana y me contaba del peligro que cayera parte del techo de la iglesia en algún bautismo o comunión; me decidí a ir por última vez a probar suerte a mi hostel. (la otra opción era uno que se encontraba muy alejado del centro y eso no me hacía nada de gracia... así que ahí estaba dejando el tiempo pasar)
Casa Chango iluminada me dice que no todo es tan terrible todo el tiempo y podía tomar el cafecito en el centro más tarde. Estaba de parabienes. El recuerdo de una tarde tortuosa se borró como por arte de magia.
Liberé a mi mochila como si fuera un rehén y tras una breve charla con Chango, tomé unos mates, y a recorrer el centro de noche.

Palacio Municipal

Dudo de si tomar el cafecito en el deseado Antonino o en el Bar Tito, también pintoresco y célebre, del año 1934 (los dos se encuentran frente a la Plaza Independencia), también dudo de, si a esa hora corresponde merienda o cena y como de nuevo veo luz en el Palacio Municipal me mando ya sin dudarlo.
Entré muy decidida vislumbrando el esplendor de tal sitio. Pregunté al guardia de la entrada si estaba a tiempo y no sólo dijo que si, me paseó por todo el edificio como un guía de primera línea hablando de la escultura de Boero que milagrosamente encontraron en un remate, el falso estuco de las columnas que parece mármol, el hermoso Salón Blanco copia del Palacio Chantilly, los retratos de los intendentes, la fuente de agua del patio, el paseo de la Cultura.
Me sorprendió la cultura y el interés del guardia-guía, no me lo esperaba. Al final nos desencontramos en el paseo y no puede agradecerle ni despedirme. La atención al turista es deluxe, se los puedo asegurar.

Bar Tito

Luego de una interesante charla con la encargada de la Oficina de Turismo y de salir repleta de planos, recorridos, folletos e indicaciones, me meto en el Bar Tito.
Por suerte en todas las ciudades existen esos bares donde por un momento entramos en otro tiempo. Con el espejo antiguo que duplica la noche de sábado ahí dentro. Con los mozos jóvenes y eficientes que portan cartas y bandejas. Con los afiches de Casablanca y Pancho Villa y Ginebra Bols. Con las mesas llenas de caras relajadas, gentes de historias tan comunes como excepcionales. Como el murmullo de grillos, copas, tenedores, rechinar de sillas y una risa (aislada y desvergonzada) de repente.

Parque Independencia

Mañana fría. Bufanda. Planos. Agua. Desayuno sola en el hostel. Rumbo al Parque Independencia. Me asombra lo limpio y prolijo que es Tandil. En cada plaza, en cada esquina un monumento, un mural, un detalle de arte.
Trepo escalones irregulares mientras empiezo a sacarme la ropa que ya empieza a incomodarme. Fotografío desde abajo, el que empieza a ser y será el Castillo Morisco.
Observo Tandil desde las alturas. Que lindo se ve. Observo a la gente que como yo observa belleza y se siente observada. Algunos están instalados tomando mate como habitués y cerca del Monumento a Martín Rodríguez fundador de la ciudad (a quien confundí con San Martín) pido a una pareja la única foto posando (la prueba de mi paso por ahí, ja).
Busco las escaleras que me permiten ir directo hasta el lago y no tener que dar un rodeo.

Llegando al lago compruebo que es un día azul
Entre el color del agua y el del cielo, hacen una atmósfera azul que nos va impreganando a  los que andamos por ahí.
La zona del lago con su dique es hermosa, me llena de tranquilidad, de aire fresco y ya lo dije antes, de azul.
Los pescadores en el puente, los deportistas, los tomadores de mate domingueros, los locales y los visitantes, la estatua de Don Fugl, el mirador del lago... todos convivimos en armonía natural, jaj.

Contra los molinos de viento
Sigo por la senda peatonal, me paro un rato al lado del Fundidor y luego de unos minutos llego a la base del cerro, donde luego, después de trepar duro y parejo, sufrir frío y calor alternadamente y jadear maldiciendo montañas, me encontraré a solas y en exclusiva con la pareja de andantes manchegos, Don Quijote y Sancho Panza. (No les contaré de nuestra conversación; es absolutamente secreta)
Junto a ellos, una pequeña capilla de madera con forma de montaña, resguarda de los altos vientos a la Madre de los Cerros.

Feria artesanal y vuelta

Me pierdo un rato en la feria artesanal, después de mirar el empequeñecido Manantial Gardey y empiezo a volver al centro por la pintoresca Avenida Alvear, que muestra en la rambla que la divide carteles con las bellezas de Tandil.
Pasé por Almacén de Quesos, sólo por conocer la única casa de la ciudad que se mantiene colonial y con una esquina sin ochava. El lugar presenta como una vieja pulpería con todo tipo de fiambres, quesos y un patio muy familiar de comidas.

Cerro Calvario

Camino despacio por Avenida España, rumbo al Calvario (que hice de chica y del cual solo recuerdo los escalones). Atardece y pienso que es un horario ideal para hacer esta visita. Busco la Capilla de Santa Gemma y empiezo a subir junto a las distintas estaciones de lo que fue el Gólgota. La luz del sol se cuela por los árboles y las esculturas trágicas aparecen casi siniestras en algunos momentos. El Cristo se alza en la enorme cruz y sólo puedo mirar los miles de pañuelos atados en los barandales de su base como expresión de fé: la esperanza se hace nudos, seca lágrimas y se aferra a los días.

Finalizando

Me quedaron por ver la Piedra Movediza, a la que se puede llegar en colectivo desde el centro y el Cerro el Centinela, donde se pueden usar las aerosillas, pero el único acceso es por medio de taxi o coche particular. También dejo para la próxima el Cerrito de San Martín, el Museo Tradicionalista y otras tantas cosas más.
Recomiendo el Museo de Arte Contemporáneo donde había muestras de Gaby Herbstein y Luis Benedit.
La Iglesia del Santísimo Sacramento y el Museo de Arte Sacro, la feria de artesanías de la Plaza y todo el centro.
Es una ciudad muy linda para caminarla, pero las distancias son grandes entre una y otra atracción, no hagan como yo, y toménse algún taxi, jaja.
Yo por mi parte volveré, espero que este diario les sea de alguna ayuda o inspiración.

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