Desde la zona del mercado de la Quiaca con su profusión de mujeres cargando bolsas y guagas, vendedores, especias, olores intensos y algunas palabras en quechua, voy a llegar al pequeño pueblo de Yavi distante unos pocos kilómetros, en un coche último modelo de color azul, conducido por un muchacho cobrizo, cabello largo y grasoso sostenido por una vincha.
El hecho de que la única forma de llegar sea en remisses particulares, apretándome con gente del pueblo, que viaja cargada de comestibles, es pintoresca desde ya.
La idea de arribar por fín a este sitio, me resulta emocionante, (en el tiempo en que he esperado conocerlo) lo he ido construyendo en base a relatos y emociones ajenas, retazos de fotografías, intuiciones musicales, rechazos indiscutibles, pedacitos de mapas, etc. Cuando nos formamos una idea de los lugares, que resulta siempre mítica y lejana, la confrontación luego es fundamental y sorpresiva.
En Humahuaca, María Elena me había dicho conversando de Yavi y las percepciones tan divergentes que provoca: Yavi te acepta o te rechaza… y yo me había quedado mirándola con los ojos bien abiertos, con una mezcla de descreimiento y fascinación, porque esas cuestiones de energía me pueden. Y ella me observaba sin bajar la mirada, sin disminuir su intensidad, como diciéndome: no lo dudes, es así como yo lo digo…
Aterrizaje en la luna
Todas las llegadas a sitios desconocidos son como “alunizajes”. Descender de la nave, observar el territorio inexplorado con lentos movimientos de cabeza, adaptarse al cambio gravitacional y comenzar con las caminatas de reconocimiento.
A primera vista Yavi parece un lugar abandonado del mundo, abandonado por sus pobladores, abandonado por el progreso… pero es un pueblito abandonado realmente?
Ya he leído sobre “un pueblo fantasma”, “un sitio prácticamente desierto”, etc. Podría decir, mejor me vuelvo para la Quiaca, me voy a comprar a Villazón, pero sé que Yavi tiene en sus capas profundas mucho más para darme de lo que mis ojos pueden ver.
En el Museo del Marqués de Tojo pude pasearme por las amplias estancias entre objetos de lujo, ostentosos muebles, cuadros de la Escuela Cusqueña, el carruaje que el noble utilizaba para pasear por el pueblo, los primeros implementos de la minería local, relatos con las historias de poderosos y sometidos, sublevaciones de la tierra, lirismos a Yavi de escritores conocidos y tiempos de sangre y flores.
La empleada del Museo nos dijo sólo se permiten 10 fotos por persona, pero nunca nos controló la cámara al salir.
La Casa Hacienda perteneció a Pablo Fernández de Obando y tras el casamiento de su hija Juana Clemencia, pasó a ser propietario su yerno, el primer Marqués del Valle de Tojo. No me digan que no es bizarro que en un pueblito como Yavi hubiera habido un Marquesado? De no estar ahí hubiera sido difícil creerlo.
Parece que Yavi fue cabeza de departamento, un lugar próspero y bastante habitado, hasta que el ferrocarril llegó a la Quiaca y Yavi pasó de ser centro, a casi olvidado del mundo.
En el patio del Museo nos encontramos con Constantina. Esta mujer madura nos sonrió con la dentadura a pleno, sin guardar nada para sí. Nos sonrió con los ojos, con las manos. Fue esa, una gran sonrisa solar. Por ella nos enteramos que alli funciona la biblioteca del pueblo que ella se encarga de atender. Y también nos enteramos de que hay alguien que puede ayudarnos a encontrar las pinturas rupestres que solos no pudimos localizar. Marisol Flores, es la encargada. Pero no doy importancia a esto último y me voy pensando si todas las personas serán tan simpáticas por aquí.
Caminamos las solitarias calles del pueblo, de piedras silenciosas y memoriosas, inspirando subidas y respirando bajadas. Observando las parvas de paja que recubriran los desmejorados techos, de casas calientes de adobe. Viendo como las vacas pastan en medio del pueblo, muy cerca de una puerta o una ventana abierta.
Acercándonos al río que corre torrentoso y turbio en esta época del año y se recorta contra el azul plomizo del cielo tan cargado. Enfrente crecen las flores silvestres que suman sus azules, violetas y amarillos a los colores de la tierra.
Admirando de lejos el viejo molino inglés y esas dos mujeres que lavan ropa, aprovechando el surgente de agua que por suerte no falta en el pueblo. Fuimos caminando acompañados de los fantasmas, de ayer y de hoy, de la gente de Yavi y de nosotros mismos. El silencio era tan inmóvil como ensordecedor. Porque en él habitaban las voces de todas esas presencias en un tiempo único.
En una casa, un cartel y el nombre de Marisol Flores. Constantina y su sonrisa solar. Ya estamos dentro conversando con la guía, viendo fotos y descripciones de pinturas en la roca y haciendo una cita para mañana a las 10 de la mañana. Empiezo a creer en la energía de Yavi y en esos acontecimientos lindos y causales.
Hora de almorzar en el comedor Tatiana, cuya propietaria Antonia, cocina junto al recinto de piso de tierra, humildes tablones de madera, hule florido y bancos toscos, que nos servirá de restaurant nuestros días en Yavi.
Probamos sus ricas pizzas, algún guiso de quinua y algo más que no recuerdo. Nos encariñamos con esa mujer dulce y pequeña.
Notamos que Antonia, hace las cuentas con la ayuda de los comensales, enumera las comidas con sus precios y espera que nosotros digamos el total a pagar. Nos entristeció darnos cuenta que Antonia (luego lo confirmamos) no sabe leer. Y nos apenó la probabilidad de que alguien intente engañarla si lo descubre.
Las noches son lluviosas en Yavi, protegidos por el adobe de la Casona, escuchamos el sonido con placer y tomamos coraje para salir por la cena. Al otro día iremos caminando hasta Yavi Chico, hermano menor de Yavi.
Pero nos olvidamos que teníamos cita hecha con Marisol y pensamos ir a avisarle antes de partir. No nos da tiempo porque aparece temprano y sonriente en nuestro hostel, dice que los perros han ladrado y ha pensado que éramos nosotros, pero al no ver a nadie, se decidió a venir a buscarnos. Creo que nuestros fantasmas fueron a avisarle de los nuevos planes. Maravilloso.
Mariano, apodado "tu primo" por Patricio, iba a acompañarnos en la caminata, pero parece que se quedó dormido y sin saber cual era su habitación nada pudimos hacer por él, jaja.
La ida a Yavi Chico fue fantástica, toda una aventura al entrar por la parte trasera del pueblo, sorteando múltiples obstáculos. Visitamos la pequeña iglesia y el Museo Mamá Antonia y Tata Portal, intentamos cruzar el río para visitar el yacimiento arqueológico sin éxito y comimos en la despensa de Marta Luna.
Sólo puedo decir que el cielo esa mañana estaba mágico, las nubes y los reflejos en el agua eran de no creer.
En nuestra visita tuvimos un guía canino que nos acompañó por todo el pueblo y además caminó delante nuestro (cada tanto se paraba, se daba vuelta, nos miraba ansioso y su mirada decía: apuren che !!! ) hasta llegar a Yavi, donde lo perdimos por otros compañeros de correrías, pero perrunas.
Ahhh olvidé decirles que casi llegando nos cruzamos a Mariano, quien venía caminando tranquilamente con un paso que decía: que lindo día el de hoy, es tarde pero no importa, ya voy a llegar, que lindas son estas caminatas... (cuántas cosas se pueden deducir de un modo de caminar no?)
Estamos sentados en la roca de la montaña con Marisol, si lo pienso mucho me da vértigo, entonces me dedico a escuchar los relatos de esa joven mujer que hablan de las creencias que tan excéntricas me parecen. Desde ahí arriba podemos ver la tumba al lado del río. Según ellos el hombre fue engañado por el diablo que se transfiguró en su novia, arrastrado hasta que cayó al abismo. Hacía tiempo que Marisol no se animaba a venir por aquí. Ellos son muy creyentes y no osan mencionarlo, por eso lo llaman El Tío, como el hermano de Dios. Siguen los relatos de posesiones, curanderos y las ofrendas a la Pachachama como protectora. Y Virginia se pone pálida y ríe nerviosa, Patricio se muestra más excitado que nunca, Marisol habla como si le hubieran dado cuerda y yo no sé si quiero irme o quedarme.
Con Patricio buscamos una calculadora por todo Yavi para regalarle a Antonia, que aprenda a hacer sus cuentas y no dependa más de la ayuda ajena. Para eso buscamos a Marisol, le contamos nuestra idea y le pedimos que enseñe a utilizarla a Antonia. No encontramos calculadora, quedamos en comprarla en Villazón y mandarla con el remissero que nos trajo. Mientras urdimos nuestro estratagema me doy cuenta que una increíble luna llena se ha posado sobre Yavi. Enseguida saco la cámara y me dispongo a captar esa belleza. Es como la mejor despedida que el cielo nos ofrece, en nuestra última noche ahí. Al fondo de la calle pasa caminando Mariano, "mi primo" con su andar característico, Patricio me lo comenta y no sé... pero siento como si fuéramos todos parte de una trama secreta, jaja.
A la mañana temprano desayuné con mates y las dos medialunas del día anterior, Patricio y Virginia siguen durmiendo, entonces con Mariano nos encaminamos hasta la Iglesia que todavía no hemos podido ver por dentro. Alucinando con tantos retablos de oro y figuras humanizadas y tanto clima ahí adentro. Bueno después de todo era la Iglesia de un Marquesado no?
Dentro del remisse que nos lleva a La Quiaca tengo la sensación de estar abandonando a un ser querido, me duele dejarte Yavi pienso (y además me doy cuenta que no me había pasado antes) Dejamos atrás a los 7 Hermanos, mientras hablamos de cualquier cosa.
Bajando en la Quiaca fui víctima de un soroche espantoso, perdí a los chicos y me preocupé en sobrevivir al mal momento.
Poco tiempo después me enteré que Patricio había comprado la calculadora y la había mandado a Antonia. Respiré con alivio.
Muchos dicen que es un pueblo fantasma, yo sólo puedo decir que mi encuentro con los fantasmas fue memorable.
jueves, 22 de julio de 2010
Por Tandilia
Primeramente voy a recomendarles que antes de ir a un lugar reserven hostel, hotel, hostal, residencial, alojamiento, etc.
Parece que este año estoy más terca que nunca y se me ha ocurrido llegar a los lugares sin reservación. Gran error. Es temporada baja, no es fin de semana largo, cual es el problema, para que voy a hacer reservación, mi razonamiento.
Cuestión es que al llegar a Tandil con dirección y teléfono de dos hostels, no encontré a nadie en ninguno de los dos y nadie tampoco respondía a mis llamadas, así que caminé y caminé, subí a taxis, bajé de taxis, con el pesado mochilón y ya decidida a volverme porque no disponía del dinero que cuesta cualquier hotel.
Se ve luz en Casa Chango
Después de esperar a que Antonino Bar abriera sus puertas para tomarme un café calentito (no era sólo el café, sino que tenía que ser ahí) parada en la vereda de enfrente y charlando con el párroco Raúl, quien me ofrecía guardar la mochila para andar más liviana y me contaba del peligro que cayera parte del techo de la iglesia en algún bautismo o comunión; me decidí a ir por última vez a probar suerte a mi hostel. (la otra opción era uno que se encontraba muy alejado del centro y eso no me hacía nada de gracia... así que ahí estaba dejando el tiempo pasar)
Casa Chango iluminada me dice que no todo es tan terrible todo el tiempo y podía tomar el cafecito en el centro más tarde. Estaba de parabienes. El recuerdo de una tarde tortuosa se borró como por arte de magia.
Liberé a mi mochila como si fuera un rehén y tras una breve charla con Chango, tomé unos mates, y a recorrer el centro de noche.
Palacio Municipal
Dudo de si tomar el cafecito en el deseado Antonino o en el Bar Tito, también pintoresco y célebre, del año 1934 (los dos se encuentran frente a la Plaza Independencia), también dudo de, si a esa hora corresponde merienda o cena y como de nuevo veo luz en el Palacio Municipal me mando ya sin dudarlo.
Entré muy decidida vislumbrando el esplendor de tal sitio. Pregunté al guardia de la entrada si estaba a tiempo y no sólo dijo que si, me paseó por todo el edificio como un guía de primera línea hablando de la escultura de Boero que milagrosamente encontraron en un remate, el falso estuco de las columnas que parece mármol, el hermoso Salón Blanco copia del Palacio Chantilly, los retratos de los intendentes, la fuente de agua del patio, el paseo de la Cultura.
Me sorprendió la cultura y el interés del guardia-guía, no me lo esperaba. Al final nos desencontramos en el paseo y no puede agradecerle ni despedirme. La atención al turista es deluxe, se los puedo asegurar.
Bar Tito
Luego de una interesante charla con la encargada de la Oficina de Turismo y de salir repleta de planos, recorridos, folletos e indicaciones, me meto en el Bar Tito.
Por suerte en todas las ciudades existen esos bares donde por un momento entramos en otro tiempo. Con el espejo antiguo que duplica la noche de sábado ahí dentro. Con los mozos jóvenes y eficientes que portan cartas y bandejas. Con los afiches de Casablanca y Pancho Villa y Ginebra Bols. Con las mesas llenas de caras relajadas, gentes de historias tan comunes como excepcionales. Como el murmullo de grillos, copas, tenedores, rechinar de sillas y una risa (aislada y desvergonzada) de repente.
Parque Independencia
Mañana fría. Bufanda. Planos. Agua. Desayuno sola en el hostel. Rumbo al Parque Independencia. Me asombra lo limpio y prolijo que es Tandil. En cada plaza, en cada esquina un monumento, un mural, un detalle de arte.
Trepo escalones irregulares mientras empiezo a sacarme la ropa que ya empieza a incomodarme. Fotografío desde abajo, el que empieza a ser y será el Castillo Morisco.
Observo Tandil desde las alturas. Que lindo se ve. Observo a la gente que como yo observa belleza y se siente observada. Algunos están instalados tomando mate como habitués y cerca del Monumento a Martín Rodríguez fundador de la ciudad (a quien confundí con San Martín) pido a una pareja la única foto posando (la prueba de mi paso por ahí, ja).
Busco las escaleras que me permiten ir directo hasta el lago y no tener que dar un rodeo.
Llegando al lago compruebo que es un día azul
Entre el color del agua y el del cielo, hacen una atmósfera azul que nos va impreganando a los que andamos por ahí.
La zona del lago con su dique es hermosa, me llena de tranquilidad, de aire fresco y ya lo dije antes, de azul.
Los pescadores en el puente, los deportistas, los tomadores de mate domingueros, los locales y los visitantes, la estatua de Don Fugl, el mirador del lago... todos convivimos en armonía natural, jaj.
Contra los molinos de viento
Sigo por la senda peatonal, me paro un rato al lado del Fundidor y luego de unos minutos llego a la base del cerro, donde luego, después de trepar duro y parejo, sufrir frío y calor alternadamente y jadear maldiciendo montañas, me encontraré a solas y en exclusiva con la pareja de andantes manchegos, Don Quijote y Sancho Panza. (No les contaré de nuestra conversación; es absolutamente secreta)
Junto a ellos, una pequeña capilla de madera con forma de montaña, resguarda de los altos vientos a la Madre de los Cerros.
Feria artesanal y vuelta
Me pierdo un rato en la feria artesanal, después de mirar el empequeñecido Manantial Gardey y empiezo a volver al centro por la pintoresca Avenida Alvear, que muestra en la rambla que la divide carteles con las bellezas de Tandil.
Pasé por Almacén de Quesos, sólo por conocer la única casa de la ciudad que se mantiene colonial y con una esquina sin ochava. El lugar presenta como una vieja pulpería con todo tipo de fiambres, quesos y un patio muy familiar de comidas.
Cerro Calvario
Camino despacio por Avenida España, rumbo al Calvario (que hice de chica y del cual solo recuerdo los escalones). Atardece y pienso que es un horario ideal para hacer esta visita. Busco la Capilla de Santa Gemma y empiezo a subir junto a las distintas estaciones de lo que fue el Gólgota. La luz del sol se cuela por los árboles y las esculturas trágicas aparecen casi siniestras en algunos momentos. El Cristo se alza en la enorme cruz y sólo puedo mirar los miles de pañuelos atados en los barandales de su base como expresión de fé: la esperanza se hace nudos, seca lágrimas y se aferra a los días.
Finalizando
Me quedaron por ver la Piedra Movediza, a la que se puede llegar en colectivo desde el centro y el Cerro el Centinela, donde se pueden usar las aerosillas, pero el único acceso es por medio de taxi o coche particular. También dejo para la próxima el Cerrito de San Martín, el Museo Tradicionalista y otras tantas cosas más.
Recomiendo el Museo de Arte Contemporáneo donde había muestras de Gaby Herbstein y Luis Benedit.
La Iglesia del Santísimo Sacramento y el Museo de Arte Sacro, la feria de artesanías de la Plaza y todo el centro.
Es una ciudad muy linda para caminarla, pero las distancias son grandes entre una y otra atracción, no hagan como yo, y toménse algún taxi, jaja.
Yo por mi parte volveré, espero que este diario les sea de alguna ayuda o inspiración.
Parece que este año estoy más terca que nunca y se me ha ocurrido llegar a los lugares sin reservación. Gran error. Es temporada baja, no es fin de semana largo, cual es el problema, para que voy a hacer reservación, mi razonamiento.
Cuestión es que al llegar a Tandil con dirección y teléfono de dos hostels, no encontré a nadie en ninguno de los dos y nadie tampoco respondía a mis llamadas, así que caminé y caminé, subí a taxis, bajé de taxis, con el pesado mochilón y ya decidida a volverme porque no disponía del dinero que cuesta cualquier hotel.
Se ve luz en Casa Chango
Después de esperar a que Antonino Bar abriera sus puertas para tomarme un café calentito (no era sólo el café, sino que tenía que ser ahí) parada en la vereda de enfrente y charlando con el párroco Raúl, quien me ofrecía guardar la mochila para andar más liviana y me contaba del peligro que cayera parte del techo de la iglesia en algún bautismo o comunión; me decidí a ir por última vez a probar suerte a mi hostel. (la otra opción era uno que se encontraba muy alejado del centro y eso no me hacía nada de gracia... así que ahí estaba dejando el tiempo pasar)
Casa Chango iluminada me dice que no todo es tan terrible todo el tiempo y podía tomar el cafecito en el centro más tarde. Estaba de parabienes. El recuerdo de una tarde tortuosa se borró como por arte de magia.
Liberé a mi mochila como si fuera un rehén y tras una breve charla con Chango, tomé unos mates, y a recorrer el centro de noche.
Palacio Municipal
Dudo de si tomar el cafecito en el deseado Antonino o en el Bar Tito, también pintoresco y célebre, del año 1934 (los dos se encuentran frente a la Plaza Independencia), también dudo de, si a esa hora corresponde merienda o cena y como de nuevo veo luz en el Palacio Municipal me mando ya sin dudarlo.
Entré muy decidida vislumbrando el esplendor de tal sitio. Pregunté al guardia de la entrada si estaba a tiempo y no sólo dijo que si, me paseó por todo el edificio como un guía de primera línea hablando de la escultura de Boero que milagrosamente encontraron en un remate, el falso estuco de las columnas que parece mármol, el hermoso Salón Blanco copia del Palacio Chantilly, los retratos de los intendentes, la fuente de agua del patio, el paseo de la Cultura.
Me sorprendió la cultura y el interés del guardia-guía, no me lo esperaba. Al final nos desencontramos en el paseo y no puede agradecerle ni despedirme. La atención al turista es deluxe, se los puedo asegurar.
Bar Tito
Luego de una interesante charla con la encargada de la Oficina de Turismo y de salir repleta de planos, recorridos, folletos e indicaciones, me meto en el Bar Tito.
Por suerte en todas las ciudades existen esos bares donde por un momento entramos en otro tiempo. Con el espejo antiguo que duplica la noche de sábado ahí dentro. Con los mozos jóvenes y eficientes que portan cartas y bandejas. Con los afiches de Casablanca y Pancho Villa y Ginebra Bols. Con las mesas llenas de caras relajadas, gentes de historias tan comunes como excepcionales. Como el murmullo de grillos, copas, tenedores, rechinar de sillas y una risa (aislada y desvergonzada) de repente.
Parque Independencia
Mañana fría. Bufanda. Planos. Agua. Desayuno sola en el hostel. Rumbo al Parque Independencia. Me asombra lo limpio y prolijo que es Tandil. En cada plaza, en cada esquina un monumento, un mural, un detalle de arte.
Trepo escalones irregulares mientras empiezo a sacarme la ropa que ya empieza a incomodarme. Fotografío desde abajo, el que empieza a ser y será el Castillo Morisco.
Observo Tandil desde las alturas. Que lindo se ve. Observo a la gente que como yo observa belleza y se siente observada. Algunos están instalados tomando mate como habitués y cerca del Monumento a Martín Rodríguez fundador de la ciudad (a quien confundí con San Martín) pido a una pareja la única foto posando (la prueba de mi paso por ahí, ja).
Busco las escaleras que me permiten ir directo hasta el lago y no tener que dar un rodeo.
Llegando al lago compruebo que es un día azul
Entre el color del agua y el del cielo, hacen una atmósfera azul que nos va impreganando a los que andamos por ahí.
La zona del lago con su dique es hermosa, me llena de tranquilidad, de aire fresco y ya lo dije antes, de azul.
Los pescadores en el puente, los deportistas, los tomadores de mate domingueros, los locales y los visitantes, la estatua de Don Fugl, el mirador del lago... todos convivimos en armonía natural, jaj.
Contra los molinos de viento
Sigo por la senda peatonal, me paro un rato al lado del Fundidor y luego de unos minutos llego a la base del cerro, donde luego, después de trepar duro y parejo, sufrir frío y calor alternadamente y jadear maldiciendo montañas, me encontraré a solas y en exclusiva con la pareja de andantes manchegos, Don Quijote y Sancho Panza. (No les contaré de nuestra conversación; es absolutamente secreta)
Junto a ellos, una pequeña capilla de madera con forma de montaña, resguarda de los altos vientos a la Madre de los Cerros.
Feria artesanal y vuelta
Me pierdo un rato en la feria artesanal, después de mirar el empequeñecido Manantial Gardey y empiezo a volver al centro por la pintoresca Avenida Alvear, que muestra en la rambla que la divide carteles con las bellezas de Tandil.
Pasé por Almacén de Quesos, sólo por conocer la única casa de la ciudad que se mantiene colonial y con una esquina sin ochava. El lugar presenta como una vieja pulpería con todo tipo de fiambres, quesos y un patio muy familiar de comidas.
Cerro Calvario
Camino despacio por Avenida España, rumbo al Calvario (que hice de chica y del cual solo recuerdo los escalones). Atardece y pienso que es un horario ideal para hacer esta visita. Busco la Capilla de Santa Gemma y empiezo a subir junto a las distintas estaciones de lo que fue el Gólgota. La luz del sol se cuela por los árboles y las esculturas trágicas aparecen casi siniestras en algunos momentos. El Cristo se alza en la enorme cruz y sólo puedo mirar los miles de pañuelos atados en los barandales de su base como expresión de fé: la esperanza se hace nudos, seca lágrimas y se aferra a los días.
Finalizando
Me quedaron por ver la Piedra Movediza, a la que se puede llegar en colectivo desde el centro y el Cerro el Centinela, donde se pueden usar las aerosillas, pero el único acceso es por medio de taxi o coche particular. También dejo para la próxima el Cerrito de San Martín, el Museo Tradicionalista y otras tantas cosas más.
Recomiendo el Museo de Arte Contemporáneo donde había muestras de Gaby Herbstein y Luis Benedit.
La Iglesia del Santísimo Sacramento y el Museo de Arte Sacro, la feria de artesanías de la Plaza y todo el centro.
Es una ciudad muy linda para caminarla, pero las distancias son grandes entre una y otra atracción, no hagan como yo, y toménse algún taxi, jaja.
Yo por mi parte volveré, espero que este diario les sea de alguna ayuda o inspiración.
martes, 15 de junio de 2010
LOS ÁNGELES DE BUENOS AIRES TOMAN CAFÉ. 2
Café de los Angelitos
Dorys no es un ángel. Pero como si lo fuera. Ella nos habla de Los Angelitos. Ni lerda ni perezosa le pregunto la dirección exacta y mirando el mapa de subtes, me sitúo. Me imagino, ansiosa, en ese lugar mítico y porteño, del barrio de Once.
Y de nuevo nos dejamos perder con Gigi. Esta vez en el subterráneo. Hablando de viajes, de sueños, deseamos extraviarnos. Varias veces nos pasamos de estación y debemos volver hacia atrás. Siempre alguien que nos pide el plano, nos auxilia, nos aconseja, nos dice que ya debemos bajar. Se nos ha hecho costumbre eso de ser tan distraídas. Algo primordial, casi necesario.
Pensamos si algún día llegaremos al café. Caminamos por Rivadavia y en la esquina de Rincón lo divisamos. Una emoción oculta nos embarga. Muy distinto al Tortoni, una esquina con enormes vidrieras y un vitreaux muy llamativo en la puerta de entrada. Aquí no hay que hacer cola.
Enseguida percibo el aura de los viejos cafés. Las pequeñas mesas y sillas de madera, sencillas pero lustrosas, sobre esos pisos que parecen unos tapices de marrones, beiges y chocolates. Es un día feriado y la gente se ve tranquila ocupando las mesas de a dos. Algunos con cafés, otros con almuerzos. Pensar que los que venían a este café en las viejas épocas no eran para nada unos angelitos. De ahí su irónico nombre.
Nos sentamos en las mesas de almorzar, las que tienen el cubierto puesto. Ñoquis y tostados pedimos. No puedo dejar de observar el hermoso techo con molduras y dorados. Una gran araña y en la enorme pared fotos en blanco y negro de nuestras celebridades: Jorge Luis, el chueco Fangio, Hugo del Carril, Pichuco Troilo y su bandoneón bajo una lluvia de estrellas, Santos Discépolo y en el centro, el lugar de honor, un pastel de Carlos Gardel.
Me dejo llevar por el telón colorado de las orquestas típicas, la pila de pan dulces bajo la pareja tanguera al estilo Tiffany, la escalera que baja al baño con alfombra rojo Oscars, el tipo en musculosa de la mesa del fondo, el ir y venir de los mozos y bandejas, la gente que pasa frente a las enormes vidrieras.
Aspiré profundo y mirando hacia arriba pude ver los ángeles volar.
Dorys no es un ángel. Pero como si lo fuera. Ella nos habla de Los Angelitos. Ni lerda ni perezosa le pregunto la dirección exacta y mirando el mapa de subtes, me sitúo. Me imagino, ansiosa, en ese lugar mítico y porteño, del barrio de Once.
Y de nuevo nos dejamos perder con Gigi. Esta vez en el subterráneo. Hablando de viajes, de sueños, deseamos extraviarnos. Varias veces nos pasamos de estación y debemos volver hacia atrás. Siempre alguien que nos pide el plano, nos auxilia, nos aconseja, nos dice que ya debemos bajar. Se nos ha hecho costumbre eso de ser tan distraídas. Algo primordial, casi necesario.
Pensamos si algún día llegaremos al café. Caminamos por Rivadavia y en la esquina de Rincón lo divisamos. Una emoción oculta nos embarga. Muy distinto al Tortoni, una esquina con enormes vidrieras y un vitreaux muy llamativo en la puerta de entrada. Aquí no hay que hacer cola.
Enseguida percibo el aura de los viejos cafés. Las pequeñas mesas y sillas de madera, sencillas pero lustrosas, sobre esos pisos que parecen unos tapices de marrones, beiges y chocolates. Es un día feriado y la gente se ve tranquila ocupando las mesas de a dos. Algunos con cafés, otros con almuerzos. Pensar que los que venían a este café en las viejas épocas no eran para nada unos angelitos. De ahí su irónico nombre.
Nos sentamos en las mesas de almorzar, las que tienen el cubierto puesto. Ñoquis y tostados pedimos. No puedo dejar de observar el hermoso techo con molduras y dorados. Una gran araña y en la enorme pared fotos en blanco y negro de nuestras celebridades: Jorge Luis, el chueco Fangio, Hugo del Carril, Pichuco Troilo y su bandoneón bajo una lluvia de estrellas, Santos Discépolo y en el centro, el lugar de honor, un pastel de Carlos Gardel.
Me dejo llevar por el telón colorado de las orquestas típicas, la pila de pan dulces bajo la pareja tanguera al estilo Tiffany, la escalera que baja al baño con alfombra rojo Oscars, el tipo en musculosa de la mesa del fondo, el ir y venir de los mozos y bandejas, la gente que pasa frente a las enormes vidrieras.
Aspiré profundo y mirando hacia arriba pude ver los ángeles volar.
LOS ÁNGELES DE BUENOS AIRES TOMAN CAFÉ. 1
Café Tortoni
Caminamos por calle Florida dejándonos llevar por la marea de andantes presurosos y aludiendo a las fotografías de la Dama Parisina. Que agradable es abandonarse a las horas, al devenir de un día cualquiera de diciembre. Donde podríamos comer si ya es mediodía, nos preguntamos en voz alta. En una esquina, no sé cual, no importa su nombre; uno de esos hombres que aparecen como por arte de magia pone en nuestros oídos el nombre del Café Tortoni.
-Ese hombre nos habló y luego desapareció- dice Gigi.
-Ese hombre era…-digo.
-Un ángel! – dice Gigi.
-Eso es! Gracias por decirlo!- (digo aliviada)
Nos miramos como desde otro lugar, viendo nuestros ojos brillar.
Ahí estamos en Avenida de Mayo al 800, haciendo la fila de rigor en café tan célebre y concurrido. Cuando vemos salir a la Dama Parisina y sus compañeras del lugar, confirmamos nuestra fantástica sospecha. Este no es un día cualquiera de diciembre y las señoras nos han dejado su mesa.
La dimensión del Tortoni me dejó boquiabierta. Si las palabras tuvieran algún valor en ese momento les diría que se siente. Se siente el ambiente tanguero y malevo del 900, en medio de ese boulevard a la parisina. Se sienten las acaloradas charlas literarias en torno a las pequeñas mesas. Se escucha la voz cansada de Borges; se presiente la mirada melancólica de Alfonsina; mientras una luz destella en la sonrisa del Zorzal. La puerta se abre violentamente y un par de turistas rubios accionan su cámara y la puerta se vuelve a cerrar. Retorno a la realidad.
Llega el mozo con los sándwiches y el café. Un diario se despliega en la mesa de al lado. Cada una de ellas es un planeta en movimiento en esta gran galaxia. Ante la mirada cómplice de uno de los mozos me levanto cámara en mano con intención de desafiar el laberinto y como Alicia traspasar el gran espejo que magnifica la dimensión del café. Y me pierdo.
Una mujer a lo Modigliani llora lágrimas negras, desde sus ojos vacíos. El payaso le sonríe con sarcasmo.
La rubia y la morocha comparten fantásticamente el espacio de un tango.¿Tita habrá cantado a la Mireya?
El salón oscuro con telón rojo espera a que el público llegue y empiece la función. En la antigua peluquería un hombre solitario almuerza en penumbras. Un grupo de alemanes abandona una de las salas del Tortoni. Quisiera nunca escapar de ese laberinto.
Caminamos por calle Florida dejándonos llevar por la marea de andantes presurosos y aludiendo a las fotografías de la Dama Parisina. Que agradable es abandonarse a las horas, al devenir de un día cualquiera de diciembre. Donde podríamos comer si ya es mediodía, nos preguntamos en voz alta. En una esquina, no sé cual, no importa su nombre; uno de esos hombres que aparecen como por arte de magia pone en nuestros oídos el nombre del Café Tortoni.
-Ese hombre nos habló y luego desapareció- dice Gigi.
-Ese hombre era…-digo.
-Un ángel! – dice Gigi.
-Eso es! Gracias por decirlo!- (digo aliviada)
Nos miramos como desde otro lugar, viendo nuestros ojos brillar.
Ahí estamos en Avenida de Mayo al 800, haciendo la fila de rigor en café tan célebre y concurrido. Cuando vemos salir a la Dama Parisina y sus compañeras del lugar, confirmamos nuestra fantástica sospecha. Este no es un día cualquiera de diciembre y las señoras nos han dejado su mesa.
La dimensión del Tortoni me dejó boquiabierta. Si las palabras tuvieran algún valor en ese momento les diría que se siente. Se siente el ambiente tanguero y malevo del 900, en medio de ese boulevard a la parisina. Se sienten las acaloradas charlas literarias en torno a las pequeñas mesas. Se escucha la voz cansada de Borges; se presiente la mirada melancólica de Alfonsina; mientras una luz destella en la sonrisa del Zorzal. La puerta se abre violentamente y un par de turistas rubios accionan su cámara y la puerta se vuelve a cerrar. Retorno a la realidad.
Llega el mozo con los sándwiches y el café. Un diario se despliega en la mesa de al lado. Cada una de ellas es un planeta en movimiento en esta gran galaxia. Ante la mirada cómplice de uno de los mozos me levanto cámara en mano con intención de desafiar el laberinto y como Alicia traspasar el gran espejo que magnifica la dimensión del café. Y me pierdo.
Una mujer a lo Modigliani llora lágrimas negras, desde sus ojos vacíos. El payaso le sonríe con sarcasmo.
La rubia y la morocha comparten fantásticamente el espacio de un tango.¿Tita habrá cantado a la Mireya?
El salón oscuro con telón rojo espera a que el público llegue y empiece la función. En la antigua peluquería un hombre solitario almuerza en penumbras. Un grupo de alemanes abandona una de las salas del Tortoni. Quisiera nunca escapar de ese laberinto.
lunes, 7 de junio de 2010
Cuando el camino es el único destino
Rodando entre Purmamarca y Susques, ascendiendo y descendiendo por la Cuesta de Lipán, cortando la blancura de Salinas Grandes con mirada no tan pura, sorbiendo los colores de las montañas a más no poder... me dí cuenta que el destino es una excusa para andar. Que sabio es el camino, sin decirnos nada cuanto no da.
El colectivo de los miércoles
Ni bien llegada a Purmamarca me entero que el colectivo que va a Susques pasa justo ese día. Sin pensarlo demasiado (lo hace solo dos veces por semana) vuelvo rápidamente al hostal y levanto campamento. No acabo de pisar tierra y a embarcarme de nuevo.
No sé bien por que, pero quería ir a Susques. Una amiga me habló de este sitio marrón, la iglesia que ví en el diario de un viajero y el hecho de encontrarse tan apartado de la ruta más turística fueron los detonantes. Suficiente.
La Cuesta de Lipán
Cuando nos alejamos de los colores, los marrones empiezan a copar el paisaje, las montañas son imponentes, algunas formas surreales, piedras castillos, cactus colosales, precipicios agudos.
Empezamos a ascender en una ruta vertiginosa. Trepamos la montaña, poco a poco se van viendo los vehículos que vienen atrás, allá abajo. Las curvas son cerradísimas y al observarlas muy concentrada desde la ventanilla, me quedo sin respiración. Pero las vistas me dejan sin palabras (si tuviera con quien hablar) y junto con la adrenalina del camino, estoy casi en estado de trance. Me gustaría tener dos cabezas para mirar a ambos lados de la ruta.
Y al fín llegamos a la cima de la cuesta, como un gran mirador se ve el camino que dejamos allá, un gran dibujo con muchas curvas, un zig zag impreso en los marrones de las montañas.
La Tortuga
Otra amiga me mencionó a La Tortuga, mejor dicho a la piedra con forma de tortuga (la misma que me contó del Ombligo de la Quebrada que nunca pude ver).
Sabía que se encontraba al final de la Cuesta de Lipán y antes de Salinas Grandes, así que me esforcé por divisar toda piedra grande en la lejanía y otorgarle formas de lo que sea.
Cuando me doy cuenta que pasamos la Tan Famosa Tortuga, ya es tarde para sacarle la foto !!!!! (en que me habré distraído???) ella muestra la particular forma sólo por unos instantes, así que cuando quise tomarla sólo era una piedra (con forma de piedra).
A la vuelta estaré más atenta y lo lograré !!!
Salinas Grandes
No puedo negar que los salares y desiertos me fascinan. Entrar en esa condición de sueño del paisaje es demasiado tentador. Esta vez voy a mirarlas desde la ruta, ya que si quiero ir a Susques, debo volver en excursión a las Salinas desde Purmamarca, y no tengo ganas de repetir el camino durante dos días.
La blanca extensión se me presenta como un fulgor inevitable y sospecho que estamos hiriendo su pureza con nuestras miradas.
Presiento que es el silencio perfecto. No se necesitan palabras y si las hubiera, no se atreverían.
Susques
Este pueblito recio y tierno, marrón de siglos de tierra, era mi destino y sin duda lo fue.
Me encontré con su Iglesia, infantil, hermosa, llena de amor y fé. De flores, de santos, frescos y penumbras. Hablé con su gente sencilla y parca, curtidos por la dureza de la puna, pero gente de su tierra al fín.
Al final el camino también fue destino (hagánlo !!!) y el destino fue camino.. en fín, a veces las cosas no son como decimos o nos dicen o creemos (y a veces sí).
El colectivo de los miércoles
Ni bien llegada a Purmamarca me entero que el colectivo que va a Susques pasa justo ese día. Sin pensarlo demasiado (lo hace solo dos veces por semana) vuelvo rápidamente al hostal y levanto campamento. No acabo de pisar tierra y a embarcarme de nuevo.
No sé bien por que, pero quería ir a Susques. Una amiga me habló de este sitio marrón, la iglesia que ví en el diario de un viajero y el hecho de encontrarse tan apartado de la ruta más turística fueron los detonantes. Suficiente.
La Cuesta de Lipán
Cuando nos alejamos de los colores, los marrones empiezan a copar el paisaje, las montañas son imponentes, algunas formas surreales, piedras castillos, cactus colosales, precipicios agudos.
Empezamos a ascender en una ruta vertiginosa. Trepamos la montaña, poco a poco se van viendo los vehículos que vienen atrás, allá abajo. Las curvas son cerradísimas y al observarlas muy concentrada desde la ventanilla, me quedo sin respiración. Pero las vistas me dejan sin palabras (si tuviera con quien hablar) y junto con la adrenalina del camino, estoy casi en estado de trance. Me gustaría tener dos cabezas para mirar a ambos lados de la ruta.
Y al fín llegamos a la cima de la cuesta, como un gran mirador se ve el camino que dejamos allá, un gran dibujo con muchas curvas, un zig zag impreso en los marrones de las montañas.
La Tortuga
Otra amiga me mencionó a La Tortuga, mejor dicho a la piedra con forma de tortuga (la misma que me contó del Ombligo de la Quebrada que nunca pude ver).
Sabía que se encontraba al final de la Cuesta de Lipán y antes de Salinas Grandes, así que me esforcé por divisar toda piedra grande en la lejanía y otorgarle formas de lo que sea.
Cuando me doy cuenta que pasamos la Tan Famosa Tortuga, ya es tarde para sacarle la foto !!!!! (en que me habré distraído???) ella muestra la particular forma sólo por unos instantes, así que cuando quise tomarla sólo era una piedra (con forma de piedra).
A la vuelta estaré más atenta y lo lograré !!!
Salinas Grandes
No puedo negar que los salares y desiertos me fascinan. Entrar en esa condición de sueño del paisaje es demasiado tentador. Esta vez voy a mirarlas desde la ruta, ya que si quiero ir a Susques, debo volver en excursión a las Salinas desde Purmamarca, y no tengo ganas de repetir el camino durante dos días.
La blanca extensión se me presenta como un fulgor inevitable y sospecho que estamos hiriendo su pureza con nuestras miradas.
Presiento que es el silencio perfecto. No se necesitan palabras y si las hubiera, no se atreverían.
Susques
Este pueblito recio y tierno, marrón de siglos de tierra, era mi destino y sin duda lo fue.
Me encontré con su Iglesia, infantil, hermosa, llena de amor y fé. De flores, de santos, frescos y penumbras. Hablé con su gente sencilla y parca, curtidos por la dureza de la puna, pero gente de su tierra al fín.
Al final el camino también fue destino (hagánlo !!!) y el destino fue camino.. en fín, a veces las cosas no son como decimos o nos dicen o creemos (y a veces sí).
Iglesias 2. Los ángeles arcabuceros de la Quebrada. (Uquía)
Uquía es un pequeño pueblo de la Quebrada, a unos minutos de Humahuaca, que ostenta el orgullo de enmarcar la bonita Iglesia de la Santa Cruz y de San Francisco de Paula.
Es de una arquitectura muy sencilla, con la particularidad de una torre campanario independiente del cuerpo principal.
Ya en el interior también simple y muy cálido observamos boquiabiertos (al menos los fanáticos del arte como yo) un increíble retablo de oro y una colección de 10 cuadros de los famosos Angeles Arcabuceros.
Llegué allí desde la Terminal de Humahuaca, en un micro de esos tipo de línea, que levantan y bajan gente en todos lados (después de esperar casi dos horas una combi que hace ese trayecto, justo y sin saberlo en su tiempo de receso, ya que fuera de eso su frecuencia es de uno cada hora)
Divisé la Iglesia a lo lejos, me bajé en la garita y crucé la ruta hacia el pueblo. Pasando la plaza, miré de reojo la colorida feria de artesanías y me dirigí directo a mi objetivo.
Entro con un grupo de turistas en tour (valga la redundancia) liderados por su guía. El guardián firme junto al portal manifiesta con voz segura que aquí no se admiten fotos. Le pregunto insistente: Y sin flash??... Ni con flash ni sin flash, argumenta más serio que nunca. Bueno, bueno, me olvidaré a la fuerza de las fotos, señor guardián.
Uquía. Un nombre de pueblo. Uhhhhh-quía, uhhh-quía, uhhhhhhhh-quía. Un grito de guerra. Hombres bravos defendiendo sus tierras. Gritos guturales de indios de la Quebrada. Uhhhhh-quía. Los hombres blancos lo escucharon atentamente. Uquía. Los hombres blancos luego poblaron ahí. Levantaron una iglesia. Uquía significa el grito de los hombres oscuros cuidando sus tierras altas.
Y los hombres blancos llegaron acompañados de ángeles o de dioses, ricamente vestidos, empuñando sus armas. Portaban sus rifles para proteger y hacer valer a su Dios Blanco. Y la gente de acá vio esos ejércitos de hermosos hombres alados con arcabuces.
Mientras escucho al guía relatar (yo ahí polizonte sin querer) vienen a mí las clases de historia del arte, y la fascinación por nuestra América híbrida, consecuencia del encuentro/choque de dos culturas tan disímiles (dejando de lado juicios históricos) tan maravillosamente plasmado en un arte generoso que representa todo lo que es posible creer, la niñez de un comienzo y el virtuosismo maduro, el Dios y los Mil Dioses.
Recordé a la Virgen María y San José mascando coca en el Museo del Qorikancha, un cuadro del Cerro Sumaj Orcko con la cabeza de la Virgen en la cima, en tierras de Potosí y al Cristo moreno de los Temblores de Cuzco.
Vuelvo a mí en el momento en que una mujer intenta pasar al guardián sacando una foto prohibida. Luz de flash. El grito seco del señor que hace valer la ley de su sitio. De repente no vuela ni una mosca. Todos nos sentimos apenados.
Los cuadros de los Angeles Arcabuceros eran 12, dice el guía, pero volvieron 10 una vez que fueron mandados a restaurar. Estas son invaluables obras de la Escuela Cuzqueña.
Existen otros ángeles en Bolivia y Perú. En Argentina, Uquía es el único sitio que ostenta ese privilegio.
El altar refulge en oros y los santos guardan orden en los nichos.
Al pasar junto a la entrada veo la llave de plata. Enorme llave de casi medio kilo. La miro incrédula. El hombre me permite sopesarla con una mirada de orgullo. Semejante llave necesita un guardián con todas las letras. Y esa Iglesia merece semejante llave. El guardián lo sabe bien, su ojos y el tono de su voz lo demuestran.
En la garita espero la combi (que esta vez pude tomar). En la parte de atrás del boleto que el chofer me entrega leo “Transportes Armagedón” (esa parte de la Biblia, libro del Apocalipsis, donde dice en el año mil vendrá la bestia para luchar contra Dios, pero será vencida por Jesucristo y sus ángeles) Serán esos los arcabuceros??
Sigue subiendo gente en la combi. Suena inequívoca la música de cumbia típica en estos viajes. Los paisajes pasan veloces, cada vez más cerca de Humahuaca.
Es de una arquitectura muy sencilla, con la particularidad de una torre campanario independiente del cuerpo principal.
Ya en el interior también simple y muy cálido observamos boquiabiertos (al menos los fanáticos del arte como yo) un increíble retablo de oro y una colección de 10 cuadros de los famosos Angeles Arcabuceros.
Llegué allí desde la Terminal de Humahuaca, en un micro de esos tipo de línea, que levantan y bajan gente en todos lados (después de esperar casi dos horas una combi que hace ese trayecto, justo y sin saberlo en su tiempo de receso, ya que fuera de eso su frecuencia es de uno cada hora)
Divisé la Iglesia a lo lejos, me bajé en la garita y crucé la ruta hacia el pueblo. Pasando la plaza, miré de reojo la colorida feria de artesanías y me dirigí directo a mi objetivo.
Entro con un grupo de turistas en tour (valga la redundancia) liderados por su guía. El guardián firme junto al portal manifiesta con voz segura que aquí no se admiten fotos. Le pregunto insistente: Y sin flash??... Ni con flash ni sin flash, argumenta más serio que nunca. Bueno, bueno, me olvidaré a la fuerza de las fotos, señor guardián.
Uquía. Un nombre de pueblo. Uhhhhh-quía, uhhh-quía, uhhhhhhhh-quía. Un grito de guerra. Hombres bravos defendiendo sus tierras. Gritos guturales de indios de la Quebrada. Uhhhhh-quía. Los hombres blancos lo escucharon atentamente. Uquía. Los hombres blancos luego poblaron ahí. Levantaron una iglesia. Uquía significa el grito de los hombres oscuros cuidando sus tierras altas.
Y los hombres blancos llegaron acompañados de ángeles o de dioses, ricamente vestidos, empuñando sus armas. Portaban sus rifles para proteger y hacer valer a su Dios Blanco. Y la gente de acá vio esos ejércitos de hermosos hombres alados con arcabuces.
Mientras escucho al guía relatar (yo ahí polizonte sin querer) vienen a mí las clases de historia del arte, y la fascinación por nuestra América híbrida, consecuencia del encuentro/choque de dos culturas tan disímiles (dejando de lado juicios históricos) tan maravillosamente plasmado en un arte generoso que representa todo lo que es posible creer, la niñez de un comienzo y el virtuosismo maduro, el Dios y los Mil Dioses.
Recordé a la Virgen María y San José mascando coca en el Museo del Qorikancha, un cuadro del Cerro Sumaj Orcko con la cabeza de la Virgen en la cima, en tierras de Potosí y al Cristo moreno de los Temblores de Cuzco.
Vuelvo a mí en el momento en que una mujer intenta pasar al guardián sacando una foto prohibida. Luz de flash. El grito seco del señor que hace valer la ley de su sitio. De repente no vuela ni una mosca. Todos nos sentimos apenados.
Los cuadros de los Angeles Arcabuceros eran 12, dice el guía, pero volvieron 10 una vez que fueron mandados a restaurar. Estas son invaluables obras de la Escuela Cuzqueña.
Existen otros ángeles en Bolivia y Perú. En Argentina, Uquía es el único sitio que ostenta ese privilegio.
El altar refulge en oros y los santos guardan orden en los nichos.
Al pasar junto a la entrada veo la llave de plata. Enorme llave de casi medio kilo. La miro incrédula. El hombre me permite sopesarla con una mirada de orgullo. Semejante llave necesita un guardián con todas las letras. Y esa Iglesia merece semejante llave. El guardián lo sabe bien, su ojos y el tono de su voz lo demuestran.
En la garita espero la combi (que esta vez pude tomar). En la parte de atrás del boleto que el chofer me entrega leo “Transportes Armagedón” (esa parte de la Biblia, libro del Apocalipsis, donde dice en el año mil vendrá la bestia para luchar contra Dios, pero será vencida por Jesucristo y sus ángeles) Serán esos los arcabuceros??
Sigue subiendo gente en la combi. Suena inequívoca la música de cumbia típica en estos viajes. Los paisajes pasan veloces, cada vez más cerca de Humahuaca.
Iglesias 1. Perdida del mundo. (Susques)
Perder, encontrar
Para perderse del mundo hay que transitar caminos desconocidos, poco accesibles, con promesa de imposibles. Y ahí plantarse, echar cimientos. Ahí donde las rutas más transitadas se fueron lejos.
Para encontrar hay que ensayar nuevas miradas, emprender rumbos inciertos, entregarse a la incertidumbre, al azar del camino, recorrer calles trilladas con nuevos pies.
Primer encuentro
Ahí la veo a eso de las 7 de la tarde. Solitaria como los últimos rayos de sol que caen ya oblícuos.
Generosa y primitiva. Con su gran atrio y ella en el centro. Amarilla de siglos solares, con las manchas de barro tan típicas de esta zona. Es el barro que cae de los techos de paja en la época de lluvias. Es como un llanto de la tierra si nos dejamos llevar por la imaginación.
Yo también estoy sola y por eso la comprendo en su soledad más que nunca.
Franqueo el portal y deambulo por el atrio, mirando las capillas posas en sus esquinas e imaginando. Imaginando las procesiones ahí dentro, vírgenes en andas, devotos solemnes y pulcros. Las vueltas y vueltas como un afirmarse de la fé.
Me voy porque no puedo verla por dentro. No puedo más que imaginar. Me voy dejando que la noche caiga y esperando que el día naciente decida.
Iglesias
Me atraen demasiado, aun sin ser creyente. Puedo ir a un pueblo ínfimo, sólo si tiene una que valga la pena ver.
Lo que me emociona de ellas (o no) es sentir la fé materializada en sus estructuras, hechas amorosamente (o no).
Segundo encuentro acompañado del tibio sol mañanero
Nuestra Señora de Belén resplandece con los primeros rayos curvos y amables de las nueve de la mañana.
Elba barre diligentemente la vereda, junto al portal, levantando pequeñas tormentas de arena.
Yo camino hacia ella, observándola hacer y pensando en que suerte tuve, me sonrío hacia adentro.
Esta joya levantada en la puna jujeña es la iglesia más antigua de la provincia. Fue construída en 1598. Apenas unos cien años después de la llegada de Cristóbal a estas tierras.
Es Patrimonio Histórico Nacional desde 1943 y al verla puedo dar cuenta de ese gran acierto.
Fotos sin flash por favor
Sin duda estoy recorriendo una Iglesia hecha con amor. Este suple todas las falencias estructurales que ella pueda tener.
Columnas asimétricas, arqueadas, de distinto grosor. Paredes bolseadas de superficies irregulares.
Las puertas no respetan ningún eje, ningún equilibrio. Las maderas de cardón del techo se estructuran libremente, con la única función de sostener.
Las paredes están pintadas al fresco, al estilo de la escuela cuzqueña. Los santos miran a los ojos ofreciendo panes, las vírgenes parecen flotar en las paredes blancas.
El altar es un sueño infantil en colores, imágenes en cajitas de cristal, mantos de telar. Muchas flores, pintadas y de tela. Guardas contrastantes en los nichos, en los márgenes. Una sillita de madera de niño, espera tal vez al Jesús pequeño, al hijo del carpintero.
La niñez ingenua de la religión primera se me presenta como nunca.
Observo el púlpito blanco, elegante en su simpleza. Me meto en una sala lateral donde se guardan los elementos procesionales. Respiro por última vez ese aire fresco y denso. Salgo.
Elba habla
Agradecí a Elba por abrirme y dejarme ver su Iglesia. La felicité por la maravilla que conservan.
Ella me dijo que gracias al clima de la zona y a mantenerla mucho tiempo cerrada. El evitar el flash también ayuda a la conservación de los frescos.
No dejó de mencionar que la iglesia es Patrimonio Histórico Nacional. Aquí vino un arquitecto, midió, recorrió, sacó fotos. Pero nunca nos mandaron dinero. La Iglesia hay que
cuidarla, limpiarla. Mantener y renovar la paja de los techos. Los vecinos nos encargamos de eso. Dinero nunca hemos recibido.
Me despido prometiendo a Elba escribir este diario. Me marcho reflexionando de cómo se cuida, se conserva y se revaloriza el legado de los pueblos, las culturas originarias:
¿Con leyes que no son más que papel?
Con el amor del pueblo susqueño y nada más.
Para perderse del mundo hay que transitar caminos desconocidos, poco accesibles, con promesa de imposibles. Y ahí plantarse, echar cimientos. Ahí donde las rutas más transitadas se fueron lejos.
Para encontrar hay que ensayar nuevas miradas, emprender rumbos inciertos, entregarse a la incertidumbre, al azar del camino, recorrer calles trilladas con nuevos pies.
Primer encuentro
Ahí la veo a eso de las 7 de la tarde. Solitaria como los últimos rayos de sol que caen ya oblícuos.
Generosa y primitiva. Con su gran atrio y ella en el centro. Amarilla de siglos solares, con las manchas de barro tan típicas de esta zona. Es el barro que cae de los techos de paja en la época de lluvias. Es como un llanto de la tierra si nos dejamos llevar por la imaginación.
Yo también estoy sola y por eso la comprendo en su soledad más que nunca.
Franqueo el portal y deambulo por el atrio, mirando las capillas posas en sus esquinas e imaginando. Imaginando las procesiones ahí dentro, vírgenes en andas, devotos solemnes y pulcros. Las vueltas y vueltas como un afirmarse de la fé.
Me voy porque no puedo verla por dentro. No puedo más que imaginar. Me voy dejando que la noche caiga y esperando que el día naciente decida.
Iglesias
Me atraen demasiado, aun sin ser creyente. Puedo ir a un pueblo ínfimo, sólo si tiene una que valga la pena ver.
Lo que me emociona de ellas (o no) es sentir la fé materializada en sus estructuras, hechas amorosamente (o no).
Segundo encuentro acompañado del tibio sol mañanero
Nuestra Señora de Belén resplandece con los primeros rayos curvos y amables de las nueve de la mañana.
Elba barre diligentemente la vereda, junto al portal, levantando pequeñas tormentas de arena.
Yo camino hacia ella, observándola hacer y pensando en que suerte tuve, me sonrío hacia adentro.
Esta joya levantada en la puna jujeña es la iglesia más antigua de la provincia. Fue construída en 1598. Apenas unos cien años después de la llegada de Cristóbal a estas tierras.
Es Patrimonio Histórico Nacional desde 1943 y al verla puedo dar cuenta de ese gran acierto.
Fotos sin flash por favor
Sin duda estoy recorriendo una Iglesia hecha con amor. Este suple todas las falencias estructurales que ella pueda tener.
Columnas asimétricas, arqueadas, de distinto grosor. Paredes bolseadas de superficies irregulares.
Las puertas no respetan ningún eje, ningún equilibrio. Las maderas de cardón del techo se estructuran libremente, con la única función de sostener.
Las paredes están pintadas al fresco, al estilo de la escuela cuzqueña. Los santos miran a los ojos ofreciendo panes, las vírgenes parecen flotar en las paredes blancas.
El altar es un sueño infantil en colores, imágenes en cajitas de cristal, mantos de telar. Muchas flores, pintadas y de tela. Guardas contrastantes en los nichos, en los márgenes. Una sillita de madera de niño, espera tal vez al Jesús pequeño, al hijo del carpintero.
La niñez ingenua de la religión primera se me presenta como nunca.
Observo el púlpito blanco, elegante en su simpleza. Me meto en una sala lateral donde se guardan los elementos procesionales. Respiro por última vez ese aire fresco y denso. Salgo.
Elba habla
Agradecí a Elba por abrirme y dejarme ver su Iglesia. La felicité por la maravilla que conservan.
Ella me dijo que gracias al clima de la zona y a mantenerla mucho tiempo cerrada. El evitar el flash también ayuda a la conservación de los frescos.
No dejó de mencionar que la iglesia es Patrimonio Histórico Nacional. Aquí vino un arquitecto, midió, recorrió, sacó fotos. Pero nunca nos mandaron dinero. La Iglesia hay que
cuidarla, limpiarla. Mantener y renovar la paja de los techos. Los vecinos nos encargamos de eso. Dinero nunca hemos recibido.
Me despido prometiendo a Elba escribir este diario. Me marcho reflexionando de cómo se cuida, se conserva y se revaloriza el legado de los pueblos, las culturas originarias:
¿Con leyes que no son más que papel?
Con el amor del pueblo susqueño y nada más.
lunes, 24 de mayo de 2010
DONDE DEBE ESTAR EL ARTE: CASAS MUSEO 1
Todos conocemos o intuimos las bondades de los museos: albergar obras de gran valor artístico, mostrar un período histórico, exhibir las producciones de determinada región o país, resguardar o restaurar importantes patrimonios. Están organizados para mostrarnos en un breve lapso y de forma muy eficiente colecciones muy grandes.
Pero… (siempre existe un pero) estas eficaces instituciones a veces nos dejan la impresión de ser una mera acumulación, siempre agradable al ojo, de objetos bellos arrancados de su contexto de creación, ordenados y catalogados de todas las formas posibles, estancados en vitrinas de vidrio helado. Como góndolas de un supermercado en el que no se puede comprar, no se puede tocar, sólo y nada más que mirar.
Por suerte en los últimos tiempos ha cambiado mucho esta mentalidad de museo positivista, especies de mausoleos de conocimiento, donde se privilegia la acumulación y la lejanía con el que observa. Casi como mirar una sustancia a través del microscopio.
Y, estos espacios de arte, ciencia e historia se han hecho más accesibles a nosotros, los que los visitamos.
Desde museos donde la consigna es tocar, a sitios donde se exhiben las pequeñas historias, el arte popular, los coleccionismos “kitsch”, o las casas de los artistas.
Me referiré a dos Casas Museos que pude con mucho agrado visitar en la Quebrada de Humahuaca.
Casa Museo José Antonio Terry
Frente a la Plaza Principal de Tilcara se encuentra esta casa que ha sido declarada Patrimonio Histórico Nacional.
Recorriendo sus múltiples habitaciones fui observando con atención vida y obra de este artista porteño, sordo, afincado en Tilcara y enamorado de los colores de la Quebrada.
Autorretratos, pinturas de su mujer e hijas en la primera habitación (modelos más cercanos del artista), magníficas pinturas de personajes típicos, como el Tuerto del Pucará, una familia coya en las montañas, los vendedores ambulantes en las calles de tierra.
También pude ver a los personajes de la idiosincrasia porteña, la tomadora de mate, el inmigrante y otros retratos realizados en sus viajes por Europa. Terry fue considerado un “pintor viajero”, afecto a los usos y costumbre de lugar donde pasaba.
A partir de ese momento me acompaña en el recorrido la encargada del Museo, que al notar mi interés comienza a contarme anécdotas de la vida del artista, de sus viajes, de su llegada a Jujuy.
Junto con las obras y respetando la función original de las habitaciones, puedo apreciar los objetos de uso personal de Terry, colocados estratégicamente, casi como si el lugar fuera todavía habitado: el teléfono grande y pesado que escuchaba su voz, la cama donde descansó en algunas de las tantas siestas norteñas, los solemnes retratos familiares de las mesas de luz, el espejo, la valija, la vida de todos los días de un artista.
Los artistas que pintaron los paisajes de quebradeños también tienen su lugar en una de las salas de José Antonio, y más atrás, al fondo de la enorme casa colonial, cruzando el patio que alguna vez tuvo aljibe, una sala de arte contemporáneo.
Es una sala de exposiciones temporarias para artistas que trabajan una estética ligada al arte andino.
Me pareció muy bueno que el Museo no se quede en el pasado, que apueste desde este lugar a la producción de los artistas jóvenes.
Empiezo a marcharme pensando en la variedad y calidad del Museo, cuando la encargada
me señala una escalera.
Falta el atelier, dice… subo tras la parejita que anduvo delante de mí en el recorrido y respiro de alivio al llegar (torturas de la altura).
Su lugar de trabajo me conmovió más que ninguna otra cosa: ahí estaban desparramados los pinceles, la paleta con los colores, los bastidores. Casi como esperando que el artista llegara y se pusiera a trabajar.
Imagino a la mujer de la pintura, esa del vestido rojo, cambiarse tras el biombo para comenzar la sesión. El vestido rojo tras un vidrio, me dice todo lo que necesito saber.
El sofá donde se recostó la hermosa mujer del desnudo y el mate en la mano, es un testigo clave de esas carnes rosadas.
Objetos personales, preciados, íntimos, nos miran desde rincones varios. Sabemos que aquí hubo arte y hubo vida.
Me voy yendo de Tilcara. En Humahuaca me cercará la lluvia y conoceré en su propia casa al hijo de otro artista.
Pero… (siempre existe un pero) estas eficaces instituciones a veces nos dejan la impresión de ser una mera acumulación, siempre agradable al ojo, de objetos bellos arrancados de su contexto de creación, ordenados y catalogados de todas las formas posibles, estancados en vitrinas de vidrio helado. Como góndolas de un supermercado en el que no se puede comprar, no se puede tocar, sólo y nada más que mirar.
Por suerte en los últimos tiempos ha cambiado mucho esta mentalidad de museo positivista, especies de mausoleos de conocimiento, donde se privilegia la acumulación y la lejanía con el que observa. Casi como mirar una sustancia a través del microscopio.
Y, estos espacios de arte, ciencia e historia se han hecho más accesibles a nosotros, los que los visitamos.
Desde museos donde la consigna es tocar, a sitios donde se exhiben las pequeñas historias, el arte popular, los coleccionismos “kitsch”, o las casas de los artistas.
Me referiré a dos Casas Museos que pude con mucho agrado visitar en la Quebrada de Humahuaca.
Casa Museo José Antonio Terry
Frente a la Plaza Principal de Tilcara se encuentra esta casa que ha sido declarada Patrimonio Histórico Nacional.
Recorriendo sus múltiples habitaciones fui observando con atención vida y obra de este artista porteño, sordo, afincado en Tilcara y enamorado de los colores de la Quebrada.
Autorretratos, pinturas de su mujer e hijas en la primera habitación (modelos más cercanos del artista), magníficas pinturas de personajes típicos, como el Tuerto del Pucará, una familia coya en las montañas, los vendedores ambulantes en las calles de tierra.
También pude ver a los personajes de la idiosincrasia porteña, la tomadora de mate, el inmigrante y otros retratos realizados en sus viajes por Europa. Terry fue considerado un “pintor viajero”, afecto a los usos y costumbre de lugar donde pasaba.
A partir de ese momento me acompaña en el recorrido la encargada del Museo, que al notar mi interés comienza a contarme anécdotas de la vida del artista, de sus viajes, de su llegada a Jujuy.
Junto con las obras y respetando la función original de las habitaciones, puedo apreciar los objetos de uso personal de Terry, colocados estratégicamente, casi como si el lugar fuera todavía habitado: el teléfono grande y pesado que escuchaba su voz, la cama donde descansó en algunas de las tantas siestas norteñas, los solemnes retratos familiares de las mesas de luz, el espejo, la valija, la vida de todos los días de un artista.
Los artistas que pintaron los paisajes de quebradeños también tienen su lugar en una de las salas de José Antonio, y más atrás, al fondo de la enorme casa colonial, cruzando el patio que alguna vez tuvo aljibe, una sala de arte contemporáneo.
Es una sala de exposiciones temporarias para artistas que trabajan una estética ligada al arte andino.
Me pareció muy bueno que el Museo no se quede en el pasado, que apueste desde este lugar a la producción de los artistas jóvenes.
Empiezo a marcharme pensando en la variedad y calidad del Museo, cuando la encargada
me señala una escalera.
Falta el atelier, dice… subo tras la parejita que anduvo delante de mí en el recorrido y respiro de alivio al llegar (torturas de la altura).
Su lugar de trabajo me conmovió más que ninguna otra cosa: ahí estaban desparramados los pinceles, la paleta con los colores, los bastidores. Casi como esperando que el artista llegara y se pusiera a trabajar.
Imagino a la mujer de la pintura, esa del vestido rojo, cambiarse tras el biombo para comenzar la sesión. El vestido rojo tras un vidrio, me dice todo lo que necesito saber.
El sofá donde se recostó la hermosa mujer del desnudo y el mate en la mano, es un testigo clave de esas carnes rosadas.
Objetos personales, preciados, íntimos, nos miran desde rincones varios. Sabemos que aquí hubo arte y hubo vida.
Me voy yendo de Tilcara. En Humahuaca me cercará la lluvia y conoceré en su propia casa al hijo de otro artista.
DONDE DEBE ESTAR EL ARTE: CASAS MUSEO 2
De tal palo tal astilla
Llueve a mares. Conocí una Humahuaca casi pasada por agua, en los tres días en los que estuve.
El tiempo no era bueno para hacer caminatas que no fueran en la ciudad o excursiones porque la visibilidad era escasa.
Entonces me dediqué a sacarle el máximo provecho a las callecitas de piedra. Feria, muchas fotos, barrios altos, comidas y museos.
El día tiene un color gris plomo. Tras mirar la feria de artesanías del Monumento a los Héroes de la Independencia, subí las escaleras y me asomé al Museo de Arqueología sobre un costado.
Debo decir que no me motivó esa visión en absoluto. Una señora mayor y un joven acodados en un mostrador con "cara de día lluvia": pase señorita, está abierto… Cuáles son los horarios del museo? (yo sin demasiadas ganas de franquear la puerta) Bueno, mañana vuelvo mejor… (la excusa de siempre).
Lluvia cae en chispas. Otro día de agua frente a la Municipalidad. Esperamos que el santo San Francisco Solano salga a bendecirnos. Muchas personas bajo una lluvia fina y molesta esperamos un saludo santo. Quien me viera, a mí que no soy creyente, yendo a misas y esperando la bendición del tal santito. La gente se prepara sacando cámaras y filmadoras, probando la mejor toma, cuidando sus lugares. Niños a caballito, olor a grandes expectativas. Cosas que sólo puede lograr nuestro norte mágico.
En eso un grupo de personas mayores y las dos artistas plásticas que conocí en Tilcara me gritan: vení con nosotras, vamos a casa de Ramoneda, el museo!!!
Si, tal vez vaya en un rato… (yo, sin ganas ninguna de seguir un tour)
Estudio Museo Ramoneda
Día con promesas de sol. Caminando esa mañana me acuerdo de Ramoneda. Llego a la casa. Un cartel dice: concertar horario de visita. Golpeo la puerta y enseguida hablo con un hombre que me cita a las cuatro de la tarde. Porque a esa hora hago una visita guiada. A las cuatro entonces. Siesta reparadora, salgo muy abrigada, el frío ha sido intenso en Humahuaca.
Resulta que la visita guíada era sólo para mí, me imaginaba que habría otras personas, pero no, tenía un guía y un museo para mí sola.
El señor es muy amable, pero tiene algo de reservado, de resguardo, esa sensación me
da. Recorremos las habitaciones de la casa, que son ahora las salas del museo. Veo retratos del guapo y joven Francisco Ramoneda, fotos del grupo de artistas e intelectuales en el Café Tortoni, otra del artista con Benito Quinquela Martín (un gran artista de la Boca).
Observo pinturas con temáticas de la Quebrada de Humahuaca, otras de Buenos Aires, esculturas de artistas conocidos y muchas fotos de la vida del artista.
A medida que avanzamos, la charla se hace más fluída, le cuento que también soy artista plástica y el suelta al pasar que es el hijo de Francisco.
Que revelación me ha hecho, que tonta, pero me siento noqueada. Entonces, los niños posando en la ventana que mira al jardín, con esa parra de fondo, son usted y su hermano. No lo puedo creer. Me cuenta que una vez su padre había salido de viaje y él, pequeño, ensayó una mancha expresionista sobre la última obra. Esperaba el más duro castigo, pero al observarla su padre sonrió complacido y le regaló sus primeros materiales de trabajo. Serás artista.
Hablamos de muchas cosas. Creo que los dos nos emocionamos bastante. Nos queda la última sala. Ahí está su propia obra. Me entero que Luis es un artista muy reconocido, profesor y rector por años en la Universidad de Rosario. Me cuenta de sus muestras, de sus amigos en Europa. Su obra es impactante, muy diferente a la de su padre, con una importante abstracción y color saturado.
Habla de la amistad de su padre con José Antonio Terry (el artista de Tilcara), de que a este museo han querido declararlo Patrimonio Nacional, pero el se ha resistido porque el sitio es también su casa y de sus hermanos. Perderíamos los derechos a favor del Estado… (recién tomo noción de que es casa, museo, y él su director).
Si en algún momento quisieran llevar las obras de mi padre a algún museo de Buenos Aires no lo permitiría... este es el lugar donde él quiso que estuvieran.
No le gustan las fotos. Y lo comprendo. Un lugar público y a la vez íntimo. Me deja sacar unas pocas a las salas, sin detalles. Me regala un catálogo de su última exposición.
Nos despedimos con la mano. Esta visita me ha dejado conmovida. Ha sido un placer.
El sol ya pega fuerte en Humahuaca. Me voy desprendiendo de los abrigos, sintiendo las calles de piedra bajos mis pies.
Llueve a mares. Conocí una Humahuaca casi pasada por agua, en los tres días en los que estuve.
El tiempo no era bueno para hacer caminatas que no fueran en la ciudad o excursiones porque la visibilidad era escasa.
Entonces me dediqué a sacarle el máximo provecho a las callecitas de piedra. Feria, muchas fotos, barrios altos, comidas y museos.
El día tiene un color gris plomo. Tras mirar la feria de artesanías del Monumento a los Héroes de la Independencia, subí las escaleras y me asomé al Museo de Arqueología sobre un costado.
Debo decir que no me motivó esa visión en absoluto. Una señora mayor y un joven acodados en un mostrador con "cara de día lluvia": pase señorita, está abierto… Cuáles son los horarios del museo? (yo sin demasiadas ganas de franquear la puerta) Bueno, mañana vuelvo mejor… (la excusa de siempre).
Lluvia cae en chispas. Otro día de agua frente a la Municipalidad. Esperamos que el santo San Francisco Solano salga a bendecirnos. Muchas personas bajo una lluvia fina y molesta esperamos un saludo santo. Quien me viera, a mí que no soy creyente, yendo a misas y esperando la bendición del tal santito. La gente se prepara sacando cámaras y filmadoras, probando la mejor toma, cuidando sus lugares. Niños a caballito, olor a grandes expectativas. Cosas que sólo puede lograr nuestro norte mágico.
En eso un grupo de personas mayores y las dos artistas plásticas que conocí en Tilcara me gritan: vení con nosotras, vamos a casa de Ramoneda, el museo!!!
Si, tal vez vaya en un rato… (yo, sin ganas ninguna de seguir un tour)
Estudio Museo Ramoneda
Día con promesas de sol. Caminando esa mañana me acuerdo de Ramoneda. Llego a la casa. Un cartel dice: concertar horario de visita. Golpeo la puerta y enseguida hablo con un hombre que me cita a las cuatro de la tarde. Porque a esa hora hago una visita guiada. A las cuatro entonces. Siesta reparadora, salgo muy abrigada, el frío ha sido intenso en Humahuaca.
Resulta que la visita guíada era sólo para mí, me imaginaba que habría otras personas, pero no, tenía un guía y un museo para mí sola.
El señor es muy amable, pero tiene algo de reservado, de resguardo, esa sensación me
da. Recorremos las habitaciones de la casa, que son ahora las salas del museo. Veo retratos del guapo y joven Francisco Ramoneda, fotos del grupo de artistas e intelectuales en el Café Tortoni, otra del artista con Benito Quinquela Martín (un gran artista de la Boca).
Observo pinturas con temáticas de la Quebrada de Humahuaca, otras de Buenos Aires, esculturas de artistas conocidos y muchas fotos de la vida del artista.
A medida que avanzamos, la charla se hace más fluída, le cuento que también soy artista plástica y el suelta al pasar que es el hijo de Francisco.
Que revelación me ha hecho, que tonta, pero me siento noqueada. Entonces, los niños posando en la ventana que mira al jardín, con esa parra de fondo, son usted y su hermano. No lo puedo creer. Me cuenta que una vez su padre había salido de viaje y él, pequeño, ensayó una mancha expresionista sobre la última obra. Esperaba el más duro castigo, pero al observarla su padre sonrió complacido y le regaló sus primeros materiales de trabajo. Serás artista.
Hablamos de muchas cosas. Creo que los dos nos emocionamos bastante. Nos queda la última sala. Ahí está su propia obra. Me entero que Luis es un artista muy reconocido, profesor y rector por años en la Universidad de Rosario. Me cuenta de sus muestras, de sus amigos en Europa. Su obra es impactante, muy diferente a la de su padre, con una importante abstracción y color saturado.
Habla de la amistad de su padre con José Antonio Terry (el artista de Tilcara), de que a este museo han querido declararlo Patrimonio Nacional, pero el se ha resistido porque el sitio es también su casa y de sus hermanos. Perderíamos los derechos a favor del Estado… (recién tomo noción de que es casa, museo, y él su director).
Si en algún momento quisieran llevar las obras de mi padre a algún museo de Buenos Aires no lo permitiría... este es el lugar donde él quiso que estuvieran.
No le gustan las fotos. Y lo comprendo. Un lugar público y a la vez íntimo. Me deja sacar unas pocas a las salas, sin detalles. Me regala un catálogo de su última exposición.
Nos despedimos con la mano. Esta visita me ha dejado conmovida. Ha sido un placer.
El sol ya pega fuerte en Humahuaca. Me voy desprendiendo de los abrigos, sintiendo las calles de piedra bajos mis pies.
BAJO CIELO PALERMITANO
Situación
En un miércoles soleado de diciembre, entre la mañana casi perdida y una tarde calurosa, se ven reflejos coloreados en ese cielo completamente despejado.
Palermo Soho no se encuentra en Italia ni en New York. Palermo Soho es un barrio bien porteño, aunque la condición de serlo, sea algo así como un patchwork con retazos de todo el mundo. En sus estrechos pasajes conviven el arte libre y espontáneo, los stencils sin estrenar, los aerosoles en mano. Las puertas se transforman en obras informales. Las casas abandonadas se miran con las magníficas residencias ocultas por altas puertas y paredones coloridos. Cuelgan banderines como esperando un carnaval de máscaras y espumas. En los callejones palermitanos se camina a otro ritmo. Un ritmo que privilegia la mirada atenta, el detalle, la cámara presta, la multiplicidad de tomas.
Aquí se rinde un culto extremo a la creatividad, la originalidad. Palermo Soho es sibarita, le gustan los platos exóticos, los ambientes exclusivos, los bares donde el arte se mezcla con los licuados. De vuelta los “ramos generales”: se compra ropa, se escucha música, se adquiere el CD, y luego se descansa tomando un trago sin moverse del sitio.
Flashes
La belleza está en los contrastes: En la esquina de Costa Rica y Jorge Luis Borges, Gardel vestido de blanca y negra intemporalidad disfruta de un helado. Un turista oriental se pierde y se encuentra. ¿Le habrá preguntado cómo llegar?
Nuevas formas de comunicación: Una tapa del medidor eléctrico es una especie de pizarrón donde los adolescentes dejan sus mensajes de compra y venta, recitales, o un remissero o un gasista. En un carrito cafetero se ofrece una cocina Longvie, muy buena de tres hornallas. Sólo se trata de expresar. Marketing gasolero.
Naturaleza o civilización: Aún en medio del cemento una casa añora ser bosque y lo hace sin dudas ni reparos. Sólo puedo imaginar a los insectos y pequeños reptiles queriendo penetrar en la residencia. Alambre tejido, por favor.
Arte y Psicoanálisis: Dicen que donde hay un argentino, el psicoanálisis anda cerca. Sólo puedo decir que todo es un arte. En las paredes de Palermo está dicho: Si quiero evoluciono. Si quiero no fumo. Si quiero te declaro mi princesa. Todo está en querer. Que simpático. http://www.arte-psicoanalisis.blogspot.com/
Algunos fantasmas: Un colectivo inglés de dos pisos se mueve por el Soho anunciando Chelsea como destino. Viajes mentales, imaginarios, viajar como sea. ¿Qué es lo que no se ve en Buenos Aires?
Conceptualismo y confort: ¿Cuánto podría costar ese blanco sofá lleno de pintadas fluorescentes? No lo sé, pero es seguro que mi padre no lo compraría. El lujo tiene pensamiento e intelectualidad por estos lares. Creían que era sólo cuero y buena madera?
Instrucciones para andar por el Soho (palermitano)
Llevar un ritmo lento como si siempre fuera verano.
Cargar un par de pilas extra, las postales son únicas.
Recargar energías en un bar al aire libre.
No dejarse marear por tanta creatividad.
¿Cada sitio tiene su propio cielo?
Si el cielo fuera un espejo sería un cielo particular. Reflejaría ese barrio, esa ciudad, ese río, ese desierto y a nosotros mismos caminando entre nubes, los coches rojos contrastarían perfecto con el azul turquesa del verano. Los caminantes nocturnos podrían pasear por las calles esquivando estrellas. No lo sé. Ideas que me abordan caminando por Buenos Aires.
En un miércoles soleado de diciembre, entre la mañana casi perdida y una tarde calurosa, se ven reflejos coloreados en ese cielo completamente despejado.
Palermo Soho no se encuentra en Italia ni en New York. Palermo Soho es un barrio bien porteño, aunque la condición de serlo, sea algo así como un patchwork con retazos de todo el mundo. En sus estrechos pasajes conviven el arte libre y espontáneo, los stencils sin estrenar, los aerosoles en mano. Las puertas se transforman en obras informales. Las casas abandonadas se miran con las magníficas residencias ocultas por altas puertas y paredones coloridos. Cuelgan banderines como esperando un carnaval de máscaras y espumas. En los callejones palermitanos se camina a otro ritmo. Un ritmo que privilegia la mirada atenta, el detalle, la cámara presta, la multiplicidad de tomas.
Aquí se rinde un culto extremo a la creatividad, la originalidad. Palermo Soho es sibarita, le gustan los platos exóticos, los ambientes exclusivos, los bares donde el arte se mezcla con los licuados. De vuelta los “ramos generales”: se compra ropa, se escucha música, se adquiere el CD, y luego se descansa tomando un trago sin moverse del sitio.
Flashes
La belleza está en los contrastes: En la esquina de Costa Rica y Jorge Luis Borges, Gardel vestido de blanca y negra intemporalidad disfruta de un helado. Un turista oriental se pierde y se encuentra. ¿Le habrá preguntado cómo llegar?
Nuevas formas de comunicación: Una tapa del medidor eléctrico es una especie de pizarrón donde los adolescentes dejan sus mensajes de compra y venta, recitales, o un remissero o un gasista. En un carrito cafetero se ofrece una cocina Longvie, muy buena de tres hornallas. Sólo se trata de expresar. Marketing gasolero.
Naturaleza o civilización: Aún en medio del cemento una casa añora ser bosque y lo hace sin dudas ni reparos. Sólo puedo imaginar a los insectos y pequeños reptiles queriendo penetrar en la residencia. Alambre tejido, por favor.
Arte y Psicoanálisis: Dicen que donde hay un argentino, el psicoanálisis anda cerca. Sólo puedo decir que todo es un arte. En las paredes de Palermo está dicho: Si quiero evoluciono. Si quiero no fumo. Si quiero te declaro mi princesa. Todo está en querer. Que simpático. http://www.arte-psicoanalisis.blogspot.com/
Algunos fantasmas: Un colectivo inglés de dos pisos se mueve por el Soho anunciando Chelsea como destino. Viajes mentales, imaginarios, viajar como sea. ¿Qué es lo que no se ve en Buenos Aires?
Conceptualismo y confort: ¿Cuánto podría costar ese blanco sofá lleno de pintadas fluorescentes? No lo sé, pero es seguro que mi padre no lo compraría. El lujo tiene pensamiento e intelectualidad por estos lares. Creían que era sólo cuero y buena madera?
Instrucciones para andar por el Soho (palermitano)
Llevar un ritmo lento como si siempre fuera verano.
Cargar un par de pilas extra, las postales son únicas.
Recargar energías en un bar al aire libre.
No dejarse marear por tanta creatividad.
¿Cada sitio tiene su propio cielo?
Si el cielo fuera un espejo sería un cielo particular. Reflejaría ese barrio, esa ciudad, ese río, ese desierto y a nosotros mismos caminando entre nubes, los coches rojos contrastarían perfecto con el azul turquesa del verano. Los caminantes nocturnos podrían pasear por las calles esquivando estrellas. No lo sé. Ideas que me abordan caminando por Buenos Aires.
domingo, 23 de mayo de 2010
EL PARQUE CABAÑAS
En otras épocas parece que era bastante común que las personas de buena posición económica su fabricaran su propio oasis de verdes, agua, cielo azul y aire puro en la ciudad de Tres Arroyos.
Es el caso del Parque Miedan, que lamentablemente ya no existe, el del Parque Cazalás, que alberga a la Agrupación Boy Scouts y el del Parque Angel Cabañas más conocido y visitado los fines de semana por muchos de mi ciudad.
El Parque ideado por Angel Cabañas, era su oasis personal, su bosque privado. Igualmente autorizaba a los vecinos de la ciudad a visitarlo. Hace unos 50 años el Parque fué cedido por sus familiares a la Municipalidad de Tres Arroyos.
Se llega al Parque desde la Avenida Libertad, donde hace muy poco han construido enormes ramblas parquizadas, con un camino pavimentado ideal para deportistas de todo tipo que aprovechan este paseo para oxigenarse, ejercitarse y darse una vuelta por el Cabañas.
Conozco el Parque desde muy chiquita, era el paseo obligado de los domingos, algunas veces con mis viejos y muchos en amigos en bicicleta, con el mate y la torta, alguna vez un asado, las hamacas volando bien alto, el paseo por el arroyo, el zoológico!!!! antes había uno, con varias especies de aves, nutrias, guanacos, avestruces, llamas, un puma en un foso que era un espectáculo que no podíamos dejar de mirar con bastante impresión por ver al pòbre animal dando vueltas ahí abajo y otros tantos más que ahora no me acuerdo.
Los juegos en la Isla artificial, donde podíamos ser piratas malvados o sobrevivientes de un naufragio, saltando, subiendo y bajando hacia un lado y otro de la isla ( en ese tiempo nos parecía enoooorme) ahora cuando la veo después de años me dá risa que fuera un mundo alguna vez.
La pileta llena de agua salpicando y chicos entrando y saliendo en verano, el picadito de fútbol en un abra, la pesca de mojarritas en el lago, la sirena sonando insistente para avisar que el día acababa ( a las seis en invierno a las ocho en verano) , la salida por el caminito interminable, la fila de autos, el sol como una explosión de luz por entre los árboles oscuros.
Una galería entre los árboles
Una hermosa idea de Karina, la de una muestra en el Parque con la temática del árbol y el bosque..... "Por amor al árbol".
La escuchó por ahí, la tomó prestada y encendió su lamparita....
En mi ciudad los circuitos del arte son muy tradicionales, el Museo Mulazzi, el de
Bellas Artes....
desde hace un tiempo un grupo de artistas ha empezado a llevar el arte a la calle y a sitios alternativos donde pueda ser vistos por todos y no necesariamente colgados con un clavo y entre cuatro paredes.
Surgió así El Vagón de los Nadies donde un grupo artistas circenses hacen sus malabares, teatro alternativo, exposiciones y Varietes donde se muestra un excelente arte pero para nada convencional.
También se están desarrollando Ferias de Diseño en locales céntricos y otros lugares alternativos, donde se ofrecen producciones originales, muestras artisticas y otras actividades relacionadas con lo cultural, pero más a la mano de la gente.... de forma más accesible.
Por eso este sábado me dirigí hacia el Parque, anduve caminando entre los árboles y el invernadero, entre las obras que confundían arte y naturaleza...
Bosques azules, delirantes, cascadas entre la vegetación, caras asomando en las cortezas, caminitos entre los troncos, las obras ahí mezclándose con las sombras de las ramas, transfórmandose, mutando con el correr de la tarde.
Sacando fotos al "árbol boxeador", recuerdo de Harry Potter, ahí con sus ramas brazos, protagonista perfecto de La Leyenda del Jinete sin Cabeza o El Señor de los Anillos.
La tarde estaba cayendo y había que emprender la retirada, Nora una expositora quiso alcanzarme en su auto, le dije que prefería caminar, hacer el paseo... me miró incrédula y dijo: "si te arrepentís avisame".... de ninguna manera, jajajja, soy bastante ducha en caminatas....
Volví por el caminito eterno viendo como el sol se escondía y volvía a aparecer entre los árboles, contenta de que el arte salga hacia afuera, hacia los árboles
(naturaleza y arte que nos hacen tanto bien), luego tomé la rambla, el aire ya soplaba refrescante.... caminando y caminando me encontré con el Monumento al Payador y más adelante con el Avión de José Volponi, héroe muerto en Malvinas y les saqué fotos pensando ya en escribir este pequeño diario.
Este fué un paseo típico de mi ciudad Tres Arroyos... espero les haya gustado
Es el caso del Parque Miedan, que lamentablemente ya no existe, el del Parque Cazalás, que alberga a la Agrupación Boy Scouts y el del Parque Angel Cabañas más conocido y visitado los fines de semana por muchos de mi ciudad.
El Parque ideado por Angel Cabañas, era su oasis personal, su bosque privado. Igualmente autorizaba a los vecinos de la ciudad a visitarlo. Hace unos 50 años el Parque fué cedido por sus familiares a la Municipalidad de Tres Arroyos.
Se llega al Parque desde la Avenida Libertad, donde hace muy poco han construido enormes ramblas parquizadas, con un camino pavimentado ideal para deportistas de todo tipo que aprovechan este paseo para oxigenarse, ejercitarse y darse una vuelta por el Cabañas.
Conozco el Parque desde muy chiquita, era el paseo obligado de los domingos, algunas veces con mis viejos y muchos en amigos en bicicleta, con el mate y la torta, alguna vez un asado, las hamacas volando bien alto, el paseo por el arroyo, el zoológico!!!! antes había uno, con varias especies de aves, nutrias, guanacos, avestruces, llamas, un puma en un foso que era un espectáculo que no podíamos dejar de mirar con bastante impresión por ver al pòbre animal dando vueltas ahí abajo y otros tantos más que ahora no me acuerdo.
Los juegos en la Isla artificial, donde podíamos ser piratas malvados o sobrevivientes de un naufragio, saltando, subiendo y bajando hacia un lado y otro de la isla ( en ese tiempo nos parecía enoooorme) ahora cuando la veo después de años me dá risa que fuera un mundo alguna vez.
La pileta llena de agua salpicando y chicos entrando y saliendo en verano, el picadito de fútbol en un abra, la pesca de mojarritas en el lago, la sirena sonando insistente para avisar que el día acababa ( a las seis en invierno a las ocho en verano) , la salida por el caminito interminable, la fila de autos, el sol como una explosión de luz por entre los árboles oscuros.
Una galería entre los árboles
Una hermosa idea de Karina, la de una muestra en el Parque con la temática del árbol y el bosque..... "Por amor al árbol".
La escuchó por ahí, la tomó prestada y encendió su lamparita....
En mi ciudad los circuitos del arte son muy tradicionales, el Museo Mulazzi, el de
Bellas Artes....
desde hace un tiempo un grupo de artistas ha empezado a llevar el arte a la calle y a sitios alternativos donde pueda ser vistos por todos y no necesariamente colgados con un clavo y entre cuatro paredes.
Surgió así El Vagón de los Nadies donde un grupo artistas circenses hacen sus malabares, teatro alternativo, exposiciones y Varietes donde se muestra un excelente arte pero para nada convencional.
También se están desarrollando Ferias de Diseño en locales céntricos y otros lugares alternativos, donde se ofrecen producciones originales, muestras artisticas y otras actividades relacionadas con lo cultural, pero más a la mano de la gente.... de forma más accesible.
Por eso este sábado me dirigí hacia el Parque, anduve caminando entre los árboles y el invernadero, entre las obras que confundían arte y naturaleza...
Bosques azules, delirantes, cascadas entre la vegetación, caras asomando en las cortezas, caminitos entre los troncos, las obras ahí mezclándose con las sombras de las ramas, transfórmandose, mutando con el correr de la tarde.
Sacando fotos al "árbol boxeador", recuerdo de Harry Potter, ahí con sus ramas brazos, protagonista perfecto de La Leyenda del Jinete sin Cabeza o El Señor de los Anillos.
La tarde estaba cayendo y había que emprender la retirada, Nora una expositora quiso alcanzarme en su auto, le dije que prefería caminar, hacer el paseo... me miró incrédula y dijo: "si te arrepentís avisame".... de ninguna manera, jajajja, soy bastante ducha en caminatas....
Volví por el caminito eterno viendo como el sol se escondía y volvía a aparecer entre los árboles, contenta de que el arte salga hacia afuera, hacia los árboles
(naturaleza y arte que nos hacen tanto bien), luego tomé la rambla, el aire ya soplaba refrescante.... caminando y caminando me encontré con el Monumento al Payador y más adelante con el Avión de José Volponi, héroe muerto en Malvinas y les saqué fotos pensando ya en escribir este pequeño diario.
Este fué un paseo típico de mi ciudad Tres Arroyos... espero les haya gustado
LA BELLEZA NO ES FÁCIL
Mi sueño
Desde que tengo noción sueño con llegar a Machu Picchu, pero no de cualquier forma. Me imagino llegando desde las montañas, caminando, ascendiendo, descendiendo, entre la selva, la profusión de verdes y hojas enormes, esa humedad que le dá a las cosas la pátina de un sueño. Machu Picchu es como una aparición fantástica ante mi mirada. En el sueño, sé que voy hacia ese lugar, pero sin embargo, quiero la sorpresa de la visión que se impone mágicamente. En el sueño, nunca ví un tren o un colectivo. Debe ser porque siempre valoramos más lo que nos cuesta su buen esfuerzo, lo que no se nos regala.
Plan
La idea original y planeada por mucho tiempo,era hacer el camino alternativo de Santa Teresa, que consistía en partir de Cusco hacia el pueblo de Santa María, luego a Santa Teresa y desde ahí tres horas de caminata por las vías del tren hasta Aguascalientes... Y a dos pasos de Machu Picchu!!!! Este plan era el que mejor se adaptaba a mi sueño y a mi bolsillo. Manos a la obra: preparar la mochila, comprar algunos víveres, encontrarme con Quique (el también quería hacer ese camino y nos encontramos por ese motivo), taxi hasta la Terminal de Paso de Santiago, boleto para las 19 30, Empresa Ampay y hacia Machu Picchu!!! Todo sobre rieles: el plan ya está en marcha.
Pero en marzo todavía estamos en época de lluvias y para nuestra sorpresa el colectivo se detuvo a las 11 30 de la noche cuando estábamos a dos horas de nuestro primer destino. Nadie entendía nada, medios dormidos, nos dijeron que un derrume habia bloqueado la ruta. Cerraron la puerta del colectivo y no nos quedó otro remedio que dormir. Cuando amaneció, abrieron la puerta, salí, y pude ver que una montaña de piedras y tierra se había adueñado de toda la ruta. Encima era domingo, un día complicado para que los obreros de vialidad se pusieran a trabajar. Enseguida aparecieron y comenzó la tarea, pero a las horas no se veía ningún avance, seguían cayendo piedras y se había armado un embotellamiento digno de una película. Al
mediodía dejaron de trabajar, el pronóstico era otra noche durmiendo en el colectivo, encima del caos de vehículos, empezaba a llover...
Un montón de piedras obstruían el camino hacia mi sueño...
Le dije a Quique agarremos las mochilas y vamos hacia atrás a ver si algún coche nos levanta... así lo hicimos... los autos maniobraban, se escuchaban muchos bocinazos, desesperados querían escapar... los que estaban más atrás no sospechaban lo difícil de la situación, tranquilamente jugaban al fútbol y un grupo de chicas se habían armado la carpita. Luego de esperar un rato nos levanta un taxi, con una pareja y su hijo... que bueno!! al fin salimos de esa!! Nos dejan en Ollantaytambo... desde ahí sale el tren hacia Aguascalientes... pero yo no quería pensar en la posibilidad del tren, mi plan era tan diferente!!! Pero lo pienso un rato... mi objetivo primero es llegar a Macchu y esta es ahora la única opción... A tomar ese tren entonces!!! Machu Picchu se estaba haciendo el difícil...
La belleza no es fácil
La belleza no es fácil. Construir belleza. Llegar a la belleza. Percibir belleza. En mi sueño no era fácil, en la realidad tampoco me estaba siendo fácil. A mi entender la belleza se consigue con sabiduría, creatividad y mucha pasión y ninguna de estas tres son gratuitas. Quienes construyeron Machu Picchu sabían que estaban haciendo belleza, la hay en cada piedra, en cada junta, en cada perspectiva, en el entorno colosal y profuso. En ese microcosmos perfecto que forman la arquitectura, la montaña, la selva y el cielo. Estos hombres morenos y obstinados hacían belleza y no querían facilitar su acceso, sabían que semejante aparición era un regalo sólo para ojos tenaces
Y preparon un mirador para la contemplación de ese espéctaculo desde las alturas: El Huayna Picchu, una escalera tallada en una enorme montaña. Su ascenso es dificultoso, entre 2 30 y 3 horas lleva subir y bajar de él. Los que suben jadean, los que bajan jadean... pero nadie quiere perderse esta vista maravillosa.
Las fotos no alcanzan
En Macchu Picchu y con mi cámara en mano, me dí cuenta de que las fotos no sirven, las palabras no alcanzan... como explicar lo que se siente al entrar en contacto con esta maravilla hecha por los hombres. Lo que yo ví y sentí en ese momento no puede salir en ninguna foto: Sentí la fuerza milenaria de los hombres que la levantaron, en cada montaña, en cada piedra. Me sentí chiquita y enorme al mismo tiempo. Me ví observando ese conjunto ideal y al mismo tiempo formando parte de él. Sentí que la fobia a las alturas desaparecía porque esas alturas me sostenían. Sentí que estaba en el medio de mi sueño pero con los ojos bien abiertos Sentí que la belleza no es fácil, pero cuando llegás a ella y lográs percibirla en toda su magnitud, ella te agarra, te absorve y te hace formar parte de ella.
Efectos de Macchu Pichu
He escuchado a mucha gente decir que el lugar no es tan impresionante como parece, que no es tan increíble... Otros que han sentido una profunda emoción y deseos de llorar. Que el agotamiento desapareció por completo al contemplar algo tan maravilloso. Y es que yo creo que la belleza no es fácil y no se deja percibir así nomás, hace falta un abandono, un renunciamiento del ego, de la persona como centro. Para llegar a ella es necesario fundirse, entrar en comunión con ella.
Lo sublime de la belleza
Y al pensar en Machu, recordé algo que habíamos visto en la facultad... este lugar no es pintoresco, no es lindo, es algo más... algo que excede la razón, un sentimiento complejo mezcla de admiración, respeto, miedo por algo que desborda nuestra comprensión. Algo divino y un poco monstruoso al mismo tiempo. Como una obra de los dioses construída por hombres divinos; Machu Picchu guarda su belleza en el medio de la montaña, pero no la regala; sabe que sólo algunos se abandonarán de tal forma que conseguirán formar parte de ella.
La vuelta
Después de dos días supusimos que lo del derrumbe ya se había solucionado y conQuique nos mandamos por la ruta alternativa. Nos levantamos temprano, desayunamos en el mercado de Aguascalientes y como llovía torrencialmente, hicimos un poco de tiempo. Cuando aflojó, emprendimos el camino por las vías, total teníamos nuestras capas para cubrirnos. Seguimos el trazado por el lado contrario por el que habíamos llegado de Ollantaytambo. Un camino hermoso, con una humedad que se apoderaba de todo, hojas grandes y un río que corría por el costado. Muy pintoresco, pero con su corriente ensordecedora, nos dificultaba escuchar la sirena del tren; y dos veces tuvimos casi que tirarnos para el costado porque la locomotora se venía encima. En el trayecto nos cruzamos con un grupo de vascos, un barcelonés y un alemán a los que yo les había explicado el camino alternativo. Reveses de la vida ellos lo estaban haciendo y yo no había podido. El recorrido fué muy lindo, salvo por un pequeño
accidente; Quique metió la pierna en un pozo bajo los durmientes y se golpeó muy fuerte la rodilla. El viaje de 2 30 horas se alargó más de lo previsto. En unos puestos cerca de la Estación Hidroeléctrica tomamos unos mates de coca, para recuperar energía y buscamos un taxi que nos llevara al pueblo Santa Teresa. Ahí, mientras esperábamos saliera la comby para Santa María, Quique se hizo ver la pierna. Hicimos el viaje a Cuzco, en otra comby en Santa María. El conductor, se empecinó en enseñarle quechua a un chileno que iba a su lado, así todo el trayecto. Me quedaron algunas palabras. Esta fué mi aventura en Machu Picchu. Se hizo desear. La belleza no es fácil. Pero vale la pena el esfuerzo.
Desde que tengo noción sueño con llegar a Machu Picchu, pero no de cualquier forma. Me imagino llegando desde las montañas, caminando, ascendiendo, descendiendo, entre la selva, la profusión de verdes y hojas enormes, esa humedad que le dá a las cosas la pátina de un sueño. Machu Picchu es como una aparición fantástica ante mi mirada. En el sueño, sé que voy hacia ese lugar, pero sin embargo, quiero la sorpresa de la visión que se impone mágicamente. En el sueño, nunca ví un tren o un colectivo. Debe ser porque siempre valoramos más lo que nos cuesta su buen esfuerzo, lo que no se nos regala.
Plan
La idea original y planeada por mucho tiempo,era hacer el camino alternativo de Santa Teresa, que consistía en partir de Cusco hacia el pueblo de Santa María, luego a Santa Teresa y desde ahí tres horas de caminata por las vías del tren hasta Aguascalientes... Y a dos pasos de Machu Picchu!!!! Este plan era el que mejor se adaptaba a mi sueño y a mi bolsillo. Manos a la obra: preparar la mochila, comprar algunos víveres, encontrarme con Quique (el también quería hacer ese camino y nos encontramos por ese motivo), taxi hasta la Terminal de Paso de Santiago, boleto para las 19 30, Empresa Ampay y hacia Machu Picchu!!! Todo sobre rieles: el plan ya está en marcha.
Pero en marzo todavía estamos en época de lluvias y para nuestra sorpresa el colectivo se detuvo a las 11 30 de la noche cuando estábamos a dos horas de nuestro primer destino. Nadie entendía nada, medios dormidos, nos dijeron que un derrume habia bloqueado la ruta. Cerraron la puerta del colectivo y no nos quedó otro remedio que dormir. Cuando amaneció, abrieron la puerta, salí, y pude ver que una montaña de piedras y tierra se había adueñado de toda la ruta. Encima era domingo, un día complicado para que los obreros de vialidad se pusieran a trabajar. Enseguida aparecieron y comenzó la tarea, pero a las horas no se veía ningún avance, seguían cayendo piedras y se había armado un embotellamiento digno de una película. Al
mediodía dejaron de trabajar, el pronóstico era otra noche durmiendo en el colectivo, encima del caos de vehículos, empezaba a llover...
Un montón de piedras obstruían el camino hacia mi sueño...
Le dije a Quique agarremos las mochilas y vamos hacia atrás a ver si algún coche nos levanta... así lo hicimos... los autos maniobraban, se escuchaban muchos bocinazos, desesperados querían escapar... los que estaban más atrás no sospechaban lo difícil de la situación, tranquilamente jugaban al fútbol y un grupo de chicas se habían armado la carpita. Luego de esperar un rato nos levanta un taxi, con una pareja y su hijo... que bueno!! al fin salimos de esa!! Nos dejan en Ollantaytambo... desde ahí sale el tren hacia Aguascalientes... pero yo no quería pensar en la posibilidad del tren, mi plan era tan diferente!!! Pero lo pienso un rato... mi objetivo primero es llegar a Macchu y esta es ahora la única opción... A tomar ese tren entonces!!! Machu Picchu se estaba haciendo el difícil...
La belleza no es fácil
La belleza no es fácil. Construir belleza. Llegar a la belleza. Percibir belleza. En mi sueño no era fácil, en la realidad tampoco me estaba siendo fácil. A mi entender la belleza se consigue con sabiduría, creatividad y mucha pasión y ninguna de estas tres son gratuitas. Quienes construyeron Machu Picchu sabían que estaban haciendo belleza, la hay en cada piedra, en cada junta, en cada perspectiva, en el entorno colosal y profuso. En ese microcosmos perfecto que forman la arquitectura, la montaña, la selva y el cielo. Estos hombres morenos y obstinados hacían belleza y no querían facilitar su acceso, sabían que semejante aparición era un regalo sólo para ojos tenaces
Y preparon un mirador para la contemplación de ese espéctaculo desde las alturas: El Huayna Picchu, una escalera tallada en una enorme montaña. Su ascenso es dificultoso, entre 2 30 y 3 horas lleva subir y bajar de él. Los que suben jadean, los que bajan jadean... pero nadie quiere perderse esta vista maravillosa.
Las fotos no alcanzan
En Macchu Picchu y con mi cámara en mano, me dí cuenta de que las fotos no sirven, las palabras no alcanzan... como explicar lo que se siente al entrar en contacto con esta maravilla hecha por los hombres. Lo que yo ví y sentí en ese momento no puede salir en ninguna foto: Sentí la fuerza milenaria de los hombres que la levantaron, en cada montaña, en cada piedra. Me sentí chiquita y enorme al mismo tiempo. Me ví observando ese conjunto ideal y al mismo tiempo formando parte de él. Sentí que la fobia a las alturas desaparecía porque esas alturas me sostenían. Sentí que estaba en el medio de mi sueño pero con los ojos bien abiertos Sentí que la belleza no es fácil, pero cuando llegás a ella y lográs percibirla en toda su magnitud, ella te agarra, te absorve y te hace formar parte de ella.
Efectos de Macchu Pichu
He escuchado a mucha gente decir que el lugar no es tan impresionante como parece, que no es tan increíble... Otros que han sentido una profunda emoción y deseos de llorar. Que el agotamiento desapareció por completo al contemplar algo tan maravilloso. Y es que yo creo que la belleza no es fácil y no se deja percibir así nomás, hace falta un abandono, un renunciamiento del ego, de la persona como centro. Para llegar a ella es necesario fundirse, entrar en comunión con ella.
Lo sublime de la belleza
Y al pensar en Machu, recordé algo que habíamos visto en la facultad... este lugar no es pintoresco, no es lindo, es algo más... algo que excede la razón, un sentimiento complejo mezcla de admiración, respeto, miedo por algo que desborda nuestra comprensión. Algo divino y un poco monstruoso al mismo tiempo. Como una obra de los dioses construída por hombres divinos; Machu Picchu guarda su belleza en el medio de la montaña, pero no la regala; sabe que sólo algunos se abandonarán de tal forma que conseguirán formar parte de ella.
La vuelta
Después de dos días supusimos que lo del derrumbe ya se había solucionado y conQuique nos mandamos por la ruta alternativa. Nos levantamos temprano, desayunamos en el mercado de Aguascalientes y como llovía torrencialmente, hicimos un poco de tiempo. Cuando aflojó, emprendimos el camino por las vías, total teníamos nuestras capas para cubrirnos. Seguimos el trazado por el lado contrario por el que habíamos llegado de Ollantaytambo. Un camino hermoso, con una humedad que se apoderaba de todo, hojas grandes y un río que corría por el costado. Muy pintoresco, pero con su corriente ensordecedora, nos dificultaba escuchar la sirena del tren; y dos veces tuvimos casi que tirarnos para el costado porque la locomotora se venía encima. En el trayecto nos cruzamos con un grupo de vascos, un barcelonés y un alemán a los que yo les había explicado el camino alternativo. Reveses de la vida ellos lo estaban haciendo y yo no había podido. El recorrido fué muy lindo, salvo por un pequeño
accidente; Quique metió la pierna en un pozo bajo los durmientes y se golpeó muy fuerte la rodilla. El viaje de 2 30 horas se alargó más de lo previsto. En unos puestos cerca de la Estación Hidroeléctrica tomamos unos mates de coca, para recuperar energía y buscamos un taxi que nos llevara al pueblo Santa Teresa. Ahí, mientras esperábamos saliera la comby para Santa María, Quique se hizo ver la pierna. Hicimos el viaje a Cuzco, en otra comby en Santa María. El conductor, se empecinó en enseñarle quechua a un chileno que iba a su lado, así todo el trayecto. Me quedaron algunas palabras. Esta fué mi aventura en Machu Picchu. Se hizo desear. La belleza no es fácil. Pero vale la pena el esfuerzo.
martes, 18 de mayo de 2010
EL VALLE QUE GUARDA LOS SUEÑOS
Parece que el destino se ha empeñado en que yo no publique este diario. Primero, dejé la libreta donde estaba escrito, abandonada en un teléfono público de Miraflores. Volví a reescribirlo y en el momento en que estaba listo, cuando podía hacerse real, me robaron la cámara con las fotos del Colca descansando en su interior. Acobardada me decidí a olvidarlo... pero no me dejaba en paz, parece que quería salirse fuera... Me decidí a sacarlo sin fotos, el diario estaba escrito en base a ellas, pero mis fotos ya no están... espero que algo de mis palabras remita a esas imágenes que ya no están... pero que sin embargo se resisten a desaparecer del todo.
El Valle del Colca
Cuando comencé a recolectar información para el viaje siempre que se mencionaba a Arequipa, inevitablemente era en relación con el Valle o el Cañón del Colca. No sabía bien que me podía encontrar en este lugar pero las palabras eran prometedoras y en mi estancia por Arequipa sería un crimen si pasaba por alto este tan famoso lugar.
Me despedí de Arequipa, de sus plazas, iglesias, blancas construcciones de piedra sillar, de su enjambre de ticos (taxis) que inundan las calles convirtiéndolas en ríos amarillos y fundamentalmente de la postal de la ciudad desde el Puente Bolognesi con el Misti de fondo como un gigante dormido.
En el mismo Hostel Arequipay Backpackers le pedí a Evelyn que contratara la excursión de dos días que cuesta en casi todas la agencias alrededor de 20 dólares, y me entregué a la travesía por el tan nombrado valle. Confieso, no sé por que, sin demasiadas expectativas.
Comenzamos el tour con la descripción de la zona: Arequipa está en medio de un desierto costero, se la llama la "Ciudad Blanca" por su construcción en sillar y también se la conoce como la ciudad de los Volcanes, con el Misti, el Chachani, el Pichu Pichu y el Ampato como los más importantes. En este último fué encontrada la momia Juanita, congelada y en excelente estado de conservación.
Pasamos por la Reserva Nacional Aguada Blanca, que fué creada por el gobiernos con el fín de proteger a los camélidos andinos. La guía María Eugenia, habló largo rato sobre ellos y tratamos de establecer la diferencias: Las vicuñas tienen el el cuello largo y fino y un caminar elegante. Su pelo es el más caro del mundo y es muy corto. Las llamas tienen la espalda recta y el cuello erguido. Las alpacas son parecidas a los camellos. Su cuello apunta hacia abajo y su espalda es como una joroba. Tienen el pelo más largo El guanaco tira las orejas para atrás, escupe y la escupida mancha la piel. Las únicas que se domesticaron fueron las llamas y las alpacas. Bajamos a mirarlas de cerca y sacarles fotos.
El campo de los deseos
En Patapampa, llegamos al punto más alto del recorrido, la guía, explicó la costumbre de mascar hojas de coca y recomendó que la probarámos para contrarrestar los efectos de la altura. En este lugar hay campos de apachetas, pilas de piedras que originalmente eran ofrendas a los Apus, pero hoy día se las levantaba para pedir deseos. Bajamos y luego de fotografiar algunas, me dediqué a recoger las mejores piedras para que mi apacheta sea lo más fuerte posible. Levanté mi "estrella fugaz" y sólo le pedí encontrar mi destino. Cuando subimos al colectivo pude observar el campo de apachetas en toda su extensión. Increíble que unas simples pilas de piedras formen un gran campo de anhelos y sueños.
Cuando por fín entramos al Valle, pude ver maravillada un enorme oasis de verdes, amarillos y agua en medio del desierto. Pastores, vacas, burros, pequeñas cascadas, flores, montañas, quebradas y cielo. Siempre pensé que los paisajes bucólicos eran exclusivos de los cuadros y las postales, pero ahora lo estaba viendo en vivo y en directo y con mis propios ojos. En este valle hay numerosos pueblitos que parecen detenidos en el tiempo, dedicados a la producción de cereales, animales y frutas. Se puede admirar el sistema de terrazas de cultivo que se remonta a los tiempos incas, como un inmenso rompecabezas de verdes, marrones y amarillos. La entrada a la Reserva del Colca cuesta 35 soles.
Chivay
Llegamos a nuestro pueblo, Chivay. Una parte del tour se quedaría aquí y otra iría para el pueblo de Yanque. Hora de comer. La guía propuso un buffet de 15 y otro de 20 soles. Pregunté si había otra opción y sin demasiada energía me contestó que el mercado podría ser u otros lugares. Un grupo formado por padre e hija argentinos y una gallega pasaron a mi lado y me dijeron: ¿vámos al mercado? Vamos. Elegimos un puesto en el que servían un tentador pastel de papas, huevo y queso, truchas, carne de alpaca y nos sentamos frente a unos suculentos platazos. Grande nuestra sorpresa cuando vimos llegar a los del tour uno atrás de otro y enseguida ocupar todas las mesas del mercado. Comimos por 4 y 6 soles con gaseosa incluída. El buffet terminó en un fracaso.
Con los estómagos llenos partimos para nuestros hoteles. El siguiente programa serían las Termas de la Calera. En el hotel me bañé y decidí que no iría a las termas, aprovecharía para recorrer Chivay con mi cámara en la mano. Como una alumna que siempre contradice al profesor, le dije a María Eugenia que no iba a la Calera; frunció el ceño y me dijo que a las 7 nos encontrábamos para comer.
Caminando Chivay
Ni bien empecé el paseo, Chivay se convirtió en miles de postales y yo estaba dispuesta a capturarlas a todas:
Un pastor con gorra azul, balde amarillo con pasto y un manto roja en su espalda, camina por una callecita detrás de sus vacas.
Una cruz enorme dibujada en el pasto de una montaña como fondo del pueblo.
La plaza principal y su bonita y blanca iglesia. Enfrente, en un portal, una nena mirando a los que pasan.
Un metálico angelito juega al carnaval. Chorros de agua en la fuente de la plaza.
Un negocio azul y oro que invita a una Inka Cola y recuerda a una bandera de Boca Juniors.
Un callejón y grupo de chicos jugando a la bolita. Discute. Se mueven. Observan. Toda una cuestión de estado.
Una calle con una fila de taxis triciclos estacionados. Uno de los dueños me grita: la foto del mío vale un dólar!!!. Es muy caro le digo, y sigo.
Una callejuela periférica. Mucho verde. Muchos árboles. Al costado un río. Una señora sale de su casa. Que lindo es esto!! le digo. Sí, muy lindo, me dice y entra al verde. Va al baño.
Un cementerio con el hermoso fondo de montañas. Gante con baldes y flores. Me asomo y saco fotos.
Rosa y Roxana, sentadas en la vereda. Danos algo. Les doy una moneda. ¿Qué se van a comprar? Lápices. ¿Les gusta dibujar? Les saco una foto. Veo sus caritas asombradas mirando la pantalla de mi cámara.
Cuatro burros cruzando la calle. Un chico con su mochila vuelve de la escuela.
Comida y bailes típicos
El programa nocturno consistía en una cena show en un restaurant turístico. Sin demasiado entusiasmo me preparé para ir; si me quedaba iba a confirmar mi fama de contreras. Pedimos la comida. De fondo un grupo de hermanos tocando música autóctona. La diversión empezó con la pareja de baile; dos jovencitos, ella altiva y orgullosa, él tímido y gracioso. Empezaron con el Baile del Amor, donde el lleva su cara cubierta para engañar al padre de la novia. Luego vino un baile que representaba una enfermedad; con una fruta aparentemente envenada, con caída al piso, convulsiones y latigazos para entrar en razón. El baile de ofrendas a la tierra, la Pachamama y otro más de ciudad originario de Arequipa. Lo cómico de todo esto fué la participación de todos nosotros en los distintos bailes, que terminaron en una gran ronda por todo el salón, con risas de fondo y las caras cómplices de los bailarines. El final fué con cumbia. Y a dormir. Fué toda una fiesta: la danza, la música y los bellos trajes bordados integramente.
Tumbas y cóndores
A la mañana siguiente nos levantamos muy temprano: iríamos al Mirador La Cruz del Cóndor en el Cañón propiamente dicho a ver el vuelo de estas aves. Los cóndores viven en las paredes del cañón y sólo salen a buscar comida y preferentemente cuando está soleado, porque se dejan llevar por las corrientes de aire caliente. Sólo en estas condiciones los veríamos.
En el camino pasamos por las tumbas colgantes de tiempos incas. Obstinadamente excavadas en la alta y empinada pared de la montaña. Parece imposible que estos hombres antiguos se tomaran tales trabajo para que sus muertos estuvieran más cerca de los dioses.
Llegamos al Cañón. Bajamos muy abrigados. La mañana estaba muy fresca. Caminamos por una vereda que bordeaba el Cañón. Media hora aproximadamente hasta el mirador. Nos íbamos desprendiendo de los abrigos en el trayecto. Tal vez tengamos suerte. Antes de llegar una pareja de cóndores pasó planeando muy rápido. Sobrevolaban muy cerca de nuestras cabezas expectantes y desaparecían. Al rato aparecían otros, nosotros todos esperando, con las cámaras encendidas tratando de obtener la mejor toma. Y ellos ofreciendo el espectáculo de su vuelo indiferentes a la multitud de cámaras y cabezas. Increíble regalo de la naturaleza.
Volvimos nuevamente a Chivay pero por otro camino. Hora de comer, parada obligatoria en el mercado. El micro nos esperaba en la plaza donde una mujer con sus hijos daban leche en mamaderas a tres alpacas bebés. Postal de despedida. Paramos en el pueblo de Cabanaconde, donde al lado de la iglesia, vecinos con sus trajes típicos posan con sus halcones ofreciendo fotos a los turistas.
Antiguamente colcas eran recipientes donde se guardaban los productos de la tierra. Yo digo que el Colca es el Valle que guarda los sueños.
Despedida de Arequipa y Johny
Una noche más en Arequipa y a Lima. A sacar pasaje: fuí a la terminal en taxi y volví en colectivo. Me faltaba conocer el mercado; iba a recorrer y a comprar algo para comer. Al mercado entonces, por calle Consuelo. Mirando panes y frutas, un chico me ofrece sus pulseras hechas en macramé. No puedo comprar le digo. Me ofrece sus servicios como guía. Está estudiando. Me dá su mail; dígale a sus amigos. Me pregunta que hago, a que me dedico. Dibujo y pinto. Se le enciende la lamparita. Luego de un rato me convence de ir hasta el hostel que está preparando su hermana para aconsejarlo sobre las pinturas de las paredes. Quieren pintar imágenes: a los turistas les gusta, me dice.
Llegamos, un rato largo discutiendo sobre colores, motivos y procedimientos. ¿Qué color pondrías acá? le pregunto. Es muy inteligente; saca sus pulseras y las observa: pondría un lila. Me despido de su hermana Carla que me ofrece quedarme con ellos ayudándolos. Johny quiere devolverme el favor mostrándome su ciudad... es tarde.. estoy apurada... pero es obstinado y se sale con la suya. Caminamos por el Puente Grau, me habla de las piedras y los árboles. Seguimos hacia el Mirador de Yanahuara. Paramos en un puesto donde un mujer fríe "picarones", unos buñuelos con anís y almíbar, me invita y luego yo pago unas gaseosas. Luego miramos la ciudad desde arriba. Después sentados en los Claustros de la Compañía me habla de los Incas y el orígen de Arequipa. Me tengo que ir. Me despido de Johny; ha sido muy lindo encontrarlo. Prometo escribirle para ver como va el tema de las pinturas. Y ahora sé que nunca lo haré. Dejé la libretita en un teléfono, con el mail de mi amigo y la primera versión de este diario.
Cuantas cosas perdidas. Cuantas cosas que nunca se perderán.
El Valle del Colca
Cuando comencé a recolectar información para el viaje siempre que se mencionaba a Arequipa, inevitablemente era en relación con el Valle o el Cañón del Colca. No sabía bien que me podía encontrar en este lugar pero las palabras eran prometedoras y en mi estancia por Arequipa sería un crimen si pasaba por alto este tan famoso lugar.
Me despedí de Arequipa, de sus plazas, iglesias, blancas construcciones de piedra sillar, de su enjambre de ticos (taxis) que inundan las calles convirtiéndolas en ríos amarillos y fundamentalmente de la postal de la ciudad desde el Puente Bolognesi con el Misti de fondo como un gigante dormido.
En el mismo Hostel Arequipay Backpackers le pedí a Evelyn que contratara la excursión de dos días que cuesta en casi todas la agencias alrededor de 20 dólares, y me entregué a la travesía por el tan nombrado valle. Confieso, no sé por que, sin demasiadas expectativas.
Comenzamos el tour con la descripción de la zona: Arequipa está en medio de un desierto costero, se la llama la "Ciudad Blanca" por su construcción en sillar y también se la conoce como la ciudad de los Volcanes, con el Misti, el Chachani, el Pichu Pichu y el Ampato como los más importantes. En este último fué encontrada la momia Juanita, congelada y en excelente estado de conservación.
Pasamos por la Reserva Nacional Aguada Blanca, que fué creada por el gobiernos con el fín de proteger a los camélidos andinos. La guía María Eugenia, habló largo rato sobre ellos y tratamos de establecer la diferencias: Las vicuñas tienen el el cuello largo y fino y un caminar elegante. Su pelo es el más caro del mundo y es muy corto. Las llamas tienen la espalda recta y el cuello erguido. Las alpacas son parecidas a los camellos. Su cuello apunta hacia abajo y su espalda es como una joroba. Tienen el pelo más largo El guanaco tira las orejas para atrás, escupe y la escupida mancha la piel. Las únicas que se domesticaron fueron las llamas y las alpacas. Bajamos a mirarlas de cerca y sacarles fotos.
El campo de los deseos
En Patapampa, llegamos al punto más alto del recorrido, la guía, explicó la costumbre de mascar hojas de coca y recomendó que la probarámos para contrarrestar los efectos de la altura. En este lugar hay campos de apachetas, pilas de piedras que originalmente eran ofrendas a los Apus, pero hoy día se las levantaba para pedir deseos. Bajamos y luego de fotografiar algunas, me dediqué a recoger las mejores piedras para que mi apacheta sea lo más fuerte posible. Levanté mi "estrella fugaz" y sólo le pedí encontrar mi destino. Cuando subimos al colectivo pude observar el campo de apachetas en toda su extensión. Increíble que unas simples pilas de piedras formen un gran campo de anhelos y sueños.
Cuando por fín entramos al Valle, pude ver maravillada un enorme oasis de verdes, amarillos y agua en medio del desierto. Pastores, vacas, burros, pequeñas cascadas, flores, montañas, quebradas y cielo. Siempre pensé que los paisajes bucólicos eran exclusivos de los cuadros y las postales, pero ahora lo estaba viendo en vivo y en directo y con mis propios ojos. En este valle hay numerosos pueblitos que parecen detenidos en el tiempo, dedicados a la producción de cereales, animales y frutas. Se puede admirar el sistema de terrazas de cultivo que se remonta a los tiempos incas, como un inmenso rompecabezas de verdes, marrones y amarillos. La entrada a la Reserva del Colca cuesta 35 soles.
Chivay
Llegamos a nuestro pueblo, Chivay. Una parte del tour se quedaría aquí y otra iría para el pueblo de Yanque. Hora de comer. La guía propuso un buffet de 15 y otro de 20 soles. Pregunté si había otra opción y sin demasiada energía me contestó que el mercado podría ser u otros lugares. Un grupo formado por padre e hija argentinos y una gallega pasaron a mi lado y me dijeron: ¿vámos al mercado? Vamos. Elegimos un puesto en el que servían un tentador pastel de papas, huevo y queso, truchas, carne de alpaca y nos sentamos frente a unos suculentos platazos. Grande nuestra sorpresa cuando vimos llegar a los del tour uno atrás de otro y enseguida ocupar todas las mesas del mercado. Comimos por 4 y 6 soles con gaseosa incluída. El buffet terminó en un fracaso.
Con los estómagos llenos partimos para nuestros hoteles. El siguiente programa serían las Termas de la Calera. En el hotel me bañé y decidí que no iría a las termas, aprovecharía para recorrer Chivay con mi cámara en la mano. Como una alumna que siempre contradice al profesor, le dije a María Eugenia que no iba a la Calera; frunció el ceño y me dijo que a las 7 nos encontrábamos para comer.
Caminando Chivay
Ni bien empecé el paseo, Chivay se convirtió en miles de postales y yo estaba dispuesta a capturarlas a todas:
Un pastor con gorra azul, balde amarillo con pasto y un manto roja en su espalda, camina por una callecita detrás de sus vacas.
Una cruz enorme dibujada en el pasto de una montaña como fondo del pueblo.
La plaza principal y su bonita y blanca iglesia. Enfrente, en un portal, una nena mirando a los que pasan.
Un metálico angelito juega al carnaval. Chorros de agua en la fuente de la plaza.
Un negocio azul y oro que invita a una Inka Cola y recuerda a una bandera de Boca Juniors.
Un callejón y grupo de chicos jugando a la bolita. Discute. Se mueven. Observan. Toda una cuestión de estado.
Una calle con una fila de taxis triciclos estacionados. Uno de los dueños me grita: la foto del mío vale un dólar!!!. Es muy caro le digo, y sigo.
Una callejuela periférica. Mucho verde. Muchos árboles. Al costado un río. Una señora sale de su casa. Que lindo es esto!! le digo. Sí, muy lindo, me dice y entra al verde. Va al baño.
Un cementerio con el hermoso fondo de montañas. Gante con baldes y flores. Me asomo y saco fotos.
Rosa y Roxana, sentadas en la vereda. Danos algo. Les doy una moneda. ¿Qué se van a comprar? Lápices. ¿Les gusta dibujar? Les saco una foto. Veo sus caritas asombradas mirando la pantalla de mi cámara.
Cuatro burros cruzando la calle. Un chico con su mochila vuelve de la escuela.
Comida y bailes típicos
El programa nocturno consistía en una cena show en un restaurant turístico. Sin demasiado entusiasmo me preparé para ir; si me quedaba iba a confirmar mi fama de contreras. Pedimos la comida. De fondo un grupo de hermanos tocando música autóctona. La diversión empezó con la pareja de baile; dos jovencitos, ella altiva y orgullosa, él tímido y gracioso. Empezaron con el Baile del Amor, donde el lleva su cara cubierta para engañar al padre de la novia. Luego vino un baile que representaba una enfermedad; con una fruta aparentemente envenada, con caída al piso, convulsiones y latigazos para entrar en razón. El baile de ofrendas a la tierra, la Pachamama y otro más de ciudad originario de Arequipa. Lo cómico de todo esto fué la participación de todos nosotros en los distintos bailes, que terminaron en una gran ronda por todo el salón, con risas de fondo y las caras cómplices de los bailarines. El final fué con cumbia. Y a dormir. Fué toda una fiesta: la danza, la música y los bellos trajes bordados integramente.
Tumbas y cóndores
A la mañana siguiente nos levantamos muy temprano: iríamos al Mirador La Cruz del Cóndor en el Cañón propiamente dicho a ver el vuelo de estas aves. Los cóndores viven en las paredes del cañón y sólo salen a buscar comida y preferentemente cuando está soleado, porque se dejan llevar por las corrientes de aire caliente. Sólo en estas condiciones los veríamos.
En el camino pasamos por las tumbas colgantes de tiempos incas. Obstinadamente excavadas en la alta y empinada pared de la montaña. Parece imposible que estos hombres antiguos se tomaran tales trabajo para que sus muertos estuvieran más cerca de los dioses.
Llegamos al Cañón. Bajamos muy abrigados. La mañana estaba muy fresca. Caminamos por una vereda que bordeaba el Cañón. Media hora aproximadamente hasta el mirador. Nos íbamos desprendiendo de los abrigos en el trayecto. Tal vez tengamos suerte. Antes de llegar una pareja de cóndores pasó planeando muy rápido. Sobrevolaban muy cerca de nuestras cabezas expectantes y desaparecían. Al rato aparecían otros, nosotros todos esperando, con las cámaras encendidas tratando de obtener la mejor toma. Y ellos ofreciendo el espectáculo de su vuelo indiferentes a la multitud de cámaras y cabezas. Increíble regalo de la naturaleza.
Volvimos nuevamente a Chivay pero por otro camino. Hora de comer, parada obligatoria en el mercado. El micro nos esperaba en la plaza donde una mujer con sus hijos daban leche en mamaderas a tres alpacas bebés. Postal de despedida. Paramos en el pueblo de Cabanaconde, donde al lado de la iglesia, vecinos con sus trajes típicos posan con sus halcones ofreciendo fotos a los turistas.
Antiguamente colcas eran recipientes donde se guardaban los productos de la tierra. Yo digo que el Colca es el Valle que guarda los sueños.
Despedida de Arequipa y Johny
Una noche más en Arequipa y a Lima. A sacar pasaje: fuí a la terminal en taxi y volví en colectivo. Me faltaba conocer el mercado; iba a recorrer y a comprar algo para comer. Al mercado entonces, por calle Consuelo. Mirando panes y frutas, un chico me ofrece sus pulseras hechas en macramé. No puedo comprar le digo. Me ofrece sus servicios como guía. Está estudiando. Me dá su mail; dígale a sus amigos. Me pregunta que hago, a que me dedico. Dibujo y pinto. Se le enciende la lamparita. Luego de un rato me convence de ir hasta el hostel que está preparando su hermana para aconsejarlo sobre las pinturas de las paredes. Quieren pintar imágenes: a los turistas les gusta, me dice.
Llegamos, un rato largo discutiendo sobre colores, motivos y procedimientos. ¿Qué color pondrías acá? le pregunto. Es muy inteligente; saca sus pulseras y las observa: pondría un lila. Me despido de su hermana Carla que me ofrece quedarme con ellos ayudándolos. Johny quiere devolverme el favor mostrándome su ciudad... es tarde.. estoy apurada... pero es obstinado y se sale con la suya. Caminamos por el Puente Grau, me habla de las piedras y los árboles. Seguimos hacia el Mirador de Yanahuara. Paramos en un puesto donde un mujer fríe "picarones", unos buñuelos con anís y almíbar, me invita y luego yo pago unas gaseosas. Luego miramos la ciudad desde arriba. Después sentados en los Claustros de la Compañía me habla de los Incas y el orígen de Arequipa. Me tengo que ir. Me despido de Johny; ha sido muy lindo encontrarlo. Prometo escribirle para ver como va el tema de las pinturas. Y ahora sé que nunca lo haré. Dejé la libretita en un teléfono, con el mail de mi amigo y la primera versión de este diario.
Cuantas cosas perdidas. Cuantas cosas que nunca se perderán.
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