De tal palo tal astilla
Llueve a mares. Conocí una Humahuaca casi pasada por agua, en los tres días en los que estuve.
El tiempo no era bueno para hacer caminatas que no fueran en la ciudad o excursiones porque la visibilidad era escasa.
Entonces me dediqué a sacarle el máximo provecho a las callecitas de piedra. Feria, muchas fotos, barrios altos, comidas y museos.
El día tiene un color gris plomo. Tras mirar la feria de artesanías del Monumento a los Héroes de la Independencia, subí las escaleras y me asomé al Museo de Arqueología sobre un costado.
Debo decir que no me motivó esa visión en absoluto. Una señora mayor y un joven acodados en un mostrador con "cara de día lluvia": pase señorita, está abierto… Cuáles son los horarios del museo? (yo sin demasiadas ganas de franquear la puerta) Bueno, mañana vuelvo mejor… (la excusa de siempre).
Lluvia cae en chispas. Otro día de agua frente a la Municipalidad. Esperamos que el santo San Francisco Solano salga a bendecirnos. Muchas personas bajo una lluvia fina y molesta esperamos un saludo santo. Quien me viera, a mí que no soy creyente, yendo a misas y esperando la bendición del tal santito. La gente se prepara sacando cámaras y filmadoras, probando la mejor toma, cuidando sus lugares. Niños a caballito, olor a grandes expectativas. Cosas que sólo puede lograr nuestro norte mágico.
En eso un grupo de personas mayores y las dos artistas plásticas que conocí en Tilcara me gritan: vení con nosotras, vamos a casa de Ramoneda, el museo!!!
Si, tal vez vaya en un rato… (yo, sin ganas ninguna de seguir un tour)
Estudio Museo Ramoneda
Día con promesas de sol. Caminando esa mañana me acuerdo de Ramoneda. Llego a la casa. Un cartel dice: concertar horario de visita. Golpeo la puerta y enseguida hablo con un hombre que me cita a las cuatro de la tarde. Porque a esa hora hago una visita guiada. A las cuatro entonces. Siesta reparadora, salgo muy abrigada, el frío ha sido intenso en Humahuaca.
Resulta que la visita guíada era sólo para mí, me imaginaba que habría otras personas, pero no, tenía un guía y un museo para mí sola.
El señor es muy amable, pero tiene algo de reservado, de resguardo, esa sensación me
da. Recorremos las habitaciones de la casa, que son ahora las salas del museo. Veo retratos del guapo y joven Francisco Ramoneda, fotos del grupo de artistas e intelectuales en el Café Tortoni, otra del artista con Benito Quinquela Martín (un gran artista de la Boca).
Observo pinturas con temáticas de la Quebrada de Humahuaca, otras de Buenos Aires, esculturas de artistas conocidos y muchas fotos de la vida del artista.
A medida que avanzamos, la charla se hace más fluída, le cuento que también soy artista plástica y el suelta al pasar que es el hijo de Francisco.
Que revelación me ha hecho, que tonta, pero me siento noqueada. Entonces, los niños posando en la ventana que mira al jardín, con esa parra de fondo, son usted y su hermano. No lo puedo creer. Me cuenta que una vez su padre había salido de viaje y él, pequeño, ensayó una mancha expresionista sobre la última obra. Esperaba el más duro castigo, pero al observarla su padre sonrió complacido y le regaló sus primeros materiales de trabajo. Serás artista.
Hablamos de muchas cosas. Creo que los dos nos emocionamos bastante. Nos queda la última sala. Ahí está su propia obra. Me entero que Luis es un artista muy reconocido, profesor y rector por años en la Universidad de Rosario. Me cuenta de sus muestras, de sus amigos en Europa. Su obra es impactante, muy diferente a la de su padre, con una importante abstracción y color saturado.
Habla de la amistad de su padre con José Antonio Terry (el artista de Tilcara), de que a este museo han querido declararlo Patrimonio Nacional, pero el se ha resistido porque el sitio es también su casa y de sus hermanos. Perderíamos los derechos a favor del Estado… (recién tomo noción de que es casa, museo, y él su director).
Si en algún momento quisieran llevar las obras de mi padre a algún museo de Buenos Aires no lo permitiría... este es el lugar donde él quiso que estuvieran.
No le gustan las fotos. Y lo comprendo. Un lugar público y a la vez íntimo. Me deja sacar unas pocas a las salas, sin detalles. Me regala un catálogo de su última exposición.
Nos despedimos con la mano. Esta visita me ha dejado conmovida. Ha sido un placer.
El sol ya pega fuerte en Humahuaca. Me voy desprendiendo de los abrigos, sintiendo las calles de piedra bajos mis pies.
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