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miércoles, 5 de mayo de 2010

¿DÓNDE ESTÁ EL VALLE DE LOS MACHOS?


Nuestra llegada a Tupiza fué absolutamente casual, o si puede decirse una serie de coincidencias del sincrodestino. Con Marcela nos encontramos en Tucumán ( las dos viajábamos solas) y ahí nos separamos con la promesa de encontrarnos en La Quiaca para cruzar a Bolivia.

Dos ángeles caídos

Al momento de sellar los pasaportes en la parte argentina, notamos que el problema estaba del lado boliviano: una larga cola que decía por lo menos dos horas de espera bajo el sol. Nos dispusimos a hacer la fila de mala gana, cuando de repente aparece Luisa Siriani, una suiza mitad francesa mitad italiana, que con simpatía y soltura se ofreció a preguntar si esa cola "era para nosotras". No sé como se las arregló pero al minuto estábamos en la oficina, saludadas atentamente y llenando nuestras boletas de viajero. El empleado dijo que Luisa parecía un ángel en la foto del pasaporte y le dimos la razón. Evitamos la larga cola, reconozco que no hicimos bien, eso fué trampa, pero perdíamos nuestro tren a Uyuni y al ver la oportunidad no lo pensamos demasiado. Cambiamos pesos a bolivianos, Marcela miró ropa y buscamos un lugar para comer. Sentadas en la agencia Imperio Inca, que hace también de resturant, Luisa dijo: yo voy para Tupiza... con Marcela nos miramos y dijimos por qué no? Vamos. Cuestión que a minutos de sacar el pasaje Luisa decidió que su tiempo no alcanzaba, debía ir directo a Uyuni. Nuestro ángel de pronto despareció junto con dos compatriotas y seguimos viaje solas con Marcela.

Tavesía altamente adrenalínica y stressante: curvas, subidas, bajadas, cosquillas en el estómago, muchos bocinazos , precipicios que cortaban la respiración... y yo en la delantera del micro, del lado de la ventanilla y con los ojos bien abiertos. Llegamos a Tupiza, mi cabeza parecía a punto de explotar, la mochila se hacía sentir sobre mi espalda... bueno, ya va a pasar... Empezamos a buscar hostel, no teniamos idea. En un negocio de comida a la calle le preguntamos a un chico con pinta de yanquee si sabía de alguno: "Renacer Chicheño" dijo. No entendimos demasiado la explicación pero seguimos después de agradecerle. Entramos en uno que nos pareció caro y en una especie de callejón vimos un cartel con una flecha que conducía a "Renacer..." Estabámos mirando la habitación, entusiasmadas por el precio cuando apareció el supuesto yanquee, finalmente lituano, sorprendido porque le habíamos ganado de mano. Cuando le preguntamos el nombre (esperando un amasijo de consonantes) se sonrió y dijo: Jesús. Que sorpresa. Parecía otro envíado del cielo.

¿Vamos al Valle de los Machos?

Jesús finalmente resultó ser nuestro compañero de habitación. A la mañana siguiente apareció con un paquete de facturas y la siguiente propuesta: ¿Vamos al Valle de los Machos? Risas y preguntas. ¿que habrá en ese famoso valle? Muchos hombres clavados en el suelo gritando al mismo tiempo: yo soy muy macho!!! Al mediodía fuimos a una feria que creimos artesanal (buscabámos bombilla) y resultó ser un mercado de ropa, cosméticos y artículos varios. Recorrimos. Y en la feria típica compramos para cocinar. A eso de las 2 emprendimos una visita a la "Feria de los Jueves" alejada del centro, donde los campesinos exponen y venden sus productos. Vimos cosas desconocidas, papas chiquitas y de colores y nos dieron a probar miel de caña en cachos. ¿Será muy temprano para ir al valle? pregunté. Vamos dijeron. No conseguimos agua chica por ningún lado, así que nuestro amigo cargo una de 5 litros en su mochila.


Mauricio, el dueño del hostel dijo que había que seguir las vías del tren hasta llegar a un camino perpendicular. Eso hicimos mientras sacabámos fotos y Marcela filmaba. ¿Iremos bien? no recuerdo quien preguntó. Y al ver a un hombre que pasaba en bici le consulté. Sigan por esa cortada. Nos metimos por un callejón con árboles y sombra. Seguimos hasta que pareció que el camino terminaba. ¿Y ahora? Allá a lo lejos apareció un galpón, camiones y gente. Empresa minera, tal vez. De nuevo pregunté (Marcela dice que lo hago excesivamente) Y seguimos por un camino allá arriba y por el que antes había pàsado un camión.

Sigzagueante, rocoso, con algunas grietas que debimos saltar bajar trepar, emprendimos la aventura. Pasamos por un basurero, olor muy feo, autos, zapatos de mujer, flores de plástico... Jesús sacaba fotos a la basura, indignado, no entendía como la gente no cuidaba este lugar. El sol castigaba nuestras espaldas, tomábamos mucha agua tratando de restar a los 5 litros. Abandonamos el botellón con la promesa de recuperarlo a la vuelta. Caminamos, caminamos, y en una curva, allá abajo vimos un cementerio de la zona. Jesús bajó por la pendiente, nosotras seguimos por el camino; más largo y fácil. Saqué fotos: me llaman la atención esos pequeños lugares de la muerte, con pocas tumbas, flores de plástico y muchos espacios esperando. ¿Por dónde seguimos ahora? De pronto una camioneta y un camino allá lejos. Corrimos. Preguntamos. Es acá nomás. Suban. Y al segundo nos estábamos tambaleando agarrados de las maderas mirando el paisaje que se arrojaba al vacío. Acá se bajan dijo una de las chicas... Son 5 bolivianos entre los tres dijo la mujer que iba adelante. Nos miramos estupefactos un rato y la camioneta se fué. Acá evidentemente el " a dedo " no existe...

Seguimos por el caminos que nos indicaron. Vimos un cartel que decía: "Cañón del Duende". Más adelante las montañas formaban una gran abertura: "La Puerta del Diablo". La traspasamos y agotados nos sentamos sobre una gran piedra; hicimos silencio, vimos un pequeño arroyito, realmente minúsculo y nos relajamos escuchando el sonido del agua entre las piedras. Jesús nos sacó fotos en la puerta del innombrable y decidimos que estábamos muy cansados para seguir hasta el Valle, 2 km. más arriba. Operación abortada. Estábamos deseperados por probar el pollito que por 9 bolivianos nos habían ofrecido en la avenida Araya. Volvamos. Jesús dijo: les tengo una propuesta ( ayyy Jesús y sus propuestas) cortemos camino por la montaña. No rotundo. Seguimos por el camino. Bueno, las espero en el cementerio. Bajamos despacio, haciendo chistes, sacando fotos, filmando. El cementerio vacío. Nos sentamos a descansar. ¿Qué se habrá hecho Jesús? Lo imaginamos perdido en las montañas, tratando de trepar o bajar por empinadas paredes, sin ayuda de ningún tipo. Gritamos su nombre a dúo, varias veces. Nada. Vamos, se está haciendo de noche, debe estar en el hostel ya bañado y recostado, y nosotras gritando como dos tontas. Llegamos a las vías, las seguimos (cosa que debimos hacer en un principio, y no hacerle caso al señor de la bici) vimos un minibús que estaba por partir y nos trepamos exhaustas.

En el hostel, lo dicho, Jesús ya estaba listo para ir por el pollo. Nos bañamos. Y con Joe, reciente compañero inglés fuimos al comedor de Esteban. Relajados, después de tremenda caminata, comimos y tomamos. Bueno, no tendremos "Valle de los Machos" pero si tenemos un "rico pajarito" (Joe).

Dieter y Betty


Como para terminar la noche buscamos un lugar donde tomar un trago, fuimos hasta la plaza principal, fumamos cigarrillos armados por Jesús y preguntamos adonde ir. Llegamos al bar de Dieter y Betty. Ambiente psicodélico de luces rojas y amarillas. Música boliviana. Rock&roll. Canciones de los años 60. Extraño cóctel. Miramos la carta largo rato. Nombres de tragos extraños. Yo fernet. Nos intercambiamos los tragos. Nadie quiso probar el fernet. Pantalla de televisión. Fútbol inglés. Discuto con Joe sobre Maradona. El famoso gol. Al final admite su maestría. Jesús le saca fotos a la carta de tragos. Se enamoró. De la carta. Marcela y yo nos sacamos fotos. Betty nos saca una foto a los cuatro. Más juntos dice. Jesús se guarda la carta en la mochila. Otro trago, otro trago... Nos vamos caminando despacio. A dormir. Nos siguen. Hace como cinco o seis cuadras que nos siguen. Señores, vengan por favor. Ha faltado una carta. Jesús abriendo la mochila. Devolviendo la carta. Como para cerrar la noche y no perder la costumbre. Un papelón.

¿Por qué me enamoré de Tupiza?


Tal vez porque llegué a ella por casualidad.

Porque fueron 4 días de tranquilidad en una pequeña ciudad completamente rodeada por montañas.

Porque tengo una deuda pendiente con ella: llegar al Valle de los Machos.

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