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martes, 4 de mayo de 2010

MIL SIGLOS DE TIERRA


Forastero es ese individuo que llega a un pueblo (el cine nos dice que si es en el Lejano Oeste mucho mejor) con algún equipaje, aire de misterio. Cuando el forastero pasa la gente murmura mil cosas sobre su procedencia, objetivo de su presencia, posible contenido de su equipaje.

Uh, llegando a Susques tuve esa sensación por primera vez, ser forastera. Y fue tan fuerte que deseé como muy pocas veces tener un compañero de camino.

Después de los colores de Purmamarca, (como escenografía de una obra sobre “La Belleza Ideal” transcurriendo en un pueblito bucólico) que lugar no parecería extremo, árido, ingrato… (¿?)
Pero bien sé que no puedo estar sin los contrastes. Por más que los padezca, los extremos me generan fuertes movimientos sísmicos. Lo sé de sobra; y aún así los busco.

Bueno, estas llegadas difíciles con sus desencantos abismales, duran sólo un rato, un par de horas si más.
Y ahí estoy de frente a Susques… que decir…
Tierra marrón, cerros, tierra, casas-cerros-marrón, siglos de arena, gente de tierra, viento marrón…
Debo acostumbrarme, readaptarme al color, empezar a percibir la riqueza de los colores tierra, sus matices, texturas, materiales. El cambio brusco de color me desorienta, tengo que separar las casas de los cerros, la gente de las casas.


Camino sin librarme del desasosiego, algo perdida, sin brújula, por inercia. A veces me reprocho la terquedad de llegar a lugares por una caprichosa intuición, que va a ser. Estoy sola y hablo mucho conmigo misma, me reto o me felicito.

Al otro día y como si fuera cosa de magia (la noche cayó como velo ocultando los pesares) la historia es diferente.
Los rayos de sol entibian la mañana en la puna y después de buen desayuno deambulo las calles en otro papel.
Parece que la noche susqueña me ha aceptado (y hoy soy un poco de allí). Hasta percibo una mirada diferente en las personas, una atención, una espera.

Muchos buen día señorita con dientes blancos. Y que es ese cerro? Allí se hacen las procesiones. Elba barriendo el portal de Nuestra Señora de Belén. Las llaves. Y esa atmósfera de sueño. Facunda y los estudios ambientales y la minería, la gente del pueblo y Susques y la vida. Los niños salieron del jardín a dar una vuelta por la principal. Todos de la mano. Narciso y sus 83 ve pasar la vida al sol. La policía, otro tiempo, los jóvenes y algo hay que hacer. Los camioneros chilenos y su acento. ¿Señorita ya vió la Iglesia? Y las chicas parcas del hostal. Empanadas de carne. La Terminal desierta. El sopor de un mediodía. Y tantos años sin llover.

Susques y sus mil siglos de tierra. No lo entendería sin sus marrones. Y esa montaña cónica que parece dominar el mundo. Sin su dureza y ternura. Y esos pocos verdes que lograron nacer.

Lo dejo atrás con tal sensación de bienestar que no comprendo quien era yo el día anterior. Mientras pienso cuanto mundo queda por conocer, mis ojos se entrecierran por el fulgor de las Salinas Grandes.

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