Potosí.
Dos palabras: plata y soroche.
Increíble la capacidad de síntesis que tenemos con un lugar o cosa desconocida.
Ahí estaba yo, decidiéndome por Bolivia y tomando en cuenta a esta ciudad, que con sólo nombrarla ya me sonaba a mitos, leyendas, magnificencia y esclavitud....
Desde que Diego Gualca descubriera las minas en 1545 y se fundara la ciudad de Potosí, Bolivia se convirtió en el mayor productor de plata del mundo.
De esta forma nació y se desarrolló esta ciudad, con el nada liviano designio de ser la Hermana Plateada.
Quique es un fotógrafo de Ushuaia y el primero en alentarme a viajar sola. Me dió muchísima información y apoyó mi iniciativa.
Al hablar de Potosí dijo: "ahí nos pegó el soroche o mal de altura... tomamos té de coca, compramos pastillas, pero no hubo caso, casi me echo para atrás y me vuelvo. Si te pasa seguí adelante."
Imaginé el soroche como una pequeña muerte en palabras de Quique...
Y en mi cabeza iba tomando forma Potosí...
Aterrizando
Llegamos con Marcela desde Uyuni a la tarde temprano, después de un viaje lluvioso, durmiendo a intervalos y con el cansancio letal del Salar.
Bajamos en la Terminal, alejada, una zona de muchos comercios, tráfico, paso, a primera vista bastante heavy. Había escuchado consejos sobre la seguridad en esta zona. Esa imagen me quedó en la cabeza.
Llegamos en taxi hasta el Hostel "La Casona", en calle Chuquisaca entre Tarija y Padilla, un lugar muy lindo pintado de mostaza, con un gran patio en el medio y las habitaciones alrededor, a 22 bolivianos el dormitorio.
El frío de Potosí se nos metió hondo, veníamos un poco debilitadas y la altura se hacía sentir.
Un episodio poco felíz
Bien es sabida la gran adicción al mate por parte de los argentinos y nosotras no éramos la excepción. InfelIzmente sólo teníamos yerba, habíamos buscado bombilla por cielo y tierra infructuosamente.
Entrando en el hostel veo que se acerca un muchacho con el equipo matero completo.
Ejercitando mi cara dura le digo: Argentino!!!! Nos vas a prestar el mate??
En su cara se pintó la duda. Marcela lo reconoció como uno de los suyos y comenzó el diálogo.
Jonathan era judío, pero venía de nuestro país donde había adoptado la costumbre.
Nos prestó y mateamos en la cocina.
A la mañana siguiente una cabeza exaltada asomando de entre las frazadas (la reconozco como la de Jonathan) grita señalando el termo: "la tapa?? la tapa?? dónde está la tapa??"
Marcela salta de la cama asustada y corriendo vuelve de la cocina con ella.
Fín de la historia, de nuestra amistad con Jonathan y del mate. Lo encontramos en Sucre y en Santa Cruz, pero la relación ya se había roto. No nos miró más, tampoco nos quiso hablar... tal vez consultando a un psicoanalista... jajajajaja
¿Será la yerba, la que provoca esas reacciones tan pasionales?
Me recordé junto a Marcela recorriendo y registrando todos los pabellones del albergue en el Salar de Uyuni para encontrar a ese grupo de argentinos que llevaban mate...
Si, creo que el mate provoca serias adicciones.
Potosí a primera vista
Salimos a caminar con Marcela.
Se siente el peso de la historia en sus calles.
Plaza principal, frío, gente sentada y el Monumento al Charango!!!.
Calles muy finitas, adoquinadas.
Coches estacionados en la calle y en la vereda, miti miti.
Nos sacamos fotos haciendo de autos.
Balcones volados, vigilando la calle.
Casitas coloniales muy coloridas.
Tráfico bastante caótico.
Nos acostumbramos a caminar mirando siempre hacia atrás.
Acá las calles son veredas y las veredas son calles.
Calle de Abogados, común en muchas ciudades bolivianas.
Negocios con carteles muy graciosos.
Una calle peatonal muy francesa.
Vista imponente del Sumaj Orco, hermosamente iluminado al atardecer.
El mercado con puestos chiquitos y amontonados.
Soroche: sopa versus guiso de lentejas
Les cuento que mi "soroche" (temido como una pequeña muerte) se redujo a un malestar estomacal y bastante cansancio físico, pero nada del otro mundo.
Pero para no abusar ni tentar compramos en el mercado una sopa de choclo y pan.
La única olla existente en el hostel estaba ocupada por un abundante guiso de lentejas, con todo lo que un guiso puede tener, que un grupo de tres vascos simpático, revolvían y revolvían.
Comimos cerca de las 11 de la noche, metiendo tristemente la cuchara en ese líquido amarillento y con el olor de ese guiso descomunal metido hasta los huesos.
Duda existencial: ¿los vascos tenían puesta la vacuna anti-soroche?
City tour y una guía estrella
Presentía que íbamos a estar poco tiempo en Potosí, el frío era intenso y el ligero malestar no invitaban.
Al otro día me decidí por el City Tour. Sabía que el descenso a las minas era la "vedette turística", algo que no podía faltar. Pero no quería ver algo que presentía triste, oscuro, asfixiante. Y tentar a mi claustrofobia??. De ninguna manera, trataba de pasarla lo mejor posible.
En el Hostel habían dejado una tarjeta de la Agencia "Cerro de Plata", y como Marcela no estaba en condiciones, me fui caminando sola, guiándome por el plano y llegué a la oficina de calle Bustillos 1066.
Mary sería la guía, pagué 50 bolivianos a la dueña y salimos caminando con Claudia, una turista mexicana.
Lo más práctico era hacer este tour en dos patas debido al caos vehicular que ya había comprobado.
Empezamos por la plaza principal. Nos detuvimos frente a una Estatua de la Libertad en versión reducida. Mary contó que era un regalo de los Estados Unidos hacia Potosí por haber enviado su metal precioso en beneficio de la independencia yanquee.
Señaló hacia enfrente y sobre un edificio, una gran corona en su parte superior. Esta vez el regalo era de la Madre Patria. La leyenda decía que si España era el rey, Potosí iba a ser la reina.
Que tan codiciada será esta mujer, reina, amante, para recibir estos presentes...
Hermana plateada, brillando intensamente, encegueciendo con su don, ostentando su tesoro divino en medio de los Andes.
No entramos en la Casa de la Moneda. Había gastos que debía obviar si quería llegar hasta Lima.
Si, vimos una de sus enormes chimeneas a través del patio de un edificio sl que Mary nos hizo entrar.
Mirando cuadros de los inicios Mary nos contaba como la ciudad se había organizado exclusivamente en torno a la extracción de la plata, los enormes piletones construídos para lavar el metal, los numerosos canales que atravesaban la ciudad para proveer el agua, la dura vida de los indígenas que trabajaban en las minas, soportando condiciones infrahumanas, matanzas y muertes indignas en contraposición a la vida de lujo, ostentación y derroche de los dueños, los españoles.
Vimos un cuadro donde la cabeza de la Virgen María aparece extrañamente incrustrada sobre la cima del Sumaj Orco. Inicios del Surrealismo en Bolivia?? No, la Gran Iglesia Católica ejerciendo su enorme poder de sugestión. Delirios, ambición, ansias, poder.
Mary contaba mientras pasábamos por las numerosas iglesias como todas las órdenes presurosamente se habían instalado al crearse Potosí.... Franciscanos, carmelitas, capuchinos, dominicos, jesuitas, no faltaba ninguna...
Y las iglesias y conventos eran magníficos, ya los había estudiado fascinada en Historia del Arte y ahora lo veía maravillada con mis propios ojos.
Fachadas monumentales, preciosistas, logradas como por arte de magia de la piedra. Abarrocamiento, influencias moriscas, el aporte americano sumado a ellas.
En la Iglesia de San Lorenzo vimos los símbolos de hibridización de la religión: las sirenas músicas, los ángeles arcabuceros, las cariátides locales.
Puertas enormes con impresionantes adornos en plata... de que si no??
Trabajo intenso y maravilloso de los indígenas... me costaba mucho imaginar de que forma lo hicieron, el tiempo que les demandó tanta belleza...
Mary era una "guía estrella", educada, suave, clara y explicativa. Caminaba mientras levantaba la mano saludando a cuanto transeunte cruzaba. Mucha, muchísima gente. Parecía una reina de belleza saludando a la multitud.
Era una profesora muy reconocida y hablaba como seis idiomas, además de ejercer como guía, nos contó algo avergonzada de responder a tanto saludo. El precio de la fama.
Potosí era plata, religión y también anécdotas mas risueñas, Mary se explayaba...
La Calle de la Pulmonía: Callecita muy estrecha donde nunca alumbraba el sol, ideal para enfermar.
La Calle de los Quitacalzones: Calle en los límites de la ciudad española donde los hombres hacían de las suyas con las indígenas que pasaban infelizmente por ahí.
El Balcón de las 7 Víboras: Casa donde vivieron unas hermanas muy hermosas y malvadas, 7 obviamente, que cometían toda clase de tropelías hacia los pobres pretendientes entusiasmados.
Los balcones volados muy comunes en la época virreinal eran una forma honorable de ganar la calle, especialmente por la mujeres para las que estaba prácticamente vedada.
Mary abrió una puerta y entramos en una escuela. Enseguida nos vimos rodeadas por un millón de nenitos con púlover rojo que gritaban, se reían y se empujaban para salir en la foto. Nos contagiaron su alegría.
Luego abrió la de una casa y nos dijo que sacáramos fotos, se mantenía intacta, el tiempo no había pasado, el patio central con su fuente, las habitaciones. No entramos porque vive gente. Y era increíble eso.
Mary abría y cerraba puertas.
Terminamos la excursión en el límite de la ciudad, donde hay unas puertas en forma de arcos, que separaban la ciudad indígena de la española.
Que increíble es el límite. El humano impone límites, enmarca, encierra, el peligro afuera siempre, esa es la idea.
Se ven dos paisajes diferentes. Uno es en altura, colorido, tallas en piedra, maderas labrada, detalles de riqueza.
El otro es bajo, poco color, las casitas estan amontonadas, arriba abajo, las calles son irregulares.
Y ahí la veo sobresaliendo, blanca, excéntrica, alegre, morisca, de un blanco níveo.
Una aparición en medio del barrio pobre, el marginado, el olvidado.
Lamentablemente no recuerdo su nombre, entre tantos, y mi memoria débil... pero Mary dijo es la primera en admitir a los nativos, los indígenas en su nave... y eso no lo he podido olvidar, se me ha quedado grabado.
Primera iglesia de tantas que hay en Potosí que dió su lugar a los hacedores de belleza en piedra, a los que rescataban el metal precioso de las entrañas de la tierra.
Y en ese momento pienso que siempre se pueden romper los límites, esos que sólo existen en el territorio de la mente humana.
Volvemos caminando despacio, charlando de cualquier cosa, mirando los adornos de carnaval en las puertas de las casas de paredes coloridas.
Potosí me había impactado, demasiado talvez, era muy fuerte estar ahí, tantos años de historia, de lucha, calaron hondo en mí, pero ahora debía irme.
Nos despedimos afectuosamente. Vivimos 500 años en 3 horas.
Ya en el hostel decidimos con Marcela irnos a Sucre, la Hermana Blanca.
Un taxi que venía de allá nos levantó en la puerta y mientras andábamos por las callecitas y nos acercábamos a la zona de la Terminal, vi a lo lejos al grupo de suecos fumadores del Salar de Uyuni y los seguí con la mirada hasta que se perdieron entre la gente, ya sorprendida por esos cruces increíbles.
Adiós hermana plateada !!!
Tal vez nos veamos de nuevo algún día...
Y en un taxi que parecía descontrolado, me sentí dentro de un jueguito electrónico, descompuesta, pensando en las llanuras pampeanas, girando a lo loco, intuyendo precipicios, imaginando desbarrancos, mientras Marcela charlaba tranquilamente y el chofer miraba mi cara desfigurada por el espejo retrovisor y Marcela le explicaba y él se reía medio burlón y decía, claro ustedes no están acostumbrados y sonaba una cumbia de letra vulgar y la tarde caía y nos acercabamos a la blancura de Sucre...
Pero eso ya es parte de otra historia.
miércoles, 12 de mayo de 2010
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